La libertad de prensa en Argelia vive su peor momento desde la salida de Buteflika

Los fundadores del medio satírico digital ‘El Manchar’ cierran ante “el clima de represión”. Es tan solo la última publicación que siente la represión del nuevo poder argelino

Policía argelina desplegada en Argel, este domingo.Fateh Guidoum (AP)

El fundador del periódico satírico digital El Manchar, Nazim Baya, de 35 años, ha declarado en varias ocasiones que la resistencia del pueblo argelino frente al poder se ejercita mediante el humor. Si eso es así —y en Argelia suele ser así—, el poder acaba de ganar una batalla importante. Los fundadores de El Manchar han cerrado el medio después de cinco años de éxito y artículos memorables como ese que se planteaba durante la pandemia: “Medidas para el personal sanitario: el poder se compromete a golpear menos fuerte a los médicos en las próximas manifestaciones”.

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El fundador del periódico satírico digital El Manchar, Nazim Baya, de 35 años, ha declarado en varias ocasiones que la resistencia del pueblo argelino frente al poder se ejercita mediante el humor. Si eso es así —y en Argelia suele ser así—, el poder acaba de ganar una batalla importante. Los fundadores de El Manchar han cerrado el medio después de cinco años de éxito y artículos memorables como ese que se planteaba durante la pandemia: “Medidas para el personal sanitario: el poder se compromete a golpear menos fuerte a los médicos en las próximas manifestaciones”.

El Manchar acompañó con su humor las protestas que forzaron en abril de 2019 la dimisión del presidente Abdelaziz Buteflika (1999-2019). Hasta que el 13 de mayo los fundadores dejaron solo esta frase sobre la dirección de la web:El Manchar se ha acabado. Nos reencontraremos pronto en una Argelia mejor. O no”. El Manchar, nombre que significa “serrucho” en árabe clásico y “maledicencia” en el dialecto argelino, gozaba de mucho predicamento entre los miembros del Movimiento o Hirak, en árabe, ciudadanos que reclaman la regeneración del país y la emancipación del poder civil respecto a los militares.

Muchos activistas solicitaron una explicación en las redes ante el cierre. Así que los fundadores de El Manchar se dirigieron en Facebook a su medio millón de seguidores: “No hemos sido censurados o bloqueados por las autoridades. Esta decisión ha sido tomada por el equipo de la redacción. El clima de represión de libertades, el encarcelamiento de ciudadanos tras sus actividades en las redes sociales, nos han llevado a reflexionar sobre los riesgos que corremos. (…) Nos reencontraremos en una Argelia mejor. Una Argelia donde este miedo no existirá y donde cada uno podrá desplegar su potencial creativo”.

EL PAÍS contactó con su fundador, Nazim Baya, un farmacéutico que trabaja en una compañía del Estado, pero Baya se remitió a lo que ya había expresado. Un veterano periodista argelino que solicita el anonimato señala: “El Manchar ha tomado una sabia decisión. Hoy en día cualquier cosa que escribes puede ser catalogado como un atentado contra la seguridad del Estado o de sus símbolos. Ya no hay periodismo en Argelia. Hay algunos medios que están autorizados a retomar la información oficial o a hablar de cosas de la vida. Pero todo puede llevarte a la cárcel. Es el peor periodo en las últimas dos décadas”.

El periodista argelino independiente Hamdi Baala objeta que no hay que olvidar el hecho de que bajo la presidencia de Buteflika “fueron cerrados manu militari muchos medios, las manifestaciones estaban prohibidas desde 2001 y encarcelaron a periodistas como Mohamed Tamalt, que murió en prisión en 2016”. No obstante, Baala asume que con el cierre de El Manchar se ha perdido una batalla. “Además, hay argelinos que expresan en las redes sociales su temor a verse encarcelados porque han expresado alguna opinión. Muchos otros continúan resistiendo mediante el humor, aunque implique asumir un riesgo”, señala Baala, que también indica que incluso periodistas de los diarios El Watan y Liberté, medios tradicionalmente críticos con el poder, se sienten “decepcionados”. “Esos colegas aseguran que desde hace unos meses sus periódicos se han vuelto más dóciles con el poder”.

En Argelia, todas las emisoras de radio son públicas. En cuanto a la televisión, operan desde 2012 varios canales privados. Pero todos suelen mantener una línea editorial próxima al Gobierno. En cuanto a la prensa, en el país existen más de cien diarios. Pero solo dos se ha mostrado tradicionalmente críticos: El Watan y Liberté. Ambos cuentan con dos humoristas gráficos, Le Hic y Dilem, de prestigio internacional. La crítica implacable contra el poder que destilan las viñetas de estos dos dibujantes difícilmente serían permitidas en otros países del Magreb. Sin embargo, hay quienes han subrayado en los últimos meses un cambio en la línea editorial de Liberté y, sobre todo, de El Watan. En las páginas de El Watan puede verse ahora publicidad del Estado como ofertas públicas de empleo, gracias a un acuerdo con el Gobierno. A cambio, este medio está recibiendo críticas, internas y externas. Uno de sus redactores ha sido expedientado por acusar al diario de modificar su línea editorial.

