Orgías y cocaína en el orden del día del Capitolio, según el congresista más joven
El republicano Madison Cawthorne, 26 años, declara que políticos a los que tenía en alta consideración le han invitado a encuentros sexuales de grupo
“Nunca un momento aburrido” (en inglés, Never a dull moment), es una de las frases más amables, que pueden escribirse sin caer en lo vulgar, que mejor definen la capital de Estados Unidos, el corazón del poder político. Los congresistas y lobistas norteamericanos saben que en toda reunión en la que participan, en cada conversación en la que expresan una opinión, hay alguien que toma notas, aunque sea mentalmente, que en algún momento, un año después, cinco años después o un cuarto de siglo después, aparecerán en un impactante título que, aun brevemente, hará furor en las librerías.
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“Nunca un momento aburrido” (en inglés, Never a dull moment), es una de las frases más amables, que pueden escribirse sin caer en lo vulgar, que mejor definen la capital de Estados Unidos, el corazón del poder político. Los congresistas y lobistas norteamericanos saben que en toda reunión en la que participan, en cada conversación en la que expresan una opinión, hay alguien que toma notas, aunque sea mentalmente, que en algún momento, un año después, cinco años después o un cuarto de siglo después, aparecerán en un impactante título que, aun brevemente, hará furor en las librerías.
Atendiendo a esa máxima de vivir al límite, una visión que llevó al extremo la serie de Netflix House of Cards, el congresista más joven en llegar al Capitolio de la nación ha incendiado esta semana las filas del Partido Republicano con unos comentarios propios del personaje que representa Kevin Spacey en la saga que da vida a Francis Underwood.
Madison Cawthorn, congresista republicano por Carolina del Norte, afirmó el pasado jueves que compañeros suyos de bancada le habían invitado a participar en una orgía y habían esnifado cocaína en su presencia. Con tan solo 14 meses en el Capitolio de la nación, el joven de 26 años era cuestionado en el podcast de John Lowell Warrior Poet Society si el retrato de la inmoralidad y bajeza humana que ponía en escena House of Cards se ajustaba a la realidad. “¿Es ficción o estamos más bien ante un documental?”.
Bien, según el joven Cawthorne, es moneda de uso corriente que te inviten a formar parte de una orgía o que destacados miembros del establishment embarcados en la lucha contra las drogas inhalen rayas de cocaína como si tal cosa. “Como dijo un presidente sobre la serie House of Cards, lo único que no es creíble de ella es que se pueda aprobar una legislación sobre educación tan rápido como sucede en esa ficción”, dijo Cawthorne. Por tanto, no solo el sexo en grupo y las drogas serían parte del día al día de la política en Washington; también lo serían el chantaje, la difamación, la traición e incluso el asesinato.
Retrata el joven postrado en una silla de ruedas como consecuencia de un accidente de tráfico en 2014 un mundo político sórdido en el que se trafica con secretos que pueden arruinar carreras o se guardan historias -en este caso los periodistas- con las que chantajear eventualmente a alguien que esté en una posición de poder.
“Toda mi vida he admirado a estos tipos, siempre he prestado mucha atención a la política”, explica Cawthorne. “Y de repente te invitan, ‘eh, vamos a tener una reunión de carácter sexual en nuestros hogares, deberías venir”, prosigue el joven. “Y yo me quedo perplejo y me pregunto ‘¿a qué me acabas de invitar?’. “Es entonces cuando te das cuenta de que te están proponiendo ir a una orgía”.
Las declaraciones han creado un efecto perverso de denuncia con nombres y apellidos, ya que los más altos líderes del Partido Republicano exigen mantener una conversación con el joven republicano para pedirle explicaciones por sus incendiarios comentarios. Scott Perry, presidente del ultraconservador House Freedom caucus, al que también pertenece Cawthorne, exige que el político de Carolina del Norte identifique a los individuos que dice han formado parte de las bacanales sexuales o han sucumbido al atractivo veneno de las drogas.
Como escribe Mark Leibovich en su libro This Town, Washington es una ciudad “ampliamente incomprendida”. Fagocitada por el dinero, por abogados y periodistas, existe una auténtica fiebre del oro por lograr el mayor chisme de la capital de la nación. Ese cotilleo ha enfurecido al líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien aseguró que planeaba mantener una conversación cara a cara con Cawthorn.
De acuerdo con la información de su página web, este propietario y presidente de una empresa de inversión inmobiliaria se define como un defensor a ultranza de la Segunda Enmienda de la Constitución -la que da derecho a portar armas-, un conservador constitucional “que está comprometido con defender los valores de la fe, la familia y la libertad en Estados Unidos”.
Desde su elección, Cawthorne ha provocado una buena cantidad de tormentas políticas. La última tuvo que ver con las críticas que le llovieron desde miembros de su propio partido por describir al presidente ucranio Volodímir Zelenski como un “matón” en medio de la brutal invasión de Rusia. Que nadie se llame a engaño, desde su página web el político ya hace toda una declaración de intenciones. “Fe. Familia. Libertad”. “Mandamos a Washington un arma [Cawthorne] que acabe con la división política y nos devuelva la América que hemos perdido”.
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