El día en que Londres y Moscú resucitaron la Guerra Fría
El intento de asesinato del agente doble ruso, Serguéi Skripal, en 2018, disparó la tensión entre ambos Gobiernos
La entonces primera ministra del Reino Unido, Theresa May, era ya consciente de que sería la última vez que cruzara alguna palabra con Vladímir Putin. Coincidieron en una cumbre del G-20, en Osaka (Japón). Era enero de 2019. Habían transcurrido casi diez meses desde el intento de asesinato del agente doble ruso, Serguéi Skripal, y de su hija Yulia, en la ciudad de Salisbury, con un age...
La entonces primera ministra del Reino Unido, Theresa May, era ya consciente de que sería la última vez que cruzara alguna palabra con Vladímir Putin. Coincidieron en una cumbre del G-20, en Osaka (Japón). Era enero de 2019. Habían transcurrido casi diez meses desde el intento de asesinato del agente doble ruso, Serguéi Skripal, y de su hija Yulia, en la ciudad de Salisbury, con un agente nervioso del grupo novichok. No entraba en la cabeza de la política conservadora la idea de que un acto tan aparentemente salvaje y expeditivo hubiera ocurrido en territorio británico. “El uso de un agente nervioso en las calles de Salisbury forma parte de unas prácticas completamente inaceptables y fue un acto despreciable”, le dijo May a Putin a la cara, según fuentes del Gobierno británico. Skripal y su hija sobrevivieron, junto a un agente de policía que también acabó envenenado. Restos del agente nervioso, ocultados en un frasco de perfume, acabaron tres meses después en manos de una ciudadana de Salisbury, Dawn Sturgess, que resultó muerta. El Gobierno británico ya había acusado por entonces al Kremlin de intento de asesinato y anunció una serie de represalias, entre ellas la expulsión de varios diplomáticos rusos. Hasta 28 países mostraron su solidaridad con Londres y llevaron a cabo la misma medida. Meses más tarde, el Gobierno británico identificó a dos nacionales rusos, que viajaron bajo los nombres de Alexander Petrov y Ruslan Borishov, como los autores del intento de asesinato.
May ya anticipó que habría un antes y un después en la relación con Moscú después del caso Skripal, y su sucesor, Boris Johnson, mantuvo la firmeza desplegada por Downing Street. “El Gobierno ruso debe responder ante lo sucedido y contar la verdad sobre lo ocurrido con Navalny”, ha secundado de inmediato el ministro de Exteriores británico, Dominic Raab, a la canciller alemana, Angela Merkel. Raab ha demostrado ser uno de los halcones del Gobierno Johnson en estos últimos meses a la hora de sostener la tensión con Moscú. El pasado julio cargó con dureza contra el Kremlin al acusarle de intentar usurpar, a través de sus espías, la propiedad intelectual de los laboratorios británicos que trabajan en una vacuna contra la covid-19. Y mostró su certeza “casi absoluta” de que Moscú estaba detrás de las injerencias en las elecciones generales del Reino Unido de 2019.