Columna

La vuelta del Americano feo

¿Cuál es el nuevo modelo en la era del desconcierto cuando lo que se globaliza es la anti globalización?

Máscaras de Donald Trump fabricadas en Japón.TOSHIFUMI KITAMURA (AFP)

Vuelve el Americano feo que ocho años de presidencia de Obama habían borrado. La imagen de Estados Unidos retrocede globalmente, mientras China y Rusia confían en aprovechar el caos que puede provocar Donald Trump desde la Casa Blanca. Esta es la primera consecuencia de la elección de un millonario demagogo, sin experiencia política alguna, al que todo le da igual. El acontecimiento nos ha sorprendido asomados a la salida de la Gran Recesión, aliviados en que el sistema sobrevive y puede se...

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Vuelve el Americano feo que ocho años de presidencia de Obama habían borrado. La imagen de Estados Unidos retrocede globalmente, mientras China y Rusia confían en aprovechar el caos que puede provocar Donald Trump desde la Casa Blanca. Esta es la primera consecuencia de la elección de un millonario demagogo, sin experiencia política alguna, al que todo le da igual. El acontecimiento nos ha sorprendido asomados a la salida de la Gran Recesión, aliviados en que el sistema sobrevive y puede seguir siendo gestionado como siempre. Gandhi ya nos advirtió: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados.”

El periodo de transición en EE UU, entre la elección en noviembre y el comienzo de la nueva presidencia en enero, sirve como explicó Kennedy en 1960, para que el presidente novato no tenga que preguntarse: ¿Y ahora, que demonios hago? No sabemos lo que hará Trump, ¿lo sabe ya él? La transición que conduce Trump desde su triplex en su torre de la Quinta Avenida de Nueva York, mármol negro e interiores dorados, remedo de palacio de jeque árabe, es un circo errático. Un reality show en el que el presidente electo es, según le convenga, jefe de pista, payaso, o incluso la fiera tronante.

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Cada día que pasa crece la sensación de que la Casa Blanca le va a quedar muy grande. Para entenderlo, recomiendo la lectura de la transcripción completa de la entrevista que mantuvo, en la sede del New York Times, con su Consejo Editorial. A destacar: su creencia que podría perfectamente dirigir su imperio inmobiliario a la vez que el país. Porque, afirma, la ley está del lado del presidente y este no puede tener conflicto de intereses. Le basta dejárselo a sus hijos, ni hablar de ponerlo en un trust ciego o venderlo. La realidad es que, a estas alturas, aun no sabemos hasta donde llegará su presidencia en el cumplimiento de su tremebundo programa. ¿Funcionarán los cortafuegos constitucionales de control y equilibrio y Donald se despojará del disfraz de presidente alien?

Su temperamento, su imprevisibilidad, provocan la incertidumbre global. Crece la inquietud por el aislacionismo probable del EE UU de Trump y sus consecuencias económicas. Aparecen las dudas sobre la supervivencia del orden liberal internacional, del mundo tal como lo conocemos. Rogamos por el mantenimiento del liderazgo mundial de Estados Unidos, ininterrumpido desde 1945, que tanto hemos denostado en ocasiones los bien pensantes europeos. Nos asusta el vacío que puede provocar el repliegue de América. Porque la pregunta de quien sustituye a Estados Unidos no tiene hoy respuesta. ¿Cuál es el nuevo modelo en la era del desconcierto cuando lo que se globaliza es la anti globalización?

Los acontecimientos nos arrollan. Europa, conmocionada, sin alternativas ideológicas fuertes frente a este nuevo nacionalismo populista, debe de dar una respuesta. O el valioso experimento europeo de posnacionalismo se irá a pique, advierte The Economist. La vuelta atrás no es un antídoto contra la globalización, que sin embargo debe ser domada corrigiendo sus deficiencias.

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