Un secuestro, un gurú y un QAnon a la francesa
La desaparición en abril de una menor de ocho años destapa la existencia en Francia de conspiracionistas en la esfera de los movimientos estadounidenses
Parecía un simple suceso o un drama familiar. Pero había algo más detrás del secuestro y posterior liberación de una niña de ocho años, identificada como Mia, a mediados de abril, en la provincia francesa de los Vosgos.
El caso Mia ha destapado la existencia de un submundo de conspiracionistas vinculados a la extrema derecha, detractores de las medidas contra la covid-19, y creyentes en teorías sobre rocambolescos complots para abusar de menores. En algunos aspectos, según las autoridades, estos activistas mantienen afinidades con ...
Parecía un simple suceso o un drama familiar. Pero había algo más detrás del secuestro y posterior liberación de una niña de ocho años, identificada como Mia, a mediados de abril, en la provincia francesa de los Vosgos.
El caso Mia ha destapado la existencia de un submundo de conspiracionistas vinculados a la extrema derecha, detractores de las medidas contra la covid-19, y creyentes en teorías sobre rocambolescos complots para abusar de menores. En algunos aspectos, según las autoridades, estos activistas mantienen afinidades con QAnon, un movimiento estadounidense que difunde teorías delirantes como la que asegura que los jefes del Partido Demócrata de EE UU dirigían una red pedófila.
“En Estados Unidos vemos cómo el movimiento también pone en la diana a una élite supuestamente pedófila y satanista. Esta tesis comenzamos a verla en el territorio nacional”, dijo en el diario Le Parisien Laurent Nunez, coordinador nacional de inteligencia y antiterrorismo. “En la lógica de estos conspiracionistas, se puede ver al Estado como responsable del secuestro de niños cuyos padres pierden la custodia por motivos que, a juicio de estos, son injustos”.
La desaparición de una menor en los Vosgos el 13 de abril fue, al principio, uno más de los sucesos que cada semana salpican la actualidad. El 18 del mismo mes, y tras una operación para la que se movilizaron cerca de 200 gendarmes en cooperación estrecha con las fuerzas suizas, Mia fue hallada en una fábrica de Sainte-Croix, en el cantón suizo de Vaud. Junto a ella se encontraba su madre, Lola Montemaggi, adepta de las teorías de la conspiración que en diciembre había perdido la custodia de Mia. La niña vivía con su abuela materna.
Para recuperar a Mia, Montemaggi se puso en contacto con varios hombres por medio de las redes sociales. Y organizaron lo que bautizaron como “operación Lima”, “un secuestro concebido como una operación militar”, como lo definió el fiscal François Pérain. Participaron cinco hombres de entre 24 y 61 años. Tres de ellos se presentaron en la casa de la abuela haciéndose pasar por educadores de los servicios de infancia y se llevaron a la menor. Más tarde esta, junto a la madre, cruzó la frontera suiza.
“En este asunto confluyen varios universos conspiracionistas”, analiza Tristan Mendès-France, especialista en el conspiracionismo y docente en la Universidad de París. “Hay un universo conspiracionista de la extrema derecha facciosa. También un elemento de los denominados ‘seres’ o ‘ciudadanos soberanos’, que cuestionan la realidad del Estado, consideran que todo lo que atañe al Estado, como la identidad administrativa o fiscal, es una ficción malsana. Y una tercera comunidad que gravita en torno a los QAnon francófonos y la cuestión de la pedofilia de las élites y la protección de la infancia”.
Los cinco participantes en la “operación Lima” y la madre han sido imputados por “secuestro con banda organizada de una menor de 15 años y de asociación de malhechores”. Todos, según explicó el fiscal Pérain a la prensa, “pertenecían a una comunidad de ideas con un discurso contra el Estado y contra lo que llaman la dictadura sanitaria”.
Tirando del hilo conspiracionista, los investigadores llegaron a Rémy Daillet-Wiedemann, un francés de 54 años residente en Malasia, de quien sospechan que es el gurú del grupo.
“Vacunación abusiva”
Daillet-Wiedemann participó en 1991 en la guerra en Croacia. Hace unos años fue dirigente local del partido centrista MoDem, del que fue expulsado. En un vídeo difundido en su web en octubre, anunciaba: “He decidido tomar el poder en Francia”. Y prometía prohibir la masonería, poner fin a la acogida “abusiva” de niños fuera de sus familias y prohibir “toda campaña abusiva de vacunación”. El vídeo llevaba por título: “Golpe de Estado, Francia regresa”.
El fiscal ha emitido una orden de detención por considerarlo posible “animador principal de movimiento en el que se inscriben los encausados” por el caso Mia, y por su supuesto papel en la organización del secuestro.
No es fácil cuantificar a estos activistas, en todo caso marginales y lejos del seguimiento del QAnon estadounidense, algunos de cuyos adeptos asaltaron en enero el Capitolio alentados por el entonces presidente Donald Trump. Otras teorías de la conspiración, como la de la gran sustitución, que considera que existe un plan para remplazar la población blanca por los extranjeros de piel oscura y religión musulmana, cuentan con un seguimiento mayor y han penetrado el debate político.
El Gobierno francés, sin embargo, se toma en serio el peligro. Teme que individuos “psicológicamente frágiles” pasen a la acción, como ocurrió con el hombre que en diciembre mató a tres gendarmes en Puy-de-Dôme, en el centro de Francia. “La voluntad de recurrir a la violencia”, declaró Nunez a Le Parisien, “es nueva y peligrosa, porque se trata de personas desconocidas tanto de los servicios [del Estado] como de los movimientos radicales tradicionales”.