El Gobierno de Israel se rompe y aboca al país a las quintas elecciones en tres años

El primer ministro, Bennett, y el titular de Exteriores, Lapid, anuncian un acuerdo para disolver la Kneset

Yair Lapid (izquierda) y Naftali Bennett, en la oficina del primer ministro israelí, el pasado domingo en Jerusalén.ABIR SULTAN (AFP)
Jerusalén -

El Gobierno de amplia coalición en Israel, la heterogénea asociación de ocho partidos que apeó hace un año del poder al conservador Benjamín Netanyahu, ha saltado en pedazos tras permanecer varias semanas tambaleándose en la cuerda floja. ...

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El Gobierno de amplia coalición en Israel, la heterogénea asociación de ocho partidos que apeó hace un año del poder al conservador Benjamín Netanyahu, ha saltado en pedazos tras permanecer varias semanas tambaleándose en la cuerda floja. El primer ministro, Naftali Bennett, y el titular de Exteriores y hombre fuerte del Ejecutivo, Yair Lapid, han acordado impulsar la disolución de la Kneset (Parlamento) y adelantar las elecciones, según confirmó este lunes Bennett en una conferencia de prensa conjunta con Lapid. Los israelíes se verían así llamados a votar por quinta vez en tres años en unas legislativas.

La prensa hebrea plantea ya la previsible retirada de la política activa de Bennett, quien destacó en la comparecencia sus intentos por salvar la coalición, formada por ocho partidos que van desde la derecha ultranacionalista a la izquierda pacifista, pasando por una formación árabe islamista. “He removido hasta la última piedra”, ha dicho. También defendió los logros económicos y en materia de seguridad frente a Hamás: “Ha sido un año especial”. Pero las defecciones de militantes en su propio partido –Yamina, ultranacionalista- han acabado socavando su legado.

Este mes fracasó en la Kneset el intento del primer ministro Bennet de prorrogar la vigencia de la legislación “provisional” que extiende, desde 1967, los derechos civiles israelíes a los cerca de 450.000 colonos asentados en territorio ocupado, lo que anticipaba una ruptura inminente. Dos diputados de la mayoría se opusieron y otros cuatro de sus parlamentarios se ausentaron de la Cámara, agravando la descomposición de la coalición.

Así, y según los acuerdos entre la alianza de fuerzas políticas, el centrista Lapid, que encabeza el partido con más diputados de la coalición, pasará a ser primer ministro en funciones hasta que se constituya un nuevo Gabinete, lo que puede llevar meses, incluso años si se reproduce el bloqueo político de los últimos años. Lapid ha hablado muy brevemente a continuación de Bennett para presentar un programa de gobierno centrado en mejorar las condiciones de vida de los israelíes, agobiados por la inflación y los rampantes precios de la vivienda. “La disolución de la Kneset no nos impedirá afrontar los desafíos de Israel, a pesar de que estemos en periodo electoral”, ha advertido.

Lapid ha aprovechado su intervención para lanzar de hecho su campaña electoral. “Necesitamos rebajar el elevado coste de la vida, proseguir nuestra estrategia (de seguridad) frente a las amenazas de Irán, Hamás y Hezbolá”, ha enfatizado, “así como hacer frente a las fuerzas internas que amenazan con convertir a Israel en un país no democrático”, ha concluido, en referencia a la oposición encabezada por el ex primer ministro Netanyahu, junto con los partidos ultraortodoxos judíos y los de la extrema derecha.

Netanyahu, que fue el jefe de Gobierno que más tiempo ha ejercido el cargo en Israel (de 1996 a 1999 y de 2009 hasta 2021), ha aparecido sonriente en televisión para celebrar la “gran noticia” de la caída del “peor Gobierno en la historia de Israel”. “Ha sido uno de los funerales políticos más largos”, aludió con sorna a la compleja descomposición del Ejecutivo de Bennett. “Voy a restablecer un Gobierno nacionalista liderado por el Likud en Israel”, se ha apresurado también a prometer en su particular lanzamiento de campaña.

La votación para poner fin a la legislatura se llevará a cabo la semana que viene. Si logra ser aprobada por mayoría, como parece previsible, la convocatoria de elecciones se producirá automáticamente para el 25 de octubre, según informa el diario Haaretz. Entre 2019 y 2021, Israel celebró cuatro comicios legislativos consecutivos, en los que la extrema polarización de la sociedad forzó sucesivos empates entre los bloques conservador-religioso y de centroizquierda. La entrada en la coalición de un pequeño partido árabe y la deserción de antiguos socios políticos de Netanyahu hicieron posible en junio del año pasado una fórmula de coalición para poner fin al bloqueo.

Hasta ahora. El ministro de Defensa, el exgeneral Benny Gantz, otro de los hombres fuertes de la coalición, ha lamentado la ruptura. “Es una vergüenza que el país se vea forzado a otras elecciones”, ha tronado el centrista Gantz, que ha gobernado tanto con Netanyahu como con Bennett y Lapid. “Vamos a continuar con nuestro trabajo como Gobierno en funciones tanto tiempo como sea posible”, evocando que Netanyahu se mantuvo en funciones más de dos años antes de entregar el poder hace 12 meses.

