Erdogan, contra las cuerdas por su heterodoxa gestión de la economía

La lira se hunde en mínimos históricos exacerbando la inflación y minando la base de apoyo del presidente turco

Un cambista cuenta billetes en una oficina de cambio en Ankara. El billete de 100 liras ha pasado de valer 11 euros a inicios de año a 8 euros en la actualidad.CAGLA GURDOGAN (Reuters)

La polémica gestión económica del presidente Recep Tayyip Erdogan ha hundido la lira en mínimos históricos, algo que está agravando la persistente inflación del país y minando las bases de apoyo del líder islamista tras 19 años al frente de Turquía. Su aprobación va a la baja y figuras de la oposición (como los alcaldes de Estambul y Ankara) le superan en popularidad, lo que aumenta las probabilidades de un cambio político en el futuro cercano.

Aquello de “Cada vez que habla, sube el pan” se podr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La polémica gestión económica del presidente Recep Tayyip Erdogan ha hundido la lira en mínimos históricos, algo que está agravando la persistente inflación del país y minando las bases de apoyo del líder islamista tras 19 años al frente de Turquía. Su aprobación va a la baja y figuras de la oposición (como los alcaldes de Estambul y Ankara) le superan en popularidad, lo que aumenta las probabilidades de un cambio político en el futuro cercano.

Aquello de “Cada vez que habla, sube el pan” se podría aplicar literalmente a Erdogan. El miércoles, a medida que avanzaba en su discurso ante el grupo parlamentario dejando clara su intención de “llevar hasta el final” su lucha contra los altos tipos de interés, la lira perdía valor. Más hablaba el líder turco y más ahondaba en su heterodoxa teoría de que los intereses altos son la causa del alza de precios, más se hundía la cotización de la divisa turca. El jueves, en una ulterior muestra de que se ha convertido en una institución que se limita a seguir los designios del presidente, el Banco Central recortó los tipos de interés hasta el 15 %, hundiendo aún más el cambio de lira frente a dólar y euro y, con ello, empeorando las perspectivas de una inflación desbocada (20% según estadística oficial, más del doble según cálculos alternativos), ya que la industria e incluso la agricultura de Turquía deben importar insumos en divisa extranjera para poder producir.

Mientras los diputados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) aplaudían el discurso de su líder, una persona de la bancada permanecía notablemente de brazos cruzados: el ministro de Finanzas, Lutfi Elvan, sobre el que se han multiplicado los rumores de una posible dimisión, ya que es contrario a la política monetaria que ha impuesto Erdogan. Solo esta semana, la lira ha perdido un 9 % y se cotiza a un tercio de su valor de febrero. El plan, según algunos analistas locales, es que una lira barata sirva para estimular las exportaciones y que ese auge exportador termine afectando positivamente al resto de la economía. Sin embargo, los grandes números macro no se sienten a pie de calle.

Dificultades por el encarecimiento de la vida

Las encuestas de Metropoll indican que el 72% de los turcos sufre “muchas dificultades” por el encarecimiento de la vida y otro 22 % asegura que la alta inflación le afecta negativamente pero de momento “no de forma insoportable”. El 80% de los encuestados afirma tener problemas para hacer frente a las facturas de luz, agua y gas.

La progresiva pérdida de capacidad adquisitiva afecta a toda la población pero especialmente a aquellos que viven con lo justo: los pocos que pueden ahorrar lo hacen en oro, dólares o euros, lo que les permite conservar o incluso aumentar su patrimonio, ahondando así la brecha de la desigualdad. No en vano, la economía es el principal problema citado por los turcos en todas las encuestas. Según la empresa demoscópica AREA, un 72% de los electores considera que las políticas económicas del Gobierno son un “fracaso”.

Los sectores agraviados por la mala gestión económica son cada vez más numerosos. Los sindicatos se prestan a dar una dura batalla en las negociaciones de revisión del salario mínimo del mes que viene y la principal patronal del país, TÜSIAD, es cada vez más abierta en sus críticas al Gobierno.

Incluso dentro del campo gubernamental. “Está enriqueciendo a sus amigos constructores mientras el resto del país nos empobrecemos”, critica en privado un periodista de un medio progubernamental. Y una fuente de un canal ligado a la oposición, que hasta ahora tenía serios problemas financieros por un boicot de anunciantes a instancias del Ejecutivo, confiesa que la televisión ha comenzado a recibir importantes inyecciones de dinero gracias a la publicidad de cada vez más empresas, parte de ellas cercanas al AKP, un ejemplo de que algunos actores están diversificando sus apuestas ante un eventual cambio de tornas.

La ausencia de manifestaciones o conflictividad social puede llevar a engaño. Prácticamente, todos los conatos de protesta son rápidamente reprimidos por la policía. Pero eso también detrae al Gobierno un termómetro imprescindible para saber cómo respira la calle.

A lo largo de su carrera, Erdogan ha sido muy hábil a la hora de recoger el sentir mayoritario y utilizarlo a su beneficio. Ningún líder es capaz de mantenerse dos décadas en el poder con grandes dosis de aprobación si no es capaz de ello. Sin embargo, este olfato político le está comenzando a fallar.

Sus antiguos colaboradores llevan años quejándose de que quienes actualmente asesoran a Erdogan son incapaces de llevarle la contraria y, en sus conversaciones con el presidente, le pintan una imagen rosa del país. Una anécdota publicada recientemente por el diario británico Financial Times sirve para ejemplificar la progresiva pérdida de contacto del líder turco con la realidad del país. Un miembro del partido gobernante trató de alertar a Erdogan del creciente malestar entre la población por la situación económica y este reaccionó iracundo: “Mientes. Yo conozco las calles mejor que tú”. De ahí que su actual equipo prefiera mantener al presidente en la inopia antes que arriesgarse a perder el puesto de trabajo.

Intención de voto

La pasada semana, Temel Karamollaoglu, líder de una pequeña formación islamista opositora, fue llamado a palacio para entrevistarse con Erdogan. Al término de la reunión, Karamollaoglu explicó a la prensa que el presidente “está contento con la marcha del país” y “cree que la gente está también contenta”. Para Erdogan, el único problema es el actual sistema de elección presidencial, que exige recibir más del 50% de los votos en la primera o segunda ronda de votación. Aunque es un umbral consustancial a los regímenes presidenciales como el que él se empeñó en instaurar en Turquía, algunos miembros de su partido han propuesto rebajarlo, lo que, según la oposición, es muestra de que el Gobierno teme perder el poder en unos eventuales comicios.

Por primera vez, las encuestas sitúan a la coalición opositora (formada por el partido socialdemócrata CHP, el derechista IYI y el islamista SP) con una intención de voto ligeramente mayor a la de la coalición gobernante (el AKP de Erdogan y el partido ultraderechista MHP), si bien ambas reciben en torno al 40% del apoyo. El resto del electorado opta por partidos también contrarios a Erdogan aunque no enclavados en coaliciones. Además, en la competición por el puesto de presidente varios posibles candidatos de la oposición superan en intención de voto a Erdogan. Así que esta semana, impelidos por la crisis de la lira, los líderes de la oposición hicieron un llamamiento a anticipar las elecciones.

Pero los comicios están fijados para junio de 2023 y Erdogan ha subrayado varias veces que no habrá adelanto electoral. Tampoco tiene razones para ello, dada la situación. La cuestión es si las fuerzas que lo sustentan en el poder —tanto políticas como sociales: ciertas empresas, estratos de población, organizaciones religiosas y grupos de interés—, se mantendrán hasta entonces.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Más información

Archivado En