Venezuela o la abstención como grito de protesta

La desmovilización en las elecciones parlamentarias no es un simple reflejo del respaldo a la oposición. El hartazgo es general y también en los bastiones chavistas la gente se quedó en casa

Un niño juega la plaza de la redoma de Petare en Caracas.Andrea Hernández Briceño

El martes, dos días después de las elecciones parlamentarias en Venezuela, Gregoria González recibió una instrucción por WhatsApp. Le pedían pasar la relación de los pagos de la bolsa de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), junto con una “caracterización electoral” de los vecinos a los que se la entrega. E...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El martes, dos días después de las elecciones parlamentarias en Venezuela, Gregoria González recibió una instrucción por WhatsApp. Le pedían pasar la relación de los pagos de la bolsa de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), junto con una “caracterización electoral” de los vecinos a los que se la entrega. Es decir, precisaba el mensaje, debía indicar a qué partido o tendencia política pertenece el beneficiario, el centro electoral al que estaba llamado a votar y confirmar si finalmente lo hizo o no. González ha trabajado toda la vida por su comunidad. Desde hace cuatro años está integrada en la burocracia chavista que gestiona el reparto de las cajas de productos básicos para asegurar que a las 36 familias de su calle en un barrio en Petare, al este de Caracas, muchas de ellas con personas mayores, les lleguen unos cuantos kilos de arroz, harina de maíz y pasta. Ella tuvo que ir a votar, como le exigieron. Dice que su voto salió nulo. Y la instrucción de su superior la incomoda. “De mi calle solo fueron a votar seis personas y no lo hicieron por el Gobierno, porque este sector toda la vida ha sido opositor y la gente está muy molesta y cansada. Hacer esa lista es reprimir a la gente, yo no voy a hacer eso”, dice.

La mujer, de 37 años, dice que es la primera vez que siente tanta presión política en una elección. “Ellos decían que el Gobierno tenía que sacar al menos 1.500 votos en mi centro, que tiene 6.000 electores, y se llegaron si acaso a 800 votos del chavismo y 1.300 en total”. El chavismo aceleró ese camino hace cinco años, mientras que en el ciclo anterior —el último con condiciones más competitivas— la oposición conquistó la Asamblea Nacional que llega al fin de su período el próximo 5 de enero. Una parte de las bases del chavismo también determinaron esa abstención y descontento. Pero con una participación que alcanzó apenas el 30% Nicolás Maduro se jugó en esta elección otro tiempo extra. Barrer con la mayoría opositora en la Asamblea Nacional que desde hace cinco años ha amenazado su permanencia, siendo el primer contrapeso real que tenía el chavismo en más de dos décadas, era para el sucesor de Hugo Chávez una misión de supervivencia.

Una lectura a vuelapluma de la alta abstención del domingo pasado podría hacer pensar que los ciudadanos, intensamente politizados desde que llegó el chavismo, simplemente se hartaron y dejaron de creer en la política. Al mirarla en el terreno, el dato adquiere otro alcance. “Hoy en las comunidades no se puede tener gas si el consejo comunal no te da el gas, ni el agua que llevan las cisternas, ni la bolsa [de comida]. El hecho de amenazarte con que no comerás si no votas tienen muchas más consecuencias que hace cinco años. Se apoderaron de tu subsistencia”, dice el sociólogo Alexander Campos, del Centro de Investigaciones Populares Alejandro Moreno.

El Gobierno tuvo poco que ofrecer en esta campaña, en medio del colapso económico del país petrolero y las sanciones. Pero las pocas cosas que tiene son vitales. “La amenaza de perderlas es más directa, pese a eso la gente no hizo caso y decidió no ejercer el voto. Pocos gestos de resistencia a la dominación y al control social como este se han visto. Ellos saben muy bien quienes no fuimos a votar. Y no votar es mucho para quienes dependen de esas cosas que controla el Gobierno”, continúa el profesor universitario, residente de un barrio de la carretera vieja Petare-Guarenas.

La jefa de calle Gregoria González en el barrio de Petare. Andrea Hernández Briceño

Los líderes de la oposición, encabezados por Juan Guaidó, hicieron un llamado a la abstención anticipando un fraude. Como era previsible, han intentado apropiarse de parte de la elevada abstención. Pero Campos advierte de que el movimiento de no votar se dio al margen de los partidos políticos. “La gente convirtió su supervivencia en un hecho político y la arriesgó ante el secuestro del hecho electoral. Votar en esta elección era hacer público el sometimiento”, apunta.

La noche electoral del domingo, Nelly Pacheco, una enfermera de 62 años, escuchó cómo con megáfonos llamaban a sus vecinos a votar porque si no les iban a quitar los bonos que entrega el Gobierno a través del llamado “carnet de la patria” y que con cada emisión desmedida disparan la inflación. Vive el barrio 1 de Mayo de Antímano, al otro extremo de la ciudad, un tradicional bastión del chavismo que el domingo lució algo desolado. Delgadísima, la mujer reconoce que lo poco que come, en parte, viene en la bolsa del CLAP. “Pero yo no me dejo amedrentar, yo se que tengo derecho a la alimentación y que si este Gobierno no cambia, lo que viene es más hambre”. Vive con su madre y hace dos años despidió a su hija que forma parte de los más de cinco millones de venezolanos que ha emigrado.

