El Parlamento italiano abre la carrera para elegir al próximo presidente de la República
Las votaciones para la sucesión de Sergio Mattarella comenzarán el 24 de enero. Líderes como el primer ministro Draghi o el exmandatario Berlusconi han mostrado disposición a asumir el cargo
La batalla del Quirinal para encontrar al sucesor durante los próximos siete años de Sergio Mattarella como presidente de la República arrancará el próximo 24 de enero oficialmente en el Parlamento. Aunque los juegos políticos ya comenzaron entre bambalinas hace semanas, ese día, fijado por el presidente de la Cámara de los diputados, Robert...
La batalla del Quirinal para encontrar al sucesor durante los próximos siete años de Sergio Mattarella como presidente de la República arrancará el próximo 24 de enero oficialmente en el Parlamento. Aunque los juegos políticos ya comenzaron entre bambalinas hace semanas, ese día, fijado por el presidente de la Cámara de los diputados, Roberto Fico, los parlamentarios votarán por primera vez, en secreto y escribiendo el nombre del candidato en un papel.
Hasta ahora, en esta partida todos los movimientos se están haciendo con reserva y nadie se ha arriesgado a destapar sus cartas, ni los posibles candidatos, ni los grupos políticos, pero el debate se irá intensificando a medida que se acerque la votación.
Aún hay pocos nombres sobre la mesa con opciones para convertirse en el próximo inquilino del Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República. El más prometedor es el del actual primer ministro Mario Draghi, que ha deslizado que estaría disponible para el cargo, alegando que el Gobierno de gran coalición que dirige podría continuar adelante sin él. El economista de prestigio internacional y expresidente del Banco Central Europeo se puso en febrero al frente del Ejecutivo con la tarea de conducir al país hacia la recuperación económica y en este tiempo se ha consolidado como el jefe de Gobierno con más consenso de los últimos años. Otro posible candidato, aunque de éxito improbable, es Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro de Italia, que ya ha comenzado una sutil campaña de captación de votos.
Recientemente, varias figuras del mundo de la cultura, entre ellas actrices, cantantes, novelistas e intelectuales han lanzado un llamamiento, publicado en los medios, para que se elija por primera vez a una mujer como presidenta de la República. “Es hora de que una mujer llegue al Quirinal. Creemos que ha llegado el momento de darle cuerpo a esa idea de igualdad de género, tan compartida y apoyada por las fuerzas más democráticas y progresistas de nuestro país”, han afirmado personalidades como las escritoras Dacia Maraini, la cantante Fiorella Mannoia, o la actriz Sabina Guzzanti, entre otras. El nombre de la actual ministra de Justicia, Marta Cartabia, es uno de los que ha sonado con más fuerza en los últimos días.
La elección del jefe del Estado siempre se convierte en una batalla política trepidante, sobre todo en su recta final, cuando deja de jugarse a puerta cerrada. Los líderes políticos cambian de idea a la velocidad del rayo y se convierten en expertos en orfebrería para atender todas las opciones en juego. Esta ocasión es una prueba de fuego para el laboratorio político italiano, ya que todas las formaciones, salvo la ultraderechista Hermanos de Italia, actualmente minoritaria, pero volando en las encuestas, sostienen con una inmensa y heterogénea coalición al Ejecutivo. Por un lado, una posible división de la gran mayoría para la elección del jefe de Estado podría provocar un terremoto en el Gobierno y por otro, una eventual elección de Draghi daría paso a la intrincada disyuntiva de buscar un nuevo primer ministro o acudir a las urnas.
Dos de los principales partidos, el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y el Partido Democrático (PD) se presentan divididos. Y en ambas formaciones, con varios ministros en el Gobierno, hay quien apuesta que Draghi se quede donde está para completar las reformas y asegurar la estabilidad del Ejecutivo. Mientras que otros, como el secretario del PD, Enrico Letta, se inclinan por abrir las puertas del Palacio del Quirinal al exbanquero para asegurarse el reconocimiento internacional. La derecha, aunque ha tratado de mostrar una imagen de unidad, también está, por el momento, sin consenso.
La Cámara de los Diputados y el Senado, encargados de elegir al próximo jefe del Estado, se reunirán en sesión conjunta el día 24, algo que ocurre en muy pocas ocasiones. La elección es secreta y el candidato ganador necesitará el respaldo de una mayoría de dos tercios de la asamblea, pero a partir de la cuarta votación le bastará con la mayoría absoluta. El número total de votantes, denominados “grandes electores”, para la Presidencia de la República es de 1.009.
El recuento de votos es público y se hace en voz alta con la lectura de todas las papeletas. Este método a veces provoca un efecto cómico involuntario, cuando se leen las preferencias de parlamentarios que han votado por personajes que poco tienen que ver con la política, del estilo del desaparecido dictador fascista Benito Mussolini, o el actor porno Rocco Siffredi, como ha sucedido en otras ocasiones. Esta alternativa al voto en blanco a veces esconde estudiadas maniobras de palacio para agotar las votaciones y rebajar la mayoría necesaria.
Otro fenómeno curioso a tener en cuenta es el de los llamados “francotiradores”, una palabra autóctona de la política italiana que se utiliza para definir a los parlamentarios que rompen la disciplina de voto de su grupo, aprovechando las votaciones secretas. En algunos casos han resultado decisivos para decantar la balanza.
Estas elecciones han ganado relevancia con el tiempo, dado el papel cada vez más significativo que han adquirido los presidentes en las últimas décadas. El jefe del Estado en Italia es un árbitro de la política con amplias prerrogativas en las formaciones de Gobierno y determinante en las recurrentes crisis políticas del país.
Sergio Mattarella, que ha resultado una figura clave en esta legislatura y que ha rechazado ampliar su mandato, se despidió de la nación, con cierta emoción, en su último mensaje de fin de año en el que deseó confianza y esperanza.
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