La mayoría de la Unión Europea cierra filas contra la homofobia del Gobierno húngaro de Orbán
Merkel, Macron, Draghi, Sánchez y hasta 17 líderes europeos suscriben una carta en la que reafirman su voluntad de luchar contra cualquier discriminación hacia la comunidad LGTBI
La última ley de Hungría contra la homosexualidad parece haber colmado la paciencia de los líderes europeos. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se ha topado en la cumbre europea que se inicia en Bruselas con un inusitado frente común de hasta 17 países que le acusan de violar las normas europeas contra la discriminación y de estigmatizar a las personas homosexuales con sus políticas sesgadas contra esa orientac...
La última ley de Hungría contra la homosexualidad parece haber colmado la paciencia de los líderes europeos. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se ha topado en la cumbre europea que se inicia en Bruselas con un inusitado frente común de hasta 17 países que le acusan de violar las normas europeas contra la discriminación y de estigmatizar a las personas homosexuales con sus políticas sesgadas contra esa orientación sexual.
La norma húngara ha sido objeto de “un largo, agitado y apasionado debate” durante la primera jornada de la cumbre que se celebra este jueves y viernes. Los gobiernos liberales de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo han liderado la carga contra un Orbán que apenas ha contado con Polonia como aliado. El primer ministro holandés, Mark Rutte, ha sido el más duro, hasta el punto de sugerir que Hungría debería seguir el camino de salida de la UE estrenado por Reino Unido si no se siente cómoda con los valores del club. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se ha mostrado también contundente, según fuentes españolas, y ha rechazado de manera tajante “que se identifique la homosexualidad con la pedofilia y la pornografía”, como sugiere la ley húngara recién aprobada.
El rechazo a Orbán se plasmó el lunes en una declaración conjunta impulsada por Bélgica y suscrita por otros 16 socios comunitarios, entre ellos, España. A eso se le añade que este jueves, además, 17 presidentes de Gobierno o de Estado, con Pedro Sánchez entre los firmantes, han dirigido una carta a las instituciones comunitarias en la que expresan su voluntad de “seguir luchando contra la discriminación hacia la comunidad LGTBI y reafirmando la defensa de sus derechos fundamentales”. La carta cuenta con la firma de Angela Merkel, Emmanuel Macron y Mario Draghi, entre otros.
El desencadenante de un choque tan poco habitual entre el grueso de la Unión y uno de sus socios ha sido la ley aprobada por el Parlamento húngaro (por 157 votos a favor y uno en contra) para prohibir que se mencione la homosexualidad en las escuelas e impedir los contenidos relativos en esa orientación sexual en el material audiovisual o impreso al que puedan acceder los menores de 18 años. La Comisión Europea ya ha indicado que, a su juicio, la norma parece violar varios artículos del Tratado de la UE, así como varias directivas comunitarias.
Pero Orbán ha llegado a la sede del Consejo en Bruselas con un lenguaje corporal aparentemente campechano y un tono desafiante hacia sus colegas del Consejo Europeo. “Primero que lean la ley y luego que opinen, ese es el orden correcto”. Orbán ha asegurado a la entrada de la cumbre que “la ley no tiene nada que ver con la homosexualidad, es sobre los niños y sus padres”. Budapest insiste en que la norma solo pretende garantizar que las familias mantienen el control sobre la educación sexual que reciben los menores de edad hasta que cumplen los 18 años. “Yo soy un luchador por la libertad”, ha afirmado el primer ministro húngaro. “Luché contra un régimen comunista en el que se castigaba la homosexualidad, luché para que tuvieran libertad”, ha subrayado Orbán.
El primer ministro húngaro se ha acostumbrado a periódicos rifirrafes con Bruselas desde que llegó al poder (por segunda vez) en 2010 e incluso ha cultivado ese enfrentamiento como vía para alimentar su éxito electoral entre una opinión pública reacia a posibles interferencias externas. Pero la estrella de Orbán ha empezado a declinar y su aislamiento dentro de la UE es cada vez más evidente, sobre todo, desde que su partido, el Fidesz, se vio forzado a principios de este año a abandonar el Partido Popular Europeo (PPE).
El paraguas del PPE otorgaba al húngaro un cierto barniz de respetabilidad y le permitía codearse con los principales líderes conservadores del continente, en particular, con la canciller alemana, Angela Merkel. Desde su ruptura con el PPE, Orbán intenta forjar un frente común con partidos como la Liga italiana de Matteo Salvini o el PiS polaco de Jaroslaw Kaczynski.
Pero hasta ahora Orbán no ha logrado establecer una alianza sólida que le permita erigirse en referencia de una corriente europea ultraconservadora alternativa a los populares. El tamaño de su país (unos 10 millones de habitantes) y sus vínculos con el presidente ruso, Vladímir Putin (enemigo intratable para Kaczynski), tampoco le facilitan un liderazgo continental.
Posición incómoda
Las medidas de Hungría contra la comunidad LGTBI le han colocado, además, en una incómoda posición incluso para sus hasta hace poco correligionarios del PPE y para algunos de los Gobiernos de Europa central y del Este que normalmente cerraban filas con Budapest. Entre los países firmantes de la carta (Bélgica, Dinamarca, Alemania, Estonia, Irlanda, Grecia, España, Francia, Italia, Chipre, Letonia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Finlandia y Suecia) hay líderes populares, socialistas y liberales; y de todas las zonas geográficas del club.
Incluso el canciller austriaco, Sebastian Kurz, que representa el ala más dura del PPE, se ha sumado a posteriori a una iniciativa que, según fuentes españolas, ha sido impulsada por Sánchez y el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel. Uno de los firmantes, el liberal holandés Rutte, se ha mostrado tajante. Los húngaros, ha dicho, “tienen que entender que son miembros de la UE, miembros de una comunidad de valores, o marcharse [del club]”. El primer ministro holandés aseguró incluso que hará que Hungría “se arrodille en este tema”. Orbán ha pasado así a estar en el punto de mira de una cumbre europea que, en principio, estaba destinada a abordar la pandemia y las difíciles relaciones con Rusia y Turquía.
El húngaro corre el riesgo de convertirse en un paria político intratable para la mayoría de los líderes europeos. El miércoles, ni siquiera acudió al partido de la Eurocopa de fútbol que jugaban las selecciones de Alemania y Hungría para evitar la polémica surgida en torno a la posible iluminación del estadio con los colores de la bandera del arco iris, símbolo de la comunidad LGTBIQ.
“Los valores son el corazón de la UE, por eso abordaremos el tema [de Hungría] en la cena de esta noche”, ha indicado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a su llegada a la cumbre. Para más inri de Orbán la cita cuenta con la presencia durante la mañana del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien también se ha sumado a la carga contra Budapest. “Cualquier discriminación contra las personas LGTBI es inaceptable en nuestras sociedades”, ha sentenciado el portugués en la sede del Consejo Europeo.