Columna

Cuaderno de guerra

La asimetría bélica suele premiar la victoria militar con la derrota política

1.- Estamos ante una guerra asimétrica perfecta, empezando por los contendientes: de un lado, el ejército de un Estado democrático pero militarizado, que posee las armas más sofisticadas del planeta y cuenta como aliado a la primera superpotencia; y del otro, un grupo terrorista, ayudado por algunos países árabes y armado, sobre todo, por el Irán fundamentalista.

2.- La mayor asimetría está en los efectos sobre las poblaciones, una perfectamente cubierta y protegida y la otra desamparada e inerme. El balance de destrucción y muerte en un bando es devastador, mientras que en el otro, baj...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

1.- Estamos ante una guerra asimétrica perfecta, empezando por los contendientes: de un lado, el ejército de un Estado democrático pero militarizado, que posee las armas más sofisticadas del planeta y cuenta como aliado a la primera superpotencia; y del otro, un grupo terrorista, ayudado por algunos países árabes y armado, sobre todo, por el Irán fundamentalista.

2.- La mayor asimetría está en los efectos sobre las poblaciones, una perfectamente cubierta y protegida y la otra desamparada e inerme. El balance de destrucción y muerte en un bando es devastador, mientras que en el otro, bajo el paraguas de la Cúpula de Acero, apenas hay víctimas ni destrozo. El grueso de las víctimas israelíes son soldados caídos en los ataques.

3.- La discusión sobre quién empezó tiene un interés acotado. Conviene analizar a quién interesaba la escalada y, probablemente, era tanto a Hamás como a Netanyahu y en ningún caso a la Autoridad Palestina.

4.- Hamás quiere obtener la apertura de los pasos fronterizos, mientras que Netanyahu quiere la neutralización y desarme de Gaza. Israel y Egipto no accederán a lo primero sin garantías de lo segundo. Pero a la vez, es imposible neutralizar militarmente la Franja sin una ocupación prolongada y costosa que Israel no se puede permitir, tal como demuestran ya las severas pérdidas sufridas en la invasión terrestre.

5.- Como en toda guerra asimétrica, el bando más débil sacrifica más y también da más valor a lo poco que obtiene. Cada vez que suenan las sirenas de alarma en Tel Aviv es un éxito para Hamás. Como lo es el cierre del aeropuerto Ben Gurion. Para el bando más fuerte, en cambio, cualquier pérdida por pequeña que sea es mucho más dura y tiene mayor significado.

6.- Todo conduce a un empate trágico y a una paz precaria, como siempre, que es en realidad una renovación del statu quo, el bien más preciado tanto de Hamás como de Netanyahu. El perdedor es la Autoridad Palestina, laminada por los dos extremos y sin márgenes ni camino para avanzar hacia el Estado palestino.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

7.- Esta no es una guerra encapsulada. Traslada el conflicto de Oriente Próximo al interior de unas sociedades como las europeas, donde hay una población de origen inmigrante con grandes afinidades hacia los palestinos.

8.- También estimula en Europa los peores reflejos antisemitas, algo que se acomoda a un relato sobre la fragilidad de Israel que produce excelentes rendimientos a su Gobierno.

9.- La asimetría entre el poder militar y diplomático de Israel y la debilidad extrema de los palestinos está produciendo a la vez efectos de saturación. Lo demuestra el doble registro utilizado por el secretario de Estado, John Kerry, al ironizar en privado sobre el carácter quirúrgico del ataque de la operación israelí y defender en público el derecho de Israel a defenderse sin atender a los límites y a la proporcionalidad de los medios utilizados.

10.- Las guerras asimétricas suelen premiar la victoria militar con la derrota política.

Sobre la firma

Archivado En