Macron se enfrenta a la segunda huelga de diplomáticos de la historia de Francia
El presidente quiere suprimir los cuerpos de élite de la diplomacia y abrirlos a otros especialistas. Los afectados le acusan de amenazar la influencia del país en el exterior
Los diplomáticos franceses se han declarado este jueves en huelga por segunda vez en la historia. El motivo es la decisión del presidente Emmanuel Macron de suprimir el cuerpo de ministros plenipotenciarios y el de los consejeros de asuntos exteriores: la élite de la diplomacia. Macron pretende abrir la diplomacia a altos funcionarios y especialistas de otros terrenos. Los diplomáticos denuncian que la reforma amenaza la influencia global de Francia, potencia nuclear, con un sillón perma...
Los diplomáticos franceses se han declarado este jueves en huelga por segunda vez en la historia. El motivo es la decisión del presidente Emmanuel Macron de suprimir el cuerpo de ministros plenipotenciarios y el de los consejeros de asuntos exteriores: la élite de la diplomacia. Macron pretende abrir la diplomacia a altos funcionarios y especialistas de otros terrenos. Los diplomáticos denuncian que la reforma amenaza la influencia global de Francia, potencia nuclear, con un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y la tercera red de misiones internacionales después de Estados Unidos y China.
“La reforma destruirá la especificidad del oficio de diplomático, un oficio complicado y exigente”, dijo el veterano diplomático Jean Mendelson, quien, entre otros puestos, fue embajador en Cuba. Mendelson se manifestaba junto a unos centenares de colegas —jóvenes diplomáticos y jubilados, como él— ante el Quai d’Orsay, la histórica sede del Ministerio de Exteriores en París. “La reforma debilitará terriblemente la capacidad francesa para hacer valer su peso”, añadió.
Francia es un país acostumbrado a las huelgas y manifestaciones, también de funcionarios públicos. Es poco habitual, en cambio, que quienes protesten sean los que ocupan los eslabones más altos de la Administración. La huelga anterior fue en 2003 contra los recortes financieros y de personal. En 1986 hubo un paro de unas horas para celebrar una “reunión informativa” en el Quai d’Orsay ante el malestar por los nombramientos políticos en cargos de embajadores, pero aquella protesta no se calificó como “huelga”.
Entre los diplomáticos que apoyan ahora la movilización figuran embajadores y directores regionales en el ministerio. Jean-Yves Le Drian, ministro de Exteriores de Macron desde 2017 y hasta hace unos días, se oponía a la reforma. Su sucesora en el nuevo Gobierno nombrado tras las elecciones presidenciales de abril es una diplomática de carrera: Catherine Colonna.
Refundar la cúpula de la Administración
La reforma del Quai d’Orsay, publicada en un decreto entre las dos vueltas de las presidenciales, es una pieza más en un plan más amplio de transformación de la alta Administración del Estado. El primer paso fue la supresión de la Escuela Nacional de Administración (ENA), vivero de la clase dirigente francesa, y su sustitución por un establecimiento llamado Instituto del Servicio Público. El segundo, el fin del llamado cuerpo prefectoral, integrado por los prefectos. En España el equivalente de los prefectos son los delegados del Gobierno. Pero en un país centralista como Francia, los prefectos disfrutan de un poder considerable y, para acceder al cargo, se requiere una formación y una trayectoria profesional específica, como la de un embajador.
Con la fusión progresiva, a partir de 2023, de los cuerpos de ministros plenipotenciarios y de consejeros de asuntos exteriores en el nuevo cuerpo de los administradores del Estado, Macron da un paso más en su voluntad de refundar la cúpula de la Administración. Conecta con una de sus obsesiones desde que era ministro de Economía hace casi una década: sacudir “los corporativismos” de la política y la sociedad. La idea no es acabar con las funciones de embajador o prefecto, sino fomentar la movilidad. Es decir, que un prefecto puede acabar siendo diplomático, y viceversa. Y que un diplomático puede ostentar un cargo en el Ministerio de Ecología, y viceversa.
“Nuestro objetivo es que las competencias puedan circular fuera de los silos que encierran a unos y otros”, dijo a finales de 2021, en declaraciones al diario L’Opinion, la entonces ministra de la Función Pública, Amélie de Montchalin. El argumento es que en Francia, donde el peso del Estado central es mayor que en otras democracias del entorno, la Administración no está preparada para el siglo XXI, y las inercias y los grupos de presión impiden una respuesta flexible a los desafíos. Los altos cuerpos del Estado, según Montchalin, actúan como “un candado” para mantener el sistema.
El “Estado profundo”
Las tensiones de Macron con el Quai d’Orsay no son nuevas. No se debe solo a su tendencia a acaparar poderes, que en el caso de la política europea y exterior —su tema favorito— es evidente. Ha habido episodios sonados, como el discurso ante los embajadores en 2019. El presidente incomodó a los presentes al denunciar, con términos propios del expresidente estadounidense Donald Trump, la existencia de un “Estado profundo” dentro del Ministerio de Exteriores. Este Estado profundo, según su teoría, estaría torpedeando el deshielo que el presidente intentaba en aquel momento con la Rusia de Vladímir Putin. El tiempo y la guerra en Ucrania han dado la razón a quienes, en el Quai d’Orsay, eran escépticos con aquel acercamiento.
La huelga del jueves puede entenderse como otro episodio en el pulso entre el poder político y el administrativo. En una tribuna publicada en Le Monde el 25 de mayo, 500 empleados del Quai d’Orsay alertaron del riesgo de que, con lo que califican de “supresión brutal del cuerpo diplomático”, sea más fácil en el futuro para los dirigentes políticos recurrir a “nombramientos de complacencia”. En otras palabras, nombrar como embajadores o cónsules a amigos o aliados procedentes de la política o la empresa y sin experiencia diplomática, como sucede en Estados Unidos.
“La diplomacia no es un oficio que se improvise: son competencias adquiridas durante años en París, en las embajadas, en las representaciones permanentes”, explicó, durante la manifestación del jueves, uno de los 500 firmantes, un diplomático de 36 años llamado Benjamin. “La reforma no es peligrosa para nosotros, personalmente”, añadió, “sino para Francia, su política internacional y su lugar en el mundo”. El diplomático, que prefirió no dar su apellido, iba con traje y corbata, y un altavoz en la mano para lanzar consignas.
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