El Reino Unido lanza un plan de estímulo fiscal de 34.000 millones para combatir la crisis del coronavirus
El Gobierno de Johnson pone fin a la austeridad en su primer presupuesto de la era post Brexit
Los anglosajones llaman “blessing in disguise” (una bendición disfrazada) a la oportunidad de sacar beneficios inesperados de un contratiempo. La avalancha de medidas económicas y fiscales que el ministro de Economía del Gobierno de Boris Johnson, Rishi Sunak, ha presentado este miércoles ante la Cámara de los Comunes para hacer frente a la crisis del coronavirus se ha interpretado como la inesperada punta de lanza de ...
Los anglosajones llaman “blessing in disguise” (una bendición disfrazada) a la oportunidad de sacar beneficios inesperados de un contratiempo. La avalancha de medidas económicas y fiscales que el ministro de Economía del Gobierno de Boris Johnson, Rishi Sunak, ha presentado este miércoles ante la Cámara de los Comunes para hacer frente a la crisis del coronavirus se ha interpretado como la inesperada punta de lanza de unos Presupuestos Generales para la era post Brexit que aspiran a expandir la economía del Reino Unido y poner fin a una década de austeridad. El estímulo fiscal está valorado en 30.000 millones de libras (34.300 millones de euros). “Tenemos la libertad y los recursos para decidir nuestro propio futuro (...). Presentamos estos Presupuestos en un momento de desafío, pero sabremos estar a la altura y juntos lo superaremos. Son unos Presupuestos que hoy aportan seguridad, pero también sientan las bases para la prosperidad de mañana”, ha asegurado Sunak durante la presentación de la ley, el momento más delicado y definitorio para cualquier chancellor of the Exchequer (como se denomina al ministro de Economía en el Reino Unido).
El discurso ha entusiasmado a los diputados conservadores, que respondían con aplausos a sus soflamas políticas sin prestar excesiva atención a los matices que el ministro introducía. Frente a las cifras de crecimiento de la economía británica adelantadas este mes por la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en sus siglas en inglés), Sunak rebajaba las expectativas: se crecerá un 1,1% en 2020 (no el 1,4% previsto) y al menos dos décimas menos en los siguientes cuatro años. Y todo eso sin haber sido aún capaz de estimar el daño real que puede acabar provocando la crisis del coronavirus. El Gobierno de Johnson se dispone a revisar las reglas de contención fiscal que el anterior responsable económico, Sajid Javid, se había comprometido a defender y a endeudarse más si las circunstancias así lo exigen, anunciaba Sunak.
El ministro británico de Economía ha prometido que el Gobierno no escatimará recursos para el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) y aportará los fondos que sean necesarios, “sean millones o miles de millones”. Junto a la ayuda directa a la sanidad pública, Sunak ha desplegado un amplio plan de ayudas a las empresas para hacer frente a la turbulencia desatada por el coronavirus. Downing Street suspenderá el Impuesto sobre Bienes Inmuebles no Comerciales que actualmente pagan miles de negocios, sobre todo los relacionados con el ocio y el entretenimiento (tiendas, cines, restaurantes o bares). Se pondrá en marcha un sistema de préstamos por 1.200 millones de libras avalado por el Ejecutivo para las pequeñas y medianas empresas, con los que podrán cubrir hasta un 80% de sus pérdidas.
El Gobierno de Johnson se ha comprometido a asumir los costes salariales de todos los trabajadores que decidan entrar en periodo de aislamiento desde el primer día, aunque finalmente no desarrollen la enfermedad. Las pequeñas y medianas empresas podrán reclamar esos gastos durante un periodo de 14 días, el estimado para la cuarentena impuesta a sus empleados. Finalmente, el Tesoro británico permitirá a muchos negocios posponer por el tiempo necesario sus obligaciones fiscales.
La necesidad de dar una respuesta urgente y contundente a la inestabilidad económica desatada por el coronavirus ha hecho que las promesas de Sunak tuvieran buena acogida entre la opinión pública británica, pero el resto de promesas que han acompañado a la presentación de los Presupuestos han suscitado temor entre los expertos. 230 millones de euros para la ciencia; 340 millones para reducir las emisiones contaminantes; 680 millones para nuevas infraestructuras de comunicación; casi 6.000 millones en préstamos para las empresas; mantener el Impuesto de Sociedades en el 19% (lejos del 17% prometido)... Los anuncios de Sanuk hacen relativa justicia al compromiso de Johnson de dar un vuelco a la economía británica y se ajustan a los deseos de revolución de su asesor estrella, Dominic Cummings, pero arrojan serias dudas sobre la seriedad fiscal del Partido Conservador, que en su programa electoral se comprometió a rebajar durante los próximos años la deuda pública, actualmente en el 85,9% del PIB. “El Gobierno ha propuesto la mayor y más prolongada relajación fiscal desde el Presupuesto preelectoral de 1992 (que tuvo que ser revertido a los pocos meses, después de que el Reino Unido abandonara el Sistema Monetario Europeo en septiembre de ese mismo año)”, advertía la OBR en un informe preparado para su publicación minutos después de que el ministro expusiera las líneas generales de los Presupuestos. Una decisión arriesgada frente al escenario negativo que --sostiene la OBR-- provocará la salida del Reino Unido de la UE, que sigue cifrando en una reducción del PIB de un 4% en los próximos 15 años.
“El anuncio a bombo y platillo de este Gobierno de que va a poner en marcha el mayor plan de inversión pública desde la década de los cincuenta es simplemente un ejercicio de prestidigitación”, ha dicho el todavía líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn. “Es el reconocimiento de que la austeridad fue un experimento fallido. Las medidas de hoy ni se acercan a una reversión completa de los daños que ha sufrido nuestro país”, decía el veterano político de izquierdas en un discurso más pensado para dotar de coherencia ideológica a sus años de oposición que para desmontar un planteamiento que ha resultado más expansivo y “keynesiano” de lo que podría haber soñado el equipo económico del Partido Laborista.