Respuesta a Orbán y Kaczynski: la UE no es un gran bazar

Más allá del mercado común, los valores de la Unión son su mejor baza de futuro y tiene interés en no ceder ni un milímetro en su defensa

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, el pasado 15 de octubre en Bruselas.Olivier Matthys (AP)

La Unión Europea no es un gran bazar. No es simplemente un lugar en el que se compran y venden mercancías con usos comerciales regulados y se pasea libremente por todos los pasillos. Es un proyecto político que, según establece el artículo 2 de su tratado, “se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho y respeto de los derechos humanos…”. Establecer mecanismos de control y palancas de presión para asegurar el respeto de dichos valores por parte de todos los socios es por tanto legítimo. Además de legítimo, está en su interés pe...

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La Unión Europea no es un gran bazar. No es simplemente un lugar en el que se compran y venden mercancías con usos comerciales regulados y se pasea libremente por todos los pasillos. Es un proyecto político que, según establece el artículo 2 de su tratado, “se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho y respeto de los derechos humanos…”. Establecer mecanismos de control y palancas de presión para asegurar el respeto de dichos valores por parte de todos los socios es por tanto legítimo. Además de legítimo, está en su interés perseguirlo, porque esos valores son su mayor activo de éxito en la jungla geopolítica del siglo XXI.

El mecanismo de control vigente hasta la fecha —previsto en el artículo 7— se ha demostrado muy ineficaz, y por ello se ha aprovechado la extraordinaria circunstancia pandémica para crear otro, más ágil y penetrante, vinculado al desembolso de los fondos extraordinarios. Polonia y Hungría, enormes beneficiarios de fondos europeos desde su entrada en el club y principales sospechosos de abjurar de los principios comunes, han lanzado un órdago vetando la puesta en marcha de todo el engranaje financiero porque no quieren estar sometidas a esos controles. La UE tiene muchas razones para no retroceder ni un milímetro.

La primera es de orden táctico-lógico. Aunque farragosas, la UE tiene opciones para sortear el veto y, a un momento dado, poner en marcha mecanismos financieros alternativos entre los 25 miembros dispuestos. No son ideales, se perdería tiempo precioso, y sería mejor evitarlo: pero se puede hacer. Varsovia y Budapest lo saben, y la conclusión de su órdago puede ser no ganar nada y perder muchos fondos.

La segunda es de orden estratégico-moral. Conviene que el club deje muy claro que habrá tolerancia cero ante quienes erosionan los valores fundamentales. Estos pueden parecer un activo intangible pero son la mejor semilla de vitalidad en las vicisitudes de la historia. Una mirada hacia atrás muestra que los sistemas democráticos, aunque con muchas imperfecciones, han construido las sociedades más exitosas. Democracia y Estado de derecho han sido motores de progreso, libertad y justicia. Los éxitos de algunos regímenes autoritarios habrá que comprobarlos en distancias largas —y habrá que restarles el peso neto de la libertad (el que crea que no tiene peso, allá él)—.

Es importante, por tanto, proteger esas semillas. La cuestión no es, solo, dejar más o menos margen a dos socios presuntamente díscolos, que se han ampliamente beneficiado de su membresía al club y que además se han sonoramente negado a la solidaridad en medio de la emergencia migratoria. La cuestión es más relevante: es el mensaje a navegantes para futuro. Quienes mareen con esto, pagan un precio.

La UE debe lograr una suerte de resurrección en medio de golpes mortíferos: el brutal mazazo sanitario y económico de la pandemia (peor que China en ambos aspectos, y que EE UU en el económico) y la pérdida de uno de sus principales socios, el Reino Unido. En esta, y en las demás resurrecciones que serán necesarias en el siglo XXI, sus valores son su principal baza. Oscura es la mañana que pasa sin la luz de los valores, diría Cesare Pavese.

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