La espiral de violencia y caos tras la asonada eleva el riesgo de guerra civil en Myanmar

Una docena de guerrillas de minorías étnicas se oponen a la junta militar y consensúan líneas de actuación. El Gobierno civil clandestino urge a la formación de un ejército federal

Manifestación contra el golpe militar en Myanmar en el municipio de Three Pagodas, en el este del país.HANDOUT (AFP)

Sumido en varias guerras civiles con las guerrillas formadas por minorías étnicas desde hace décadas, las posibilidades de un conflicto mayor aumentan en Myanmar ante la espiral de violencia y anarquía generada tras el golpe de Estado del pasado febrero. Con ...

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Sumido en varias guerras civiles con las guerrillas formadas por minorías étnicas desde hace décadas, las posibilidades de un conflicto mayor aumentan en Myanmar ante la espiral de violencia y anarquía generada tras el golpe de Estado del pasado febrero. Con más de 500 muertos por los ataques de la policía y los militares a los manifestantes que piden el regreso de la democracia, y miles de birmanos huidos a países como Tailandia y la India, el país se enfrenta a una encrucijada imposible: o plantar cara al Tatmadaw –el Ejército birmano- o rendirse ante los golpistas. La última opción ha sido descartada por algunas de las guerrillas más poderosas de la antigua Birmania que, en conversaciones con el Gobierno civil en la clandestinidad, están de acuerdo en unirse y formar un ejército federal que aparte del poder a las fuerzas armadas del general golpista, Min Aung Hlaing.

“Si (la comunidad internacional) no actúa, por supuesto que una guerra civil a gran escala y días y semanas de derramamiento de sangre son inevitables”, asegura el doctor Sasa, portavoz del Comité para la Representación de la Unión Parlamentaria (CRPH, por sus siglas en inglés), el autoproclamado Gobierno civil birmano, que opera en la clandestinidad. “Constituir un ejército federal se convierte en un deber y es la manera de lograr la democracia y la libertad”, añade en declaraciones a Reuters el médico, que iba a formar parte del nuevo Gobierno de Aung San Suu Kyi, cuyo partido, la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), ganó en noviembre unas elecciones que los militares tacharon de fraudulentas, su pretexto para dar el golpe. El doctor Sasa, como se presenta, ha pasado de dedicarse a la medicina en una zona rural del oeste de Myanmar a convertirse en una de las voces más firmes contra el régimen castrense.

Su mensaje es claro: recuperar la vieja idea de crear y reemplazar con un ejército federal que represente a todas las minorías al Tatmadaw, casi exclusivamente bamar, la etnia mayoritaria de Myanmar, pais donde están reconocidas hasta 135. Para lograrlo primero necesita el apoyo de las guerrillas étnicas que luchan por conseguir más autonomía desde la independencia del país del Reino Unido en 1948, entre ellas las formadas por las minorías shan, kachin, chin y karen.

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Protección a civiles

Diestras en las estrategias combativas del Tatmadaw, al que llevan décadas enfrentándose, muchas guerrillas han ido alzando la voz contra el golpe. Al menos 12 grupos armados han condenado la ilegitimidad de la junta militar y se han declarado del lado de los manifestantes prodemocracia. La Unión Nacional Karen (KNU, por sus siglas en inglés), uno de los grupos más fuertes, asegura haber respondido a las peticiones de ayuda de adversarios de la asonada enviando a sus miembros a proteger a los civiles que desde hace casi dos meses se juegan la vida en ciudades de todo el país para mostrar su oposición a los militares. Algunos poblados de esta minoría, natural del sureste del país, junto a la frontera con Tailandia, fueron objetivo de ataques aéreos por parte del Tatmadaw durante el fin de semana. En ellos murieron al menos tres personas y forzaron la huida de miles al país vecino, en venganza por una ofensiva previa de rebeldes karen a un puesto del Ejército en la que murieron 10 soldados.

El martes, otras tres de las guerrillas más antiguas, incluido el Ejército de Arakan –oriundo del Estado occidental de Rajine, hogar de la perseguida minoría musulmana rohinyá, víctima de la limpieza étnica del Tatmadaw-, abogaron en un comunicado conjunto por sumarse a la “revolución” si las fuerzas armadas no dejan de matar. Desde el 1 de febrero, al menos 512 civiles han fallecido por sus ataques y los de la policía, entre ellos docenas de niños, según la Asociación para los Prisioneros Políticos de Myanmar. El pasado sábado se convirtió en el día más sangriento hasta la fecha, con 141 fallecidos, mientras el Tatmadaw celebraba el Día de las Fuerzas Armadas con toda la pompa y circunstancia en la capital, Naypydó, durante el que incluso se celebró un banquete de gala presidido por el general Min Aung Hlaing.

No obstante, la escalada de violencia no ha frenado las protestas, que siguen llenando las calles birmanas. “El Tatmadaw se enfrenta a una población que, pese a sus brutales actos y el asesinato de civiles inocentes, permanece unida en su contra. El Tatmadaw se enroca para sofocar las protestas, pero la oposición al Ejército está creciendo. La situación empeorará antes de mejorar”, vaticina Alistair Cook, analista de la Escuela Rajaratnam de Estudios Internacionales.

Frente común

No es sencillo, en cualquier caso, que los insurgentes se pongan de acuerdo en formar un frente común, pues arrastran décadas de diferencias entre ellos. “No sé cómo de probable es que lo hagan, pero son socios por necesidad, y las circunstancias están acelerando las conversaciones entre ellos y con el Gobierno civil”, apunta Hunter Marston, analista del sureste asiático de la Universidad Nacional de Australia. Si la idea de un Ejército federal se materializara, “supondría una amenaza existencial al Tatmadaw”, añade.

En las calles, los mismos manifestantes empiezan a adquirir tácticas más defensivas, con publicaciones que ilustran cómo hay grupos que viajan a zonas controladas por las guerrillas para aprender sus estrategias. “La mayoría de los jóvenes están intentando defenderse, no queda más remedio”, cuenta por mensaje Eddie, que participa desde el principio en las protestas de Yangón, la capital comercial del país. Aunque el movimiento civil ha demostrado una férrea resistencia y la posibilidad de un ejército federal no es descartable, Marston cree que la mayor amenaza para el bien armado Tatmadaw serían las deserciones de oficiales de alto rango y la división dentro de sus filas, como ya ha ocurrido en la policía, con centenares de agentes huidos a la India. “Eso haría definitivamente a Min Aung Hlaing reconsiderar sus opciones”, arguye el analista.

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