La ruptura de la coalición se produce unas tres semanas antes de la prevista visita oficial a Israel del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en el marco de una gira que le llevará también a Arabia Saudí. Ya no será Bennett sino Lapid, quien le recibirá al timón del Ejecutivo hebreo. El intento de la coalición de prorrogar la vigencia de la legislación “provisional” que extiende desde 1967 los derechos civiles israelíes a los cerca de 450.000 colonos asentados en territorio ocupado fracasó este mes en la Kneset, lo que ya anticipaba una ruptura inminente y el previsible adelanto electoral. Dos diputados de la mayoría se opusieron y otros cuatro de sus parlamentarios se ausentaron de la Cámara, agravando la descomposición de la coalición.

Después de un inicio de mandato marcado por éxitos como el control de la pandemia, el auge de la economía y el deshielo diplomático con países islámicos, la fragilidad de la coalición quedó patente esta primavera durante los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y policías en Jerusalén en el mes de Ramadán. La autorización de la marcha de decenas de miles de radicales judíos por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja a finales de mayo, puso de relieve las disensiones internas en el Gobierno. Para evitar las desavenencias, los ocho socios de la coalición habían decidido aparcar todo lo relativo a la cuestión palestina, pero la realidad de la tensión cotidiana que genera la ocupación ha acabado por salir a flote y ha provocado el naufragio del efímero Gobierno del cambio de amplia coalición.

Lapid, un líder reformista radical para un país conservador

Yair Lapid también fue ministro de Benjamín Netanyahu, entre 2013 y 2015. La corta carrera política de este líder centrista, con cara de boxeador y célebre periodista de televisión, ha estado jalonada de sacrificios. Hace tres años, dio un paso atrás para ceder el liderazgo a Benny Gantz, entonces un popular exgeneral sin experiencia política. Hace un año, reculó también para ofrecer el cargo de primer ministro al derechista Naftali Bennett, a quien dobla en número de escaños en la Kneset.

Ahora ha llegado su momento. El hecho de haber fraguado la coalición más amplia y heterogénea en la historia de Israel, en la que incluyó hasta un partido árabe islamista, será su principal activo ante los previsibles quintos comicios del otoño. Campeón de los laicos y reformista radical, afronta a los 58 años el desafío de batir en las urnas a Netanyahu, de 72 años, el político más experimentado y con mayor reconocimiento internacional en el Estado judío, un país cada vez más conservador, según constatan los resultados electorales desde hace más de dos décadas.

“Hace falta un Gobierno que refleje que no nos odiamos unos a otros”, ha sido una de sus máximas integradoras en una nación marcada por la polarización. Lapid es el jefe de filas de la segunda formación con más sufragios —Yesh Atid (Hay Futuro, en hebreo)— en la Kneset, tras el Likud de Netanyahu. Ahora espera concentrar en su candidatura el voto de centroizquierda y laico frente al bloque nacionalista y religioso: una tarea hercúlea. Defiende la solución de los dos Estados para el conflicto con los palestinos, pero su prioridad es la defensa del laicismo y de las clases medias urbanas que apenas llegan a fin de mes en uno de los países más caros de la OCDE. 

Hijo de un superviviente del Holocausto, que emigró a Israel desde la extinta Yugoslavia antes de ser también periodista y ministro; el nuevo primer ministro israelí se inspira en el programa reformista del presidente francés, Emmanuel Macron. A su paso por el Gobierno, impulsó la incorporación al servicio militar de los estudiantes de lasl yeshivas (escuelas rabínicas), del que estaban eximidos. “Nosotros no odiamos a los jaredíes [ultraortodoxos], pero ya no podemos mantenerlos”, advirtió entonces. Ultrarreligiosos y extremistas de derecha le consideran su bestia negra.

El cesarismo, la obsesión por ocupar el poder para siempre, llevó a Netanyahu a asesinar políticamente a los herederos que amenazaban con desafiarle desde su propio campo del centroderecha. El primer judas fue Avigdor Lieberman (actualmente ministro de Finanzas), un ultraconservador laico que decidió romper la dependencia de los ultrarreligiosos. Otro delfín, Gideon Saar, ahora ministro de Justicia, le retó sin éxito en unas primarias internas del Likud. 

Bennett fue también estrecho aliado de Netanyahu durante ocho años. Pero hace un año dio el salto mortal a una coalición con el centroizquierda. Los votantes y los afiliados de su movimiento ultranacionalista no han soportado el pragmatismo que ha exhibido en su mandado. Él solía adelantar siempre por la derecha a Netanyahu con un discurso radical.

A los 50 años, Bennett encarnaba la imagen del ideal de triunfador en la sociedad israelí. Joven militar en una prestigiosa unidad de comandos que operaba tras las filas enemigas, exitoso emprendedor de negocios tecnológicos —que le convirtieron en multimillonario en Nueva York en 2005—, y luego ministro y jefe del Gobierno. “Mientras esté en mi mano y tenga el poder y la capacidad de control, no cederé ni un centímetro de la Tierra de Israel [en la que incluye Jerusalén Este y Cisjordania]”, proclamaba antes de ocupar el sillón de primer ministro de la potencia militar, económica y tecnológica de Oriente Próximo. El primer mandatario que se ha cubierto la cabeza con una kipá judía (minúscula, en su caso) ha sido desalojado del poder por la fuga de sus propios diputados y aliados políticos, incapaces de soportar su increíble metamorfosis: de líder de los colonos a gobernante moderado. 

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