El polemista francés que sueña con ser presidente

Éric Zemmour, popular periodista y autor de libros sobre la historia e identidad de Francia, agita a la derecha al plantearse la carrera por el Elíseo

Carteles con la fotografía de Eric Zemmour, el 29 de junio de 2021 en París.LUDOVIC MARIN (AFP)

Unos carteles con el retrato de un hombre moreno, con calvicie avanzada y ojos claros cubrieron hace unos días por sorpresa algunos muros de las calles de París. “Zemmour presidente”, decían.

Éric Zemmour (Montreuil, 62 años) fue durante años periodista político y es reseñista literario en el diario Le Figaro, además de autor de libros superventas con una mirada nostálgica a la historia de Francia y una visión tenebrosa sobre su futuro. Con su cita diaria puntual a las siete de la tarde en la cadena de información continua CNews, propiedad de la multinacional francesa Vivendi, es el pol...

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Unos carteles con el retrato de un hombre moreno, con calvicie avanzada y ojos claros cubrieron hace unos días por sorpresa algunos muros de las calles de París. “Zemmour presidente”, decían.

Éric Zemmour (Montreuil, 62 años) fue durante años periodista político y es reseñista literario en el diario Le Figaro, además de autor de libros superventas con una mirada nostálgica a la historia de Francia y una visión tenebrosa sobre su futuro. Con su cita diaria puntual a las siete de la tarde en la cadena de información continua CNews, propiedad de la multinacional francesa Vivendi, es el polemista televisivo que más pasiones levanta en Francia, y uno de los más brillantes en el arte de la esgrima verbal. Ahora sopesa presentarse a la campaña para las elecciones presidenciales de la primavera de 2022.

Zemmour ni confirma ni desmiente. Requerido por EL PAÍS para hablar de sus planes, responde en un correo electrónico: “No tengo tiempo. Lo siento”. Nada es oficial, pero las señales se multiplican. La editorial Albin Michel, que ha publicado sus ensayos Le suicide français y Destin français (Suicidio francés y Destino francés), ha roto con él. El presidente de Albin Michel, Gilles Haéri, alegó que el periodista le había confirmado “su intención de embarcarse en las presidenciales y de hacer de su próximo libro un elemento clave de la candidatura”, y eso no coincidía con la línea de la editorial.

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Zemmour ha visto una oportunidad. Cree tener varios caladeros en los que pescar. Uno es del votante burgués y conservador. Pese al éxito en las recientes elecciones regionales, no está claro que la derecha tradicional de Los Republicanos (LR), el partido de Nicolas Sarkozy, logre unirse y enderezar el rumbo, y algunos de sus electores viven en la intemperie ideológica, sin un líder que les represente.

El otro caladero es el de la extrema derecha. El largo viaje hacia la moderación de Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional (RN), ha desconcertado a sus votantes más radicales y ha dejado un vacío a la derecha de los ultras de siempre, que alguien puede ocupar. El fracaso del RN en las recientes regionales sembró dudas sobre esta estrategia, aunque Le Pen sigue siendo la favorita para disputar la presidencia al centrista Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las próximas presidenciales.

“Es política ficción”, comentó hace días Le Pen a un grupo de periodistas ante la hipótesis Zemmour. Pero el semanario Paris Match ya da por segura la candidatura e incluso adelanta el nombre de su partido, nombre con resonancias latinas antiguas y actuales españolas: Vox Populi. Los sondeos le dan poco más de un 5% de votos, pero bastarían para debilitar a Le Pen o dividir aún más a la derecha.

La baza del intelectual

No es fácil definir ideológicamente a Zemmour. “Derecha nacionalista, xenófoba e islamófoba”, describe el historiador de izquierdas Gérard Noiriel, autor de Le venin dans la plume (El veneno en la pluma), un ensayo en el que hace un paralelismo entre la retórica de Zemmour y la del panfletista antisemita de finales del siglo XIX Édouard Drumont. “La primera regla retórica es la del ‘ellos’ y el ‘nosotros’: es la lógica de la identidad, en la que los franceses estamos amenazados y desapareceremos”, dice Noiriel. “Nosotros somos víctimas’: es una visión, tanto en Drumont como en Zemmour, apocalíptica”.

Los seguidores de Zemmour admiran su habilidad para expresar lo que supuestamente muchos piensan, pero pocos osan decir. En síntesis: que la inmigración de origen árabe y musulmán y sus descendientes que rechazan asimilarse acabarán sustituyendo a la población de origen europeo, y que las élites liberales y progresistas son cómplices de este proceso de desintegración cultural y nacional.

La biografía de Zemmour ayuda a explicar sus posiciones. Sus padres emigraron a Francia desde Argelia, antes de la independencia de este país. Él, que se presenta como “judío bereber”, se pone como ejemplo de la asimilación a Francia, cuya cultura e historia le merecen una devoción cuasi religiosa. En sus textos evoca los barrios humildes de París y su extrarradio, donde creció y donde, dice, se mezclaban inmigrantes italianos o españoles que al poco de llegar ya hablaban de “nuestros ancestros los galos”: por voluntad se habían convertido en franceses de pura cepa.

Al contrario que líderes populistas que han triunfado en la última década, como Donald Trump, Zemmour no juega la carta de la ignorancia o el anti-intelectualismo. Al contrario. Como un erudito de sobremesa, deslumbra a sus interlocutores con referencias históricas y citas literarias. “La gente que escucha a Zemmour en CNews no suele oír el extremismo que hay en él”, explica el politólogo Roland Cayrol. “Se dicen: ‘Cuenta la historia de Francia, es cultivado”. Es un fenómeno muy francés: aquí el aspirante a líder populista no es un showman ni un hombre de negocios. Es un intelectual.

Declaraciones provocadoras y condenas

Los libros de Éric Zemmour, en los que lamenta la decadencia de Francia o reclama una historia nacional heroica, se venden por centenares de miles. Algunas tardes congrega a cerca de un millón de televidentes en la tertulia de CNews.

A veces, sus intervenciones no van más allá de la ocurrencia ingeniosa o la provocación, como esta pasada semana, cuando declaró: “Yo considero que Italia, en todo caso el norte, tendría que haber sido francesa. No hay diferencia entre Milán y Niza. Todo esto es el mismo pueblo, la misma arquitectura, el mismo estado de espíritu. Creo que tendría que haber habido una Gran Francia”.

Otras intervenciones pueden resultar más arriesgadas. Cuando el 8 de junio un hombre abofeteó al presidente, Emmanuel Macron, durante una visita al sureste de Francia, todo el espectro político, incluida la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, condenó la agresión. Zemmour fue de las pocas voces disonantes. “Él mismo ha desacralizado su función, él mismo no ha respetado su función”, justificó en CNews antes de argumentar que Macron no ha estado a la altura del cargo en varios momentos.

Algunas declaraciones de Zemmour, que vive bajo protección policial, le han acarreado problemas más graves. En marzo, el Consejo Superior Audiovisual condenó a CNews a pagar 200.000 euros después de que dijera sobre los menores migrantes: “Son ladrones, son asesinos, son violadores, es todo lo que son. Hay que expulsarlos”. Afronta, además, acusaciones de agresión sexual. La publicación Mediapart ha revelado episodios de “besos forzados y gestos y palabras con connotación sexual”. Su abogado, citado por Paris Match, ha replicado: “Éric tiene la reputación de ser un seductor, pero la Fiscalía, que yo sepa, no ha abierto ninguna investigación”.

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