Para ella, la abstención también es un síntoma de que la gente perdió el miedo. Pero en los barrios de Carapita y Antímano, los opositores todavía van con cuidado. Dolores Villegas es buhonera, vendedora ambulante, y debe alejarse de su puesto en la calle para hablar. Es voluntaria en la consulta popular que ha convocado Juan Guaidó esta semana en un intento de demostrar capacidad de movilización, que culmina este sábado. Dolores integraba un consejo comunal en su barrio y la excluyeron. La tildan de terrorista por ser opositora. Este viernes se preparaba para hacer la recolección de firmas de la consulta de forma clandestina, por las amenazas que ha recibido. “Aquí saldremos masivamente a votar cuando haya unas elecciones presidenciales libres”, dice esta mujer de 66 años.

En la parroquia Antímano, la abstención estuvo entre las más bajas en Caracas y alcanzó 55%. José Negrín, un policía jubilado de 57 años, fue uno de los que sufragó. “Voté engañado, nos confundieron. Voté por los que decían que eran opositores y no sabía que eran de la misma calaña”, dice molesto el hombre, vecino del sector El Algodonal. La estrategia del chavismo de copiar las papeletas de partidos intervenidos por el Supremo, que designó directivas afines al régimen, abonó en la confusión de una gran parte de los que participaron el domingo. Este era, sin duda, el objetivo. Numéricamente, las organizaciones distintas al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se quedaron con apenas 21 de los 277 curules. Acción Democrática, uno de los más viejos y de más tradición en Venezuela, obtuvo 11 de esos puestos. Su tarjeta figuró en la boleta electoral, pero representaba a una directiva impuesta desde el chavismo, que desplazó a su secretario general, el veterano opositor Henry Ramos Allup.

En la casa de los Lovera en el barrio La Fénix, en un costado del inmenso Petare, estuvieron divididos el domingo. Rubén fue a votar por cualquier partido que no fuera el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), aunque hasta 2012 —en las últimas elecciones de Hugo Chávez— marcó esa casilla. “Fui a ver si al menos se asustaban, pero uno ya sabía cuáles eran los resultados”. Su esposa Leonor no votó y aclara que nunca ha sido chavista. “Esta gente ya tiene 21 años en esto. Antes, cuando a uno no le gustaba un presidente, protestaba y eso servía, pero ahora te matan. Antes, uno podía cambiarlos cada cinco años”, dice la mujer de 69 años. La pareja sobrevive con sus pensiones y con el dinero que les envía un nieto que emigró. No ven con optimismo el futuro, por la apretada crisis económica y la dolarización que condena a la pobreza a los que solo pueden percibir ingresos en bolívares. “No podemos comprar jamón, ni hacer hallacas. ¿En qué país estamos?”, se pregunta ella. “Retrocedimos 40 años atrás. Estamos a la deriva de Dios y del gobierno”, responde él.

Rubén Lovera en su casa de La Fénix. Andrea Hernández Briceño

El camino al voto

¿Qué viene después del 6 de diciembre? El futuro de Venezuela sigue siendo una gran interrogante. La oposición no tiene solo los dos años del marcaje cuerpo a cuerpo que inició Juan Guaidó lanzando su desafío a Maduro por un cambio político. Han sido varios años de forcejeo con un chavismo que cada vez se ha vuelto más autoritario. Pero para el investigador Alexander Campos el camino a una salida electoral con garantías, la exigencia del líder de la oposición y de la comunidad internacional, será todavía más largo. “El camino no puede comenzar por el final. Volver a reencontrarnos con las urnas de votación como espacio político tiene que demostrar un trabajo previo. Los partidos políticos tienen que volver a hacer política desde cero en las comunidades”.

Jóvenes juegan en una cancha del barrio de Carapita en Caracas.Andrea Hernández Briceño

La maquinaria organizativa que ha promovido el chavismo, que va desde consejos comunales hasta los llamados jefes de calle de los CLAP, quedó como un esqueleto, sostiene Campos. El músculo chavista se ha perdido por la desilusión “ante una propuesta que se presentaba como reivindicativa de las comunidades y desde el diseño fue manipuladora”. El sociólogo insiste en traducir la abstención como resistencia, como una respuesta a este hecho. ”Estas organizaciones se convirtieron en las primeras enemigas de las comunidades y se quedaron sin gente. Ese vacío del chavismo también está lleno de ineficacia y de falta recursos. Lamentablemente, la oposición no tomó cartas en el asunto y ante la ausencia del régimen y de los partidos, las ONG comenzaron a llenar el espacio y por eso ahora se han convertido en un peligro para el Gobierno. No porque aspiren a una cuota política sino por el simple hecho de que permiten a la gente encontrarse”.

Hay síntomas de ese cambio de enemigo objetivo: por ejemplo, el hostigamiento a Alimenta la Solidaridad, que gestiona 200 comedores en un país en emergencia humanitaria, cuyas cuentas bancarias fueron congeladas y se allanaron sus oficinas y la casa de la familia de su fundador, Roberto Patiño; y las reiteradas amenazas de Diosdado Cabello contra organizaciones que están entregando ayuda. “Darle comida a 25.000 personas no significa nada para el Gobierno. Es el modelo de sociedad abierta e incluyente que promueven las ONG a lo que le tienen terror estos regímenes totalitarios. La fuerza del ejemplo y de la organización es a lo que más temen”.

Un cartel del presidente Maduro en una de las avenidas principales de la ciudad anuncia las elecciones parlamentarias. Andrea Hernández Briceño

Más información

Archivado En