Las bandas criminales de Haití amenazan a la oligarquía por el asesinato de Moïse

El máximo jefe de la mafia local, el temido Barbecue, anuncia represalias contra un grupo de familias sirias y libanesas a quienes considera dueñas del país

Jimmy Cherizieren, 'Barbecue', en una imagen de 2019.Dieu Nalio Chery (AP)

En la capital Puerto Príncipe, que espera con el alma encogida las consecuencias del asesinato de su presidente, solo hay dos nacionalidades con más riesgo que la de ser colombiano, y son la siria y la libanesa.

Mientras se investiga el magnicidio de Jovenel Moïse y se interroga a los detenidos, ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En la capital Puerto Príncipe, que espera con el alma encogida las consecuencias del asesinato de su presidente, solo hay dos nacionalidades con más riesgo que la de ser colombiano, y son la siria y la libanesa.

Mientras se investiga el magnicidio de Jovenel Moïse y se interroga a los detenidos, la calle es un hervidero de rumores y miedos. El más reciente dejó de ser eso, un rumor, para convertirse en una amenaza real cuando el jefe de todas las bandas delictivas del país, Jimmy Barbecue Cherizier, apareció en YouTube leyendo un comunicado en el que promete venganza contra un grupo de poderosas familias de origen árabe. “Vamos a salir a la calle para pedir a los sirio-libaneses que tienen a este país como rehén que nos devuelvan nuestro país (...) Ya es hora de que los negros de pelo rizado como nosotros seamos dueños de supermercados, concesionarios de coches y dueños de bancos”, amenazó a cara descubierta, vestido con una chaqueta militar y dos gorras superpuestas.

Haití

Barbecue, como es conocido entre los haitianos, es un expolicía que hace más de un año logró algo inédito: poner de acuerdo a todas las bandas criminales del país y conformar la federación G9, una organización que extorsiona, roba y secuestra a la población y ataca a policías y a políticos de oposición a los que acusa de haberse unido a la “burguesía apestosa” para “sacrificar” a Moïse el pasado miércoles. “Fue una conspiración nacional e internacional contra el pueblo haitiano”, dijo en el vídeo, que circula de teléfono en teléfono, frente a una bandera haitiana. “Decimos a todas las bases que se movilicen y que salgan a las calles para que se arroje luz sobre el asesinato del presidente”.

Encubierto en un discurso político que promete hacer justicia entre los pobres y terminar con los “amos del sistema”, Barbecue representa muchos de los males que los haitianos llevan sufriendo desde hace años. Aunque se presenta a sí mismo como el salvador de las calles, simboliza la acelerada descomposición del país que comenzó con la pandemia y continúa con el asesinato del presidente. Al vacío de poder, Barbecue suma el odio a un grupo de familias de origen árabe localizadas en la zona de Pétion-Ville, que tradicionalmente controlan la economía del país y que forman parte del “grupo de oligarcas” señalados por Jovenel Moïse antes de morir.

Acusado de orquestar masacres que han dejado decenas de hombres, mujeres y niños asesinados, la última matanza de 15 personas a finales de junio acabó con la vida de varios agentes, transeúntes elegidos al azar, un periodista y una activista de derechos humanos.

El día que Barbecue anunció la creación de la alianza de bandas delictivas, en julio de 2020, apareció también en YouTube junto a su “familia y aliados del G9” desfilando triunfalmente por las calles de la capital acompañado de varios líderes pandilleros y decenas de hombres armados. Desde entonces, Barbecue ha expandido su poder y controla Delmas, Cité Soleil, La Saline, Martissant o Fontamar, donde vive la mayor parte del millón de habitantes de Puerto Príncipe. Organizaciones de derechos humanos señalan a los pandilleros del G9 de saquear y quemar locales, chozas o puestos de venta de comida, violando sistemáticamente a mujeres o asesinado al azar y desmembrando e incendiando cuerpos con la intención de dejar claro quién es el amo de la capital.

El ascenso de Barbecue recuerda a los haitianos siniestras figuras como la del sangriento Luckner Cambronne, líder de los Tonton Macoute, quien no dudaba en colgar y carbonizar en la plaza a quien osara amenazar el poder de los Duvalier durante los años sesenta y setenta. O, más recientemente, Guy Philippe, el temido paramilitar que envolvía en neumáticos ardiendo a quien intentara frenar su avance durante el levantamiento contra Jean Bertrand Aristide en 2004.

Una de las dudas es quién será capaz de frenar el levantamiento. Haití solicitó ayuda a Estados Unidos para proteger “puntos estratégicos” pero en el fondo subyace el temor y la incapacidad de hacer frente a un ejército de delincuentes fuertemente armados, que ha ganado en poder de fuego gracias al creciente negocio del narcotráfico, con una policía mal equipada que gana menos de 300 dólares al mes y que en tiempos de Moïse protestó por los bajos salarios incluso quemando sus propios vehículos.

La violencia ha ocasionado el desplazamiento interno de más de 17.000 personas, según datos del mes pasado de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Desde antes de que Barbecue lanzara su amenaza, la oficina de Naciones Unidas en Haití expresó su preocupación por el “recrudecimiento de la violencia” y organizaciones como Médicos Sin Fronteras, que realizan un trabajo vital en un contexto de crisis sanitaria, tuvieron que cerrar temporalmente su hospital en Martissant, tras sufrir un ataque armado sus instalaciones, situadas en la zona de guerra que se disputan los grupos armados de Grand Ravine y Ti Bois.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región

Sobre la firma

Archivado En