Túnez acuerda nombrar a un nuevo primer ministro

El país norteafricano se prepara para el tercer aniversario de la revuelta que derrocó a Ben Alí con un Gobierno técnico

Un hombre reza ante la tumba de Mohamed Buazizi, el vendedor cuya inmolación hace tres años provocó la caída de Ben Alí.FETHI BELAID (AFP)

El 17 de diciembre de 2010, un hombre de 26 años, informático de formación, se acercó a la plaza del ayuntamiento de Sidi Buzid, una capital de provincia de menos de 40.000 habitantes en el centro de Túnez. Días antes, la policía se había incