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Mauricio Macri, envalentonado por el apoyo en la calle: "Vamos a sacar a los mafiosos"

El presidente se prepara para su primera huelga general y promete resistir ante los sindicatos

Carlos E. Cué
 Mauricio Macri presenta en la Casa Rosada un plan de apoyo a la construcción, el 3 de abril.
Mauricio Macri presenta en la Casa Rosada un plan de apoyo a la construcción, el 3 de abril.Presidencia
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Hacer previsiones en la política argentina es inútil. Hace una semana, parecía que el Gobierno de Mauricio Macri se desgastaba lentamente mientras los peronistas tomaban la calle un día tras otro. Ahora, el presidente está envalentonado después del inesperado éxito de una inédita manifestación a favor del Gobierno convocada el sábado. Argentina está en plena crisis económica, Macri está en minoría parlamentaria para afrontarla y cada decisión se convierte en un pulso en el que es clave medir cuánta fuerza tiene el rival. Ahora el presidente, que hace unos días parecía muy golpeado y está a punto de sufrir su primera huelga general el jueves, está crecido y parece dispuesto a dar una batalla política de final incierto contra los líderes de los sindicatos peronistas que le están lanzando un pulso fuerte, en especial los de los maestros. Incluso se animó a prometer que derrotará a las "mafias" de los sindicatos.

"Con más convicción que nunca voy a dar esa batalla y le vamos a sacar el poder a cada uno de esos mafiosos, porque a ellos les ha ido bien con este modelo que ha acumulado pobreza. No quieren realmente trabajar por los laburantes, por la gente, por el futuro". Macri no hablaba solo de los sindicalistas –metió a los empresarios también- pero el mensaje era muy claro contra ellos porque son los que le han organizado una huelga general que, según insistió, "no ayuda en nada a los trabajadores" porque "va a costar más de 15.000 millones de pesos (casi 1.000 millones de dólares) que podríamos aplicar a hacer más obras".

La mayoría de los analistas suponía que el macrismo no tenía capacidad de movilización de la calle pero la realidad ha desmentido esa idea. El presidente dejó claro que va a utilizar la inédita manifestación de apoyo como trampolín para recuperar aliento político ya que la realidad económica no acaba de darle las alegrías que esperaba. En su entorno insisten en que está eufórico, convencido ahora de que tiene que dar más batallas y animarse a más reformas, en especial acuerdos para mejorar la competitividad, como el que presentaba en este acto con los sindicatos de la construcción. El presidente parece buscar una división entre sindicalistas buenos y malos.

Macri no acudió a la marcha –el Gobierno se desvinculó por si fracasaba- pero la siguió con entusiasmo desde casa. "Todavía estoy muy emocionado, conmovido, con lo que vivimos el día sábado. Yo veía los carteles, hubo uno que resume muchas cosas, decía "voté a Macri porque no quiero más mafias". Y tiene razón, no podemos aceptar más comportamientos mafiosos en la Argentina, porque están en los sindicatos, en las empresas, en la política, en la Justicia, por suerte son minoría. No podemos aceptar que nadie se crea el dueño de este país, con el derecho a poner palos en la rueda sistemáticamente".

Aunque no citara a nadie, ese mensaje de los mafiosos en Argentina se entiende rápidamente como un duelo contra las cúpulas sindicales –y empresariales- que en algunos casos llevan 30 años en el poder, como los Moyano, que han inventado el sindicalismo hereditario –el hijo Pablo sucede al padre Hugo al frente de Camioneros- y ahora además han reforzado su poder con el control del fútbol –Hugo Moyano ha colocado a su candidato al frente de la Asociación del Fútbol Argentino-.

Moyano y otros sindicalistas históricos, apodados "los gordos", pasan de una alianza con Macri a montarle huelgas generales en un constante pulso de poder. Pero él, que lleva toda la vida en la clase dominante del país –su padre era uno de los empresarios más conocidos y lograba enormes contratos públicos- casi siempre ha optado por negociar con ellos. Los recibe, los agasaja, les da enormes cantidades de dinero, los aplaude cuando pactan. Es así como se hicieron siempre las cosas en Argentina y los Macri formaron parte de esa cultura de la negociación permanente con formas poco confesables.

Pero ahora el presidente parece haber dicho basta y tiene el objetivo puesto especialmente en los sindicalistas, como Roberto Baradel, líder de los maestros de Buenos Aires, más cercanos a Cristina Fernández de Kirchner. Los macristas la ven a ella detrás de una estrategia para debilitarlo y han decidido que la mejor manera de ganar las elecciones que empiezan en agosto con las primarias es polarizar, buscar un choque con la expresidenta. Si hay algo que moviliza al macrismo, es ir contra Fernández de Kirchner, y eso, el deseo de que no vuelva nunca, parece haber logrado el éxito de la convocatoria del sábado. "No se trata de demostrar quién es el más fuerte, quién es el más vivo, de una viveza criolla mal entendida, que llevó a un país maravilloso como el nuestro a tener un tercio de la población en situación de pobreza", remató el presidente. La campaña electoral ya está a pleno rendimiento y Macri tiene ahora un arma con la que jamás esperó contar: la calle, o al menos una parte importante de ella.

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