Opinión

Los rehenes de Mosul

La comunidad internacional deberá asumir la acogida de los afectados por la guerra

Civiles huyen del combate entre fuerzas iraquíes y el ISIS en Mosul, este viernes.GORAN TOMASEVIC (REUTERS)

La batalla para la reconquista de Mosul avanza a paso de tortuga; al triunfalismo de las autoridades iraquíes resuena durante el día a día de una contienda salvaje, en la que el ISIS da muestras de una resistencia feroz, utilizando todos los medios a su alcance para rechazar a los atacantes. La población de la ciudad ha devenido dramáticamente rehén no sól...

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La batalla para la reconquista de Mosul avanza a paso de tortuga; al triunfalismo de las autoridades iraquíes resuena durante el día a día de una contienda salvaje, en la que el ISIS da muestras de una resistencia feroz, utilizando todos los medios a su alcance para rechazar a los atacantes. La población de la ciudad ha devenido dramáticamente rehén no sólo de la locura terrorista del califato sino, también y a menudo, de la ira del Ejército iraquí y de sus aliados provisionales kurdos. Estos últimos, después de haber conquistado Bashiqa, al este de Mosul, se retiraron de la ofensiva por un acuerdo con el Ejército iraquí y con la intención de fortalecer su arraigo en la ciudad.

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Lo que pasa en los pueblos y zonas liberadas por los kurdos es de mal augurio para la población civil. El presidente del PKK, Masud Barzani, reprochó a civiles árabes haber colaborado con el ISIS afirmando que “deben pagar el precio de sus crímenes”. El problema es saber quién y cómo juzga. Lo que sí es seguro, es que los kurdos se lanzaron en la batalla de Mosul sólo para liberar las zonas en las que predominan kurdos y para crear unos reagrupamientos formados sobre una base étnica, preparando un futuro Estado kurdo. La ONG Human Rights Watch (HRW) asegura que los kurdos ya han destruido más de “17 pueblos y localidades en Kirkuk y cuatro más en Nínive… expulsando a las poblaciones árabes”.

Tal y como estaba previsto, las poblaciones se transforman, así, en rehenes de proyectos políticos que las superan y que pagan con muertos, expulsión de sus hogares y reclusión en campos de internamiento. El ISIS fusila todos los días a inocentes que no quieren entrar en sus filas, las fuerzas iraquíes actúan duramente contra sospechosos de no afinidad al régimen iraquí.

Así, se desarrollan varias guerras dentro de la reconquista de Mosul. El mapa geopolítico de la región se está transformando profundamente.

Está claro que, después del inevitable fracaso del ISIS en los próximos meses o años, surgirá otra guerra, mucho más difícil de resolver entre las poblaciones civiles y los estados regionales (Turquía y lo que quedará de Irak y Siria), como entre las grandes potencias que mueven los hilos en Oriente Medio (EE UU, Rusia, Irán y Arabia Saudí).

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Los desplazamientos de poblaciones se incrementarán inevitablemente. Los países fronterizos no pueden ni podrán afrontar este desafío. La Unión Europea, blindada tras las trincheras del acuerdo germano-turco sobre los refugiados, tampoco podrá hacer mucho. Resulta más imprescindible que nunca plantear, a escala internacional, la cuestión de la acogida y la solidaridad con los millones de personas que se ven y se verán afectadas por este terremoto geopolítico del cual la comunidad internacional, y en especial los EE UU, es también responsable. Entre la reconquista previsible de Mosul en Irak, después de batallas sangrientas y la destrucción programada en Siria de Alepo, así como la voluntad de control del norte del país por los kurdos del PKK, se anudan inconmensurables tragedias humanas para las poblaciones civiles.

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