Irán y China apuestan por un multimillonario acuerdo estratégico frente a EE UU
Teherán tendría un balón de oxígeno económico con el que esquivar las sanciones del Gobierno de Trump y Pekín conseguiría afianzar su Nueva Ruta de la Seda
Iran y China están cerca de sellar un acuerdo estratégico que marcará la política económica y comercial hasta 2045. Ambos países llevan negociando desde 2016 un pacto por el cual Teherán se compromete a suministrar a Pekín hidrocarburos a un precio competitivo a cambio de que China invierta hasta 400.000 millones de dólares (unos 340.000 millones de euros) en las maltrechas infraestructuras iraníes. Se trata de un movimiento estratégico por el que China conseguiría ...
Iran y China están cerca de sellar un acuerdo estratégico que marcará la política económica y comercial hasta 2045. Ambos países llevan negociando desde 2016 un pacto por el cual Teherán se compromete a suministrar a Pekín hidrocarburos a un precio competitivo a cambio de que China invierta hasta 400.000 millones de dólares (unos 340.000 millones de euros) en las maltrechas infraestructuras iraníes. Se trata de un movimiento estratégico por el que China conseguiría afianzar su nueva Ruta de la Seda, al tiempo que asesta un golpe de autoridad frente a Estados Unidos en Oriente Próximo; e Irán encuentra un balón de oxígeno económico con el que esquiva las sanciones de Donald Trump. El 21 de junio, Teherán dio por bueno el borrador, que ahora deberá pasar a manos chinas para la aprobación final.
El Gobierno iraní aún no ha presentado el documento en el Parlamento, lo que ha amplificado los temores de que son muchas las cesiones a Pekín. Incluso algunos parlamentarios iraníes acusaron al Gobierno de tener la intención de entregar al gigante asiático la Isla Kish, situada en el estratégico golfo Pérsico; y de autorizar la presencia de 5.000 soldados chinos en el territorio iraní. Mohamad Javad Zarif, ministro de Exteriores, tuvo que comparecer en la Cámara para desmentir tales acusaciones. La parte china, de momento, se mantiene en silencio y se desconoce si ha firmado el acuerdo o, de lo contrario, la fecha en que lo hará.
La noticia también ha provocado controversia en la opinión pública iraní, que en parte desconfía de la buena voluntad de Pekín. Nozar Shafií, analista político y exparlamentario, ha advertido sobre “la diplomacia de la trampa de la deuda de China” y sostiene que “la experiencia de otros países asiáticos y africanos que han recibido los préstamos chinos muestra que el objetivo de Pekín es explotar los recursos naturales, crear nuevos mercados para sus productos baratos y al mismo tiempo generar puestos de trabajo para sus ciudadanos en los países deudores”. Los críticos con el pacto han calificado el borrador del acuerdo de un “nuevo colonialismo.”
La situación geoestratégica de Irán, entre el Caspio y el golfo Pérsico, y sus reservas de petróleo y gas lo hacen idóneo para ser uno de los eslabones esenciales para China y su gran proyecto de Ruta de la Seda. Este plan constituye una serie de inversiones en las infraestructuras de más de 60 países del mundo y, según asegura el Banco Mundial, hará aumentar el PIB de los países involucrados entre tres y cuatro puntos porcentuales. La Ruta de la Seda se divide en tres trayectos y su tramo central pasa precisamente por Irán.
El borrador no se ha debatido en comisión parlamentaria, pero lo que sí ha hecho el Gobierno de Irán es publicar una versión online de las líneas generales que incluye una larga lista de colaboraciones en hidrocarburos, petroquímica, transporte, energía y seguridad. Según la revista Petroleum Economist, Irán estaría dispuesto a efectuar enormes concesiones a China, incluidos descuentos de hasta el 32% en hidrocarburos y la posibilidad de retrasar los pagos durante dos años. El borrador enumera casi 100 proyectos de inversión, entre ellos, la construcción de aeropuertos, trenes y líneas subterráneas de alta velocidad e infraestructura para que China instale la tecnología 5G, motivo de choque entre Pekín y la Administración de Trump.
La idea de un acuerdo estratégico de 25 años entre Irán y China se concibió tras la visita del presidente chino, Xi Jinping, a Irán en enero de 2016. Con la salida de Washington en 2018 del acuerdo nuclear -firmado también por China en 2015- y la reimposición de las sanciones por parte de EE UU, las empresas chinas abandonaron el mercado iraní y parecía que el plan se quedaría en agua de borrajas. Pese a todo, China siguió importando petróleo iraní, pero en 2019, el comercio entre la República Islámica y China cayó a 23.000 millones de dólares, un tercio en comparación con el año anterior.
Ahora Pekín le vuelve a tender la mano a Teherán haciendo caso omiso a la persistente amenaza de las sanciones de EE UU. La postura de Irán es clara: le urge encontrar un socio poderoso para salir del aislamiento económico y contrarrestar la presión estadounidense. “China sabe que Irán atraviesa una situación económica difícil y aprovechará esta oportunidad para imponer sus condiciones en el marco de un acuerdo. Para Pekín no hay ningún aliado estratégico, sino clientes o socios económicos.” asegura Fereydoun Majlesi, exdiplomático y columnista al sitio web Iran Diplomacy. Al mismo tiempo reconoce, no obstante, que “China ya es una superpotencia con la que Irán debe estrechar sus relaciones”. El país necesita inversiones y renovar su industria petrolera, y no puede contar con el apoyo de Rusia, socio geopolítico en la región (frente a EE UU y Arabia Saudí), pero con el que compite como exportador de hidrocarburos.
Ali Aghamohammadi, el asesor económico del líder iraní, afirmó el pasado julio en una entrevista televisiva que “Irán debe aumentar su producción de crudo a 10 millones de barriles diarios y necesita un cliente estratégico para no eliminarse del mercado de petróleo”. A la luz del borrador, parece que ese “cliente estratégico” será China. Aunque Pekín se toma su tiempo. No hay duda de que el mejor trayecto para conectar Asia Central y Europa pasa por Irán, pero aún hay margen para que Pekín selle el millonario acuerdo en una región, Oriente Próximo, donde Israel y Arabia Saudí, estrechos socios comerciales de China, están enfrentados a Irán y son aliados de EE UU. También existe la posibilidad de que Pekín espere a conocer la identidad del próximo inquilino de la Casa Blanca, que no se decidirá hasta las elecciones del próximo 3 de noviembre.