“Esperanza fiestera”: Brasil supera a EE UU en adultos vacunados con una primera dosis contra la covid-19
El entusiasmo de los más jóvenes por volver a la normalidad vence al negacionismo y el porcentaje de inmunizados alcanza el 71%
Isabel Andrade, de 18 años, fue una de las primeras en llegar el sábado a uno de los puestos de vacunación en São Paulo y esperó ansiosamente su turno. De fondo, sonaban las comparsas de carnaval contratadas por el Ayuntamiento para animar durante el fin de semana la “Virada da Vacina”, 34 horas seguidas de vacunación en las que se administró la primera dosis de la vacuna contra la covid-19 a casi 500.000 personas entre 18 y 21 años. “Evito salir de casa desde el inicio de la pandemia, pero ahora puedo soñar con divertirme en las calles, ¿no? ¡No puedo esperar!”, celebró la brasileña.
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Isabel Andrade, de 18 años, fue una de las primeras en llegar el sábado a uno de los puestos de vacunación en São Paulo y esperó ansiosamente su turno. De fondo, sonaban las comparsas de carnaval contratadas por el Ayuntamiento para animar durante el fin de semana la “Virada da Vacina”, 34 horas seguidas de vacunación en las que se administró la primera dosis de la vacuna contra la covid-19 a casi 500.000 personas entre 18 y 21 años. “Evito salir de casa desde el inicio de la pandemia, pero ahora puedo soñar con divertirme en las calles, ¿no? ¡No puedo esperar!”, celebró la brasileña.
La adhesión de jóvenes como Isabel a la campaña de vacunación es uno de los factores que, según los infectólogos, han ayudado a que se haya administrado ya la primera dosis al 73% de la población adulta en Brasil, según datos de los departamentos estatales de salud. El país ha superado ya a Estados Unidos (con el 71% de la población con la primera dosis, según datos oficiales), donde el movimiento antivacunas ha mantenido a los jóvenes alejados de la vacunación con argumentos que van desde la prohibición de los padres hasta falacias sobre el riesgo de infertilidad en las mujeres.
São Paulo es el estado con la tasa de vacunación más alta: el 66,7% con la primera o única dosis, y en la capital el 98,5% de los adultos ya la han recibido. Los números han generado esperanza y las redes sociales celebran la manera como los brasileños se unen a cualquier fenómeno de masas. “El movimiento antivacunas se encuentra con un obstáculo en Brasil y es que a los brasileños les encantan 1) las cosas gratis en general, 2) cualquier cosa que todo el mundo esté haciendo y 3) cualquier cosa en la que pueda sacarse una foto de primera para colgarla en las redes”, describe un usuario de Twitter.
Francisco Ivanildo Oliveira, infectólogo del Hospital Emílio Ribas, está de acuerdo. “El brasileño tiene predisposición a vacunarse. Afortunadamente, aunque existe un pequeño grupo antivacunas en el país, parece movilizarse más por ideologías políticas que por escepticismo científico”, comenta. El especialista recuerda los recientes sondeos de opinión pública, como el que realizó el Instituto Datafolha en julio, indicó que el 94% de la población quiere vacunarse contra la covid-19.
“Los jóvenes echan mucho de menos las fiestas, y la campaña de vacunación reunió a dos comparsas: la de los que se van a vacunar como si fueran a una fiesta y la de los que lo hacen por un profundo sentido de deber moral”, considera el psicoanalista Christian Dunker. Y recuerda que la generación Z se caracteriza por un cierto moralismo, una adhesión a los valores globales que la lleva a actuar de forma disciplinada cuando se trata de hacer lo correcto. “Es cierto que vemos fiestas clandestinas, gente sin mascarilla, pero también hay un rasgo de solidaridad, sobre todo cuando se habla de la familia, cuando se tienen abuelos, padres y madres vulnerables. Esto moviliza a los jóvenes de todas las clases sociales”, añade. El psicoanalista también recuerda que, en un contexto donde las clases presenciales están suspendidas, las universidades colapsando y otros factores, la adhesión a la vacunación es una “respuesta a la falta de previsión y a la negligencia sentida” por las acciones de los poderes públicos, especialmente del Gobierno federal.
Para Xico Sá, columnista de EL PAÍS, la “esperanza fiestera” contribuye al avance de la vacunación en el país. “Es el efecto de la fiesta que se anuncia. He visto a chicos de 18 años o más haciendo planes para vacunarse y salir en Nochevieja con los amigos. Con este paquete, la campaña de vacunación funciona. La promesa de felicidad, el hedonismo brasileño mata el negacionismo”, afirma. Añade que actualmente en Brasil se está reforzando “la creencia en la vacuna, en la ciencia, en la felicidad sin necesidad de fiestas clandestinas” que tienen lugar mientras el país aún suma 900 muertes diarias por covid-19, según la media móvil calculada por el Ministerio de Sanidad.
Oliveira cree que la publicidad en torno a la vacuna contra la enfermedad se ha hecho bien, en el sentido de que también sirve para “liberar” a las personas del confinamiento, pero teme que se haya hecho de forma exagerada. Este lunes, el gobernador de São Paulo, João Doria, celebró el Día de la Esperanza por haber conseguido vacunar a casi toda la población adulta del Estado y anunció que el miércoles debe comenzar la vacunación de los jóvenes entre 12 y 17 años, primero los que tienen discapacidades o comorbilidades, las embarazadas y las parturientas. “Hay que modular este entusiasmo, sin deprimir a la gente, pero yo también tengo una hija de 18 años y tuve que recordarle que todavía no lo puede celebrar, solo después de la segunda dosis”, dice el infectólogo. Y recuerda que, aunque los estudios científicos demuestran que la eficacia de las vacunas tiende a ser mayor en la población joven, Brasil aún corre el riesgo de experimentar nuevas olas, como ocurrió en Israel y el Reino Unido, principalmente debido a la variante delta del coronavirus, cuya transmisibilidad es mayor.
Otro factor de alerta es la heterogeneidad en la distribución de las dosis de vacunas entre los Estados y las ciudades brasileñas: en Salvador (Bahía), por ejemplo, la vacunación se suspendió el domingo. El pasado 11 de agosto, el Ministerio de Sanidad tenía 9,5 millones de dosis en stock, mientras que los Gobiernos de Pará y Río de Janeiro se quejaban de que la distribución de vacunas a sus Estados estaba retrasada. “Brasil sigue teniendo prisa. Una gran parte de nuestra población todavía no tiene la primera dosis y aún menos la pauta completa”, comentó, en su momento, Renato Kfouri, director de la Sociedad Brasileña de Inmunizaciones. Según datos del Ministerio de Sanidad, solo el 28,68% de la población mayor de 18 años está totalmente vacunada en Brasil, es decir, con las dos dosis o con la dosis única.
Por eso, Francisco de Oliveira recuerda que, para poder celebrar algo hay que “rescatar a los que se quedaron por el camino”, con campañas para atraer a gente que no compareció a los puntos de vacunación para ponerse la segunda dosis o ni siquiera la primera, principalmente entre los grupos prioritarios de más edad.
Xico Sá recuerda al periodista Carlos Heitor Cony (Río de Janeiro, 1926-2018), que escribió sobre su “envidia histórica” de los cariocas que vivieron el Carnaval de 1919, el primero después de la crisis de la gripe española: tras meses de desfiles de ataúdes por las calles, el pueblo hizo una fiesta catártica de supervivencia. “Lo que está ocurriendo ahora es una expectativa de esa celebración”, dice. Y, aunque los especialistas advierten que todavía no puede volverse a las fiestas, es posible alimentar esta esperanza de euforia fiestera. Como dice Christian Dunker, “la vacuna es el camino hacia la libertad”.
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