La guerra de Ucrania golpea las exportaciones de armamento ruso

Los socios tradicionales de Moscú reducen sus compras mientras Washington y Bruselas presionan a varios países para que dejen de importar material militar fabricado en Rusia

Un vehículo blindado de transporte militar, el pasado agosto en una exposición internacional de armamento en Kubinka, a las afueras de Moscú.Mikhail Svetlov (Getty Images)

Los años en los que Rusia aspiraba a convertirse en el mayor exportador mundial de armamento han quedado atrás. Desde que el valor de las ventas de material militar ruso alcanzó su pico hace un decenio, la India y China, los principales importadores, han reducido su dependencia de Moscú; mientras que las compras de otros socios tradicionales, como Argelia o Venezuela, han caído en picado. A un futuro negro para la industria armamentística rusa se suma la tremenda presión que Estados Unid...

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Los años en los que Rusia aspiraba a convertirse en el mayor exportador mundial de armamento han quedado atrás. Desde que el valor de las ventas de material militar ruso alcanzó su pico hace un decenio, la India y China, los principales importadores, han reducido su dependencia de Moscú; mientras que las compras de otros socios tradicionales, como Argelia o Venezuela, han caído en picado. A un futuro negro para la industria armamentística rusa se suma la tremenda presión que Estados Unidos y la Unión Europea ejercerán sobre Egipto, Turquía y Serbia, entre otros, para que corten de raíz sus importaciones por la brutal ofensiva que el Kremlin ha lanzado sobre Ucrania.

Aun antes de la invasión de Ucrania, el valor de las exportaciones rusas de armamento se había reducido un 26% entre 2017 y 2021 respecto al quinquenio anterior, según un informe que publica este lunes el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI). El desplome no fue mayor porque Egipto —tercer importador mundial tras la India y Arabia Saudí— multiplicó por ocho sus compras al país durante ese periodo. De los datos del centro de investigación sueco se desprende que las exportaciones rusas sumaron en el último lustro menos de una quinta parte de las ventas globales (19%), algo que aún no había sucedido este siglo. También, que las exportaciones estadounidenses equivalieron a más del doble que las rusas por primera vez desde 1999.

Entre el casi medio centenar de países que aún reciben encargos de las fábricas rusas, muchos van a tener que reconsiderar sus planes. Como parte de la respuesta a la invasión de Ucrania, Washington y Bruselas elevarán su presión para que cancelen los contratos vigentes y no lleguen a ningún nuevo acuerdo con Moscú.

Egipto será uno sobre los que se ejerza una presión mayor. Desde la llegada al poder de Abdelfatá al Sisi, en 2014, el régimen ha transformado las Fuerzas Armadas con compras multimillonarias. Y en los últimos años, El Cairo ha mostrado predilección por el armamento ruso. Muchos analistas anticipan que EE UU amenazará a Egipto con cortar los 1.300 millones de dólares (1.190 millones de euros) anuales que le entrega en concepto de asistencia militar si no suspende sus compras a Rusia.

Turquía también se verá en una encrucijada. El segundo mayor Ejército de la OTAN desafió en 2017 al resto de sus socios con la compra del sistema de defensa antiaéreo ruso S-400, lo que provocó que Washington, con Donald Trump en la presidencia, impusiera sanciones a Ankara. El pasado septiembre, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, alertó de que la adquisición de más proyectiles rusos estaba sobre la mesa. Sin embargo, el periódico Sabah publicó en diciembre que Turquía había comenzado a desarrollar su propio sistema de misiles tierra-aire y antibalísticos. Siemon Wezeman, investigador del SIPRI y coautor del informe, sostiene por teléfono que “a Ankara no le queda otra más que realinearse con sus aliados transatlánticos”.

La presión occidental tendrá menos repercusiones en la India y China, los dos principales compradores de armas rusas, pero el volumen de sus adquisiciones continuará disminuyendo. Los dos gigantes asiáticos han desarrollado en los últimos decenios su industria armamentística, y Nueva Delhi ha diversificado sus compras, con Francia y EE UU como países más beneficiados. Wezeman cree que China “ha cubierto durante décadas sus necesidades con importaciones rusas, como de motores o de helicópteros, pero hoy ya no hay prácticamente nada que Pekín no sea capaz de producir”.

La mayoría del resto de principales socios comerciales de Rusia también han reducido mucho sus compras por distintos motivos. En el caso de Argelia, el régimen las ha disminuido de manera notable tras un periodo de renovación de su arsenal. Y en otros, como los de Venezuela o Siria, el volumen de sus importaciones ha pasado a resultar irrelevante.

En Europa, solo Bielorrusia y Serbia compran armas rusas. Minsk, principal aliado del Kremlin en el ataque a Ucrania, prácticamente ha duplicado sus importaciones de armamento en el último quinquenio, y el 99,9% de lo recibido llegó desde Rusia. Belgrado, por su parte, también ha aumentado su gasto en material bélico desde 2016, siendo más del 85% de fabricación rusa o bielorrusa. Wezeman opina que la UE pondrá a Serbia entre la espada y la pared: “De no romper con Moscú, no solo dejará de recibir armamento de los países comunitarios; su roce con Bruselas afectará a distintos ámbitos”.

Un sistema de defensa antiaéreo Pantsir-S1, operado por el Ejército de Serbia en 2019 durante unas maniobras militares.Serbian Presidential Press Service

Los tentáculos de Washington influirán profundamente en receptores asiáticos de armas rusas como Vietnam, Malasia, Indonesia o Emiratos Árabes Unidos. Más complicado es que ejerzan una presión efectiva sobre la junta golpista de Myanmar, o sobre Armenia y Azerbaiyán, enfrentados militarmente desde la disolución de la Unión Soviética, y a los que Moscú continúa suministrando tanques y misiles a la vez que actúa de mediador entre ambos.

Tampoco parece que las repúblicas exsoviéticas de Asia Central vayan a realizar grandes encargos a la industria armamentística rusa. En Kazajistán, principal importador de la región, algunos expertos han percibido un cierto enfriamiento de las relaciones con Moscú en las últimas semanas, tras la represión sangrienta de las manifestaciones antigubernamentales en el país centroasiático y la guerra en Ucrania. Turkmenistán, cortejado por sus ingentes reservas de gas, ha optado en los últimos años por el material turco y chino en detrimento del ruso. Y el volumen de las compras de Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán roza la insignificancia.

Las ventas de armamento de fabricación rusa llegaron prácticamente a igualar el valor de las estadounidenses en 2002, y otra vez en torno a 2011, según los datos del SIPRI, cuyo sistema de cálculo no se refiere a los precios reales de compraventa, sino que está fundamentado en los costes de producción y no representa cifras exactas. Entonces, cada potencia copaba alrededor del 30% de las transferencias globales. Ahora, la brecha se amplía cada año y Washington cuenta con 103 países compradores, frente a los 45 de Moscú.

En cuanto a las importaciones, el armamento entregado a Rusia en los últimos 20 años ha sido muy limitado, equiparable al adquirido por Suiza o Sri Lanka. Aunque, paradójicamente, más del 85% de lo importado por Moscú en ese periodo llegó desde Ucrania. Además, en 2014 —el año en el que comenzó la guerra entre Kiev y los separatistas prorrusos de la región del Donbás— se alcanzó el mayor volumen de exportaciones ucranias a su actual invasor, principalmente motores y otros componentes para aviones de combate. La última entrega de armas de Ucrania a Rusia registrada en la base de datos del SIPRI se realizó en 2018.

Ucrania solo sumó el 0,1% de las importaciones globales en el último lustro

Los datos publicados este lunes por el SIPRI muestran que las importaciones de Ucrania de armamento entre 2017 y 2021 solo equivalieron al 0,1% de las compras globales. Sin embargo, desde el pasado enero, Occidente comenzó a suministrar armas a Kiev ante la amenaza de Moscú, y los esfuerzos se han redoblado en los últimos días, aunque EE UU y sus aliados europeos actúan con prudencia y cautela por temor a una réplica del Kremlin.

A pesar de que las importaciones de Ucrania han sido muy escasas desde 2014, destaca la compra de una docena de drones turcos que se han convertido en imprescindibles para el Ejército ucranio en su lucha por frenar la expansión de las tropas rusas. En los últimos días, los Bayraktar —cuya eficiencia ya había quedado demostrada en Siria, Libia o Nagorno Karabaj— han destrozado lanzaderas de misiles, tanques y convoyes de suministro, según el Pentágono. Ucrania comenzó a utilizar los aviones no tripulados de fabricación turca para atacar a los rebeldes del Donbás el pasado otoño. Semanas después, Kiev anunció un acuerdo para adquirir otros 24 drones; y en febrero, unos días antes del inicio de la ofensiva rusa, Ankara anunció que instalaría en Ucrania un centro para producir más Bayraktar y formar pilotos.

Wezeman cree que el volumen de armamento importado por Ucrania en los últimos cinco años habría sido muchísimo mayor si la situación económica no hubiera resultado asfixiante para el Gobierno de Kiev. El experto también recalca que los planes del Ejército ucranio estaban centrados en lidiar con las milicias de las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk, no con un ataque a gran escala de una superpotencia militar. 

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