La oposición en Argentina recibe con cautela los llamados del Gobierno peronista a un diálogo
Las principales fuerzas exigen para sentarse que la oferta tenga el apoyo explícito de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner
La oposición desconfía de cualquier diálogo con el peronismo. En el fragor de la noche electoral, el presidente, Alberto Fernández, llamó a sus detractores políticos a discutir en el Congreso “un plan económico plurianual”, una exigencia que el Fondo Monetario Internacional pone para discutir un nuevo cronograma de pagos de la deuda que arrastra el país sudamericano. Pero los líderes de ...
La oposición desconfía de cualquier diálogo con el peronismo. En el fragor de la noche electoral, el presidente, Alberto Fernández, llamó a sus detractores políticos a discutir en el Congreso “un plan económico plurianual”, una exigencia que el Fondo Monetario Internacional pone para discutir un nuevo cronograma de pagos de la deuda que arrastra el país sudamericano. Pero los líderes de Juntos por el Cambio, la alianza que ganó las legislativas del pasado domingo, han puesto condiciones. Exigen, sobre todo, que quede claro que cualquier plan a mediano plazo debe tener el visto bueno de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, árbitro en las luchas que dividen a la coalición de Gobierno. Quieren también un gesto político: que el peronismo admita que el domingo perdió las elecciones de medio término y desista de las exhibiciones de triunfo.
El domingo dejó un resultado que activó festejos a los dos lados de la grieta política. La opositora Juntos por el Cambio arrebató el control del Senado al peronismo y en el conteo global de votos superó por casi nueve puntos al oficialismo. Fue una victoria contundente, pero con matices que dieron oxígeno al Gobierno. Cuando se creía derrotado en todos los frentes, como anticipaban los resultados de las primarias celebradas en septiembre, los candidatos del Frente de Todos remontaron en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país e históricamente peronista, y consiguieron al menos mantenerse como primera fuerza en Diputados. La recuperación de medio millón de votos con respecto a las primarias de septiembre en la provincia tuvo lecturas épicas en la Casa Rosada. Tanta fue la euforia, que el presidente Fernández llamó a celebrar este jueves “el triunfo” con una gran manifestación a la Plaza de Mayo. La algarabía del Gobierno opacó los números de la oposición.
En medio de las celebraciones en la Casa Rosada, Fernández lanzó la propuesta de diálogo. Juntos por el Cambio no se decide a aceptar lo que considera un dardo envenenado de un Gobierno debilitado. Pero quedan aún dos años de gestión peronista, y la posibilidad cierta de que la crisis se salga de su cauce puede agriar cualquier proyecto de volver al poder en 2023, cuando se celebrarán las presidenciales. Está además la amenaza de la ultraderecha, que aupada por el descontento y voto de los más jóvenes estará por primera vez en el Congreso con cinco legisladores.
La agenda estará ahora dominada por las negociaciones con el FMI, y hacia allí apunta el presidente Fernández. En un mensaje grabado el domingo, anunció el envió, para principios de diciembre, de “un proyecto de ley que explicite un programa económico plurianual” que dé previsibilidad al futuro económico de Argentina. El presidente aclaró que el plan tiene la aprobación de Cristina Kirchner y Sergio Massa, el presidente de la Cámara baja y tercera pata de la coalición. Intentó así despejar dudas sobre la sustentabilidad política de su propuesta.
“No hubo ninguna convocatoria formal al diálogo. No entendemos el mensaje del Gobierno”, dijo el lunes el titular de la UCR y miembro de Juntos por el Cambio, Alfredo Cornejo. El exgobernador de Mendoza fue uno de los portavoces de una reunión de urgencia en la que los líderes opositores analizaron la oferta del Gobierno. “La convocatoria fue bastante ambigua, no sabemos qué tipo de acuerdo buscan ni que tipo de acuerdo habrá con el FMI. Convocan a la oposición, pero antes tienen que ponerse de acuerdo Cristina [Fernández de Kirchner] y Alberto [Fernández]”, agregó Cornejo. La oposición desconfía, sobre todo, de la disposición al diálogo de la vicepresidenta. Se preguntan si estará dispuesta a aceptar el ajuste fiscal que exigirá el FMI y, sobre todo, si dejará de torpedear la gestión de su delfín político.
Los antecedentes no son para el optimismo. Días después de la derrota oficialista en las elecciones primarias y obligatorias celebradas en septiembre, Kirchner forzó un cambio de Gabinete al que el presidente Fernández se resistía. Su estrategia fue de tierra arrasada: ordenó a los ministros que la representan que presentasen su renuncia; y en una carta pública pidió la cabeza de Santiago Cafiero, jefe de Ministros y mano derecha del presidente. Sugirió incluso al reemplazante: el gobernador de Tucumán, Juan Manzur. Alberto Fernández cedió en todo. Ese es el marco actual de la convocatoria al diálogo.
“¿Va a llevar al Congreso la carta de intención con el FMI?”, se preguntaba el lunes el senador opositor Martín Lousteau, miembro activo en la campaña. “No está claro qué es lo que quiere discutir el Gobierno. ¿O va a mandar marcos conceptuales de lo que hay que hacer para mejorar la situación en la que está el país? ¿Hablará del atraso en las tarifas [de servicios públicos], del sistema cambiario, no sabemos que enviará al Congreso?”, agregó.
La situación económica es apremiante. La inflación ronda el 50% anual y el peso pierde valor cada día frente al dólar. Las restricciones a la compra y venta de divisas apenas detienen la sangría de reservas internacionales del Banco Central, que están bajo mínimos. La única luz que el Gobierno ve al final del túnel es un acuerdo con el FMI que al menos de previsibilidad a los inversores.
En la noche electoral, el presidente Fernández ratificó al ministro de Economía, Martín Guzmán, el hombre que hoy conversa con el Fondo y que está en la mira de Cristina Kirchner desde la derrota electoral en las primarias. En cualquier caso, lo que llegará al Congreso en diciembre no será la carta de intención con el multilateral, sino el plan económico que ofrecerán los negociadores argentinos en Washington. Fuentes de la presidencia dijeron a EL PAÍS que la idea es que esa hoja de ruta esté respaldada por por el Congreso, para que sea más creíble a los ojos extranjeros. No es fácil para Argentina hacer promesas a largo plazo. En 2018, el FMI prestó a Mauricio Macri 57.000 millones de dólares, de los cuales entregó 44.000. Solo un año después, el país entraba en cesación de pagos.
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