El sucesor de Buteflika en la presidencia de Argelia, Abdelmayid Tebún, de 75 años, ganó el 12 de diciembre unas elecciones que fueron boicoteadas por el Hirak y registraron un 40% de participación, el menor índice en varias décadas. El mismo día de su victoria pronunció un discurso donde alabó al Hirak como elemento clave para diseñar “una nueva Argelia” y declaró: “Tiendo la mano al Hirak”. Sin embargo, la justicia, a quien el Hirak acusa de actuar a golpe de teléfono, siguió encarcelando a activistas y periodistas. Y Tebún, que ya ha concedido más de 15.000 indultos a presos comunes a causa de la pandemia, nunca indultó a las principales figuras del movimiento, como el activista Karim Tabú, encarcelado desde septiembre.

Una joven periodista, que prefiere ocultar su nombre, precisa que la “grave situación” de las libertades no se puede comparar con la que atravesó el país durante la llamada década negra, en los noventa, cuando una guerra civil entre el poder y grupos islamistas causó la muerte de al menos 150.000 personas. “Entonces”, indica, “los periodistas estaban amenazados de muerte por los terroristas, porque los consideraban cómplices de los militares. Y ellos podían ir a la cárcel por cualquier información que se considerasen sensible para la seguridad”.

“Sin embargo”, prosigue la misma periodista, “ahora mismo hay un retroceso tangible respecto a las libertades conseguidas en los últimos 20 años. No pasa un solo día sin que detengan a un activista por algo que ha publicado en Facebook o Twitter. Cada vez es mayor el número de los que son llamados a comisaría y detenidos. El Comité Nacional para la Liberación de Detenidos (CNLD) cuenta cerca de 70 personas encarceladas”.

La detención en marzo del periodista independiente Khaled Drareni, de 40 años, corresponsal de Reporteros sin Fronteras y del canal en francés TV5-Monde, supuso un aviso a navegantes para muchos redactores. Drareni era el más fiel informador en las redes sociales de las manifestaciones del Hirak. Recibió varias citaciones en comisaría. Pero decidió continuar con su labor informativa. Ahora se encuentra encarcelado desde el 27 de marzo, acusado de incitar al agrupamiento no armado y de atentar contra la integridad nacional.

El periodista argelino Sofiane Merakchi, corresponsal de la cadena libanesa Al Mayadeen, fue detenido también en septiembre, mientras cubría una manifestación del Hirak, y fue condenado el 5 de abril a ocho meses de cárcel, acusado de proporcionar imágenes de las manifestaciones a medios extranjeros —el Gobierno argelino tiene una lista negra de medios extranjeros a los que desde hace más de un año no se les concede el visado para informar sobre el terreno. En esa lista se encuentra EL PAÍS—.

El pasado abril fueron bloqueados los medios digitales argelinos Maghreb Emergent y Radio M, del mismo grupo, así como el sitio Interlignes, todos ellos muy críticos con el poder. El sitio Avant-Garde fue bloqueado en mayo. Y el que era el medio más leído en Internet, TSA, también lo está desde el 12 de junio. A pesar de todo, siguen informando. Se logra acceder a ellos en Argelia mediante aplicaciones VPN.

Abdallah Benadouda es un periodista argelino de 49 años, que vive en Estados Unidos y fundó desde allí hace dos meses el sitio Radio Corona International, con el afán de mantener el humor y la llama del Hirak durante el confinamiento. “El argelino siempre ha utilizado la sátira y la autodeterminación para exorcizar sus miedos y sus angustias”, explica Benadouda. “Es cierto que con el cierre de El Manchar los argelinos han perdido una válvula de escape. Pero dicho esto: prefiero ver al El Manchar cerrado, momentáneamente, que ver a sus redactores encarcelados”.

Benadouda reconoce, como todos los periodistas consultados, que existe “autocensura” y un “temor legítimo” en “algunos medios históricamente progresistas”. Sin embargo confía en el pueblo, “paciente y resiliente”. “Todavía hay hombres y mujeres que no van a rendirse y cuando termine la pandemia regresará el Hirak. El objetivo de la revolución era la instauración de un Estado de derecho moderno. Había también una sed de libertad. Estamos muy lejos, así que la lucha continuará. Soy optimista”.

El analista Adlene Mohammedi indica desde Francia que el mensaje de El Manchar —“esperamos reencontrarnos en una Argelia mejor”— en realidad viene a decir: “La lucha continúa”. “El humor”, añade, “y la desacralización de todo, de la religión, la Constitución, el Ejército, son muy importantes para el Hirak. Y yo no hablaría de una derrota, porque seguirá habiendo mucho humor frente a la represión”.

De momento, la sátira continúa plantando su batalla en Argelia, país que cuenta con humoristas gráficos de prestigio internacional como Le Hic, en El Watan, y Dilem, en Liberté. Este último publicó una viñeta el martes 19 de mayo, en pleno periodo de medidas estatales contra la pandemia. En la viñeta se leía: “El poder quiere promover el turismo interior”. Debajo de la frase, un juez le daba a elegir a un ciudadano: “¿Entonces, El Harrach o Kolea?”. El Harrach y Kolea son dos de los principales centros penitenciarios del país.

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