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Columna
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‘Cambiemos’ cambia la historia

Nuevos, y buenos, aires se respiran en Argentina

Era el viernes 28 octubre de 1983, vísperas de elección que terminó con aquel trágico régimen militar. El Partido Justicialista—el peronismo—cerraba su campaña en la Avenida 9 de Julio. La Unión Cívica Radical había hecho lo propio dos días antes en ese mismo lugar con una verdadera multitud. El peronismo movilizó todo el aparato sindical para congregar más gente. Así lo hizo, con más de un millón de personas sobre la ancha avenida, del obelisco al sur.

Las encuestas daban al PJ como favorito. En el escenario estaba la nomenclatura sindical en pleno rodeando al candidato a presidente, Ítalo Lúder, y preparando la fiesta. Entre ellos se encontraba Herminio Iglesias, líder territorial de Avellaneda y candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, distrito con el 40% del electorado. Alguien le subió a Herminio un ataúd pintado con el emblema del Radicalismo, el rival histórico. Herminio le prendió fuego y la escena recorrió el país las siguientes 48 horas y más. No había redes sociales, pero alcanzó con las imágenes de la televisión.

El peronismo perdió ese domingo, por primera vez en una elección libre e irrestricta. Después del trauma del régimen militar, aquel país no toleraba más muerte. Herminio era un peso pesado, con una vida en el fragor de la lucha sindical y varias balas que cargaba en su propio cuerpo como evidencia. Eso era, precisamente, lo que el país no quería.

Haga el lector fast forward a 2015. La pregunta de los últimos tiempos fue si el kirchnerismo tendría su propio Herminio. El papel en la película se lo dieron a Aníbal Fernández, candidato a gobernador también, un personaje con causas judiciales por tráfico de efedrina. El kirchnerismo, auto-definido heredero del peronismo, perdió la elección de la provincia, resultado que forzó el ballotage presidencial del próximo 22 de noviembre.

Desde hace meses los candidatos de Cambiemos, la coalición opositora, reportan que en los distritos de bajos ingresos del conurbano como Lanús, Quilmes—el distrito de Aníbal Fernández—y Avellaneda—la tierra de Herminio, justamente—el temor más grande de los humildes es la violencia del narcotráfico. Es que además se lleva la vida de sus hijos.

En su arrogancia infinita, el kirchnerismo desprecia a quienes dice representar, los pobres. Asumieron que votarían por un candidato al que temen; pensaron que alcanzaría con el aparato; dieron por sentado que el pobre no tiene autonomía. Tal vez creyeron que el pobre no es capaz de pensar por sí mismo. En esos distritos ganó Cambiemos, entre tantos otros.

Con eso solo, un nuevo tiempo político asoma. No es poco, si este nuevo tiempo es más civil y más democrático. Pero también si este nuevo tiempo le permite a Argentina abandonar los clichés de uso corriente, fundamentalmente el de la permanencia hegemónica del peronismo. Es bueno recordar, por ello, que el peronismo puede perder y ha perdido, como en 1983 y en 1999, y también en otra elección de la Provincia de Buenos Aires en 1997. Un partido hegemónico es tal precisamente porque no pierde elecciones.

Es un nuevo tiempo porque Cambiemos desnuda al aparato de los caciques territoriales, como era Herminio, y expone su autoritarismo. Cambiemos propone respirar oxígeno después de la asfixia de un matrimonio en el poder durante 12 años. Cambiemos expresa el hastió de la sociedad con la cadena nacional, con las verdades reveladas, con la descalificación del oponente, con la intimidación al crítico. Por eso lo votaron los pobres tanto como los ricos.

No importan las encuestas, Cambiemos ya ganó. Cambió el discurso, demostró que no hay inevitabilidad, le abrió a la sociedad la ventana de la libertad, la misma que abrió Raúl Alfonsín en 1983, cuando la sociedad rechazó los ataúdes y el fuego.

Habiendo cambiado la historia, es improbable que pierda el 22 de noviembre. Nuevos, buenos aires se respiran en Argentina.

Twitter @hectorschamis

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