El dinero ya no confía en la derecha italiana

La elección de los candidatos para las próximas elecciones municipales muestra la falta de cuadros dirigentes y el vacío ideológico dejado por la descomposición de Forza Italia

Matteo Salvini, líder de la Liga, y Giorgia Meloni, de Hermanos de Italia, en el foro económico de Cernobbio.MATTEO BAZZI (EFE)

Italia celebra la primera semana de octubre la última gran cita electoral antes de que el Parlamento nombre en enero al siguiente presidente de la República, la persona que deberá sustituir al popular Sergio Mattarella. Los comicios municipales en las principales ciudades del país (Roma, Turín, Milán, Nápoles, Boloña…) aportarán la temperatura aproximada de una batalla política silenciada por la sordina impuesta en el Gobierno de unidad del presiden...

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Italia celebra la primera semana de octubre la última gran cita electoral antes de que el Parlamento nombre en enero al siguiente presidente de la República, la persona que deberá sustituir al popular Sergio Mattarella. Los comicios municipales en las principales ciudades del país (Roma, Turín, Milán, Nápoles, Boloña…) aportarán la temperatura aproximada de una batalla política silenciada por la sordina impuesta en el Gobierno de unidad del presidente del Consejo de Ministros, Mario Draghi. Los sondeos, el único recuerdo de la convulsa política anterior a esta era tecnócrata, apuntan a algunos cambios que pueden inclinar la balanza a favor de la derecha. Pero sus candidatos, la mayoría personajes de segunda fila, no ilusionan a los ciudadanos ni al sector empresarial que tradicionalmente les había apoyado. Faltos de una derecha liberal y moderada, los poderes económicos se sienten incómodos con la deriva nacionalista y el tono agresivo de la nueva derecha.

El fin de semana pasado, en el Foro Ambrosetti, la gran cita económica del inicio de curso, muchos asistentes lamentaban el bajo nivel del banquillo de un espectro político tradicionalmente cercano. Por primera vez en mucho tiempo, el establishment italiano desconfía de la derecha y de su habilidad para crear problemas con Europa en pleno boom económico. Desaparecida del mapa la Forza Italia de Silvio Berlusconi, no hay un aliado claro. “La derecha que aspira a gobernar no tiene cuadros dirigentes que transmitan confianza. Solo hay que fijarse en lo que han tenido que sudar para conseguir a dos candidatos que no conocía nadie para las dos ciudades más importantes de Italia”, señalaba un histórico representante de ese mundo el sábado por la mañana. Se refería a Enrico Michetti, un locutor de radio local con incómodos arrebatos nostálgicos del Imperio Romano, y a Luca Bernardo, un médico desconocido que pretende disputarle la alcaldía al actual regidor socialdemócrata, Giuseppe Sala.

La coalición de derechas, compuesta por Hermanos de Italia, La Liga y Forza Italia, pasó meses imponiendo vetos sobre los candidatos que proponían sus socios. No lograron ponerse de acuerdo. Había pocos y siempre demasiado inclinados hacia un lado. Matteo Salvini, líder de La Liga, ha perdido ahora más de una decena de puntos en los sondeos, pero su partido creció desorbitadamente en pocos años y el aumento de apoyo no fue acompañado de la ampliación sólida de los dirigentes del partido. Hermanos de Italia es demasiado joven y Forza Italia se encuentra en descomposición. De modo que para estas elecciones buscaron en la sociedad civil. “Fue una locura. Había candidatos políticos fuertes. El miedo a la subida de Fratelli di Italia ha sido clave para cometer ese error. Y para poner de acuerdo a los tres partidos se ha terminado buscando a figuras irrelevantes: tanto en Milán como en Roma”, admite un peso pesado del partido de Giorgia Meloni.

El candidato a la Alcaldía de Roma por Fratelli di Italia, Enrico Michetti (derecha), y su consejero Francesco Cuomo, durante un acto de presentación de candidaturas el pasado día 7. Stefano Montesi / GEtty

El problema de las listas de la derecha en algunos lugares como Roma trasciende a los cabezas de cartel. Los aspirantes a consejeros emergen de un espectro grotesco que va desde los antivacunas a ultras de fútbol con tatuajes abiertamente nazis [Francesco Cuomo]. Pese a todo, el candidato Michetti encabeza las encuestas. Su problema, como el de algunos de sus colegas en otras ciudades, será la segunda vuelta, donde no tiene ninguna posibilidad de imponerse. La fotografía de Roma dice hoy que quien quede segundo en la primera votación ganará las elecciones en el llamado ballottaggio (la segunda vuelta, que se activa si nadie llega al 50,1% de los votos en la primera ronda).

El Partido Democrático (PD), que en algunas ciudades formará una novedosa coalición con el Movimiento 5 Estrellas, ofrece más confianza al establishment. Se presenta en la capital en solitario con el exministro de Economía, Roberto Gualtieri, que apunta al segundo puesto en la primera vuelta. Los socialdemócratas buscaron en sus filas a alguien de peso para competir con la actual alcaldesa, Virginia Raggi. “Había otros posibles candidatos”, lamenta un miembro de la Liga. El PD encarna así de forma más nítida los deseos de cierto establishment italiano: qué mejor que un exministro de Economía para poner orden en el caos financiero y de gestión de la capital. De hecho, una lista de empresarios y constructores, tradicionalmente ligados a la derecha, ha mostrado ya su apoyo al candidato del PD.

La falta de cantera política, coincide todo el mundo, es la principal causa de la desconexión de la derecha con el mundo que tradicionalmente la sostuvo. Roberto D’Alimonte, analista político y experto en sondeos, atribuye la autoría del problema a Salvini. “Hizo una gran operación de metamorfosis con La Liga convirtiendo un partido regional en uno nacional y nacionalista. Pasó del 4% de apoyos al 33%. Pero ahora el partido debe volver a mutar y convertirse en la formación de referencia de la derecha moderada. El apoyo al Gobierno de Draghi parecía parte de ese plan, pero Salvini no lo está llevando a cabo hasta el final. Se le ve con dudas. Dice sí a Draghi, pero sigue usando retóricas populistas por miedo al crecimiento de Meloni. Y el establishment no se fía de esas incoherencias”.

La lenta desaparición de Forza Italia, debido a la obsesión de Berlusconi por perpetuarse al frente del único partido que representaba a una derecha moderada, ha dejado espacio a los populismos en ese espectro ideológico. Giuliano Urbani, uno de los fundadores de la formación en 1994, exministro de Cultura entre 2001 y 2005 y preciso analista político, cree que el sueño del partido liberal de masas quedó incompleto. “No lo logramos por esa falta de clase dirigente. El sueño se desvaneció, porque no pudimos ocupar ese espacio. Pero sucede también lo mismo ahora. La derecha ha elegido el populismo, la protesta. Y se encuentra enfrente, en la izquierda, algo parecido. Y eso ha producido una clase dirigente como el propio Salvini, capaces de decir lo que no quieren, pero incapaces de proponer ideas para el desarrollo o generar riqueza”, apunta.

El único candidato de la derecha que parece en condiciones de seducir por sí mismo al electorado y a parte del poder económico es Paolo Damilano, un empresario que se presenta como cabeza de lista en Turín. La capital piamontesa ha estado gobernada en los últimos cinco años por Chiara Appendino, una de las dos mujeres del Movimiento 5 Estrellas que lograron hacerse con grandes ciudades en los comicios de 2016 (junto a Virginia Raggi, en Roma). La ciudad, uno de los motores económicos de Italia, se encomendó entonces a ella, justamente, por su currículum y cercanía con las clases dirigentes. Pero tampoco funcionó y hoy es la gran esperanza de la derecha en las próximas municipales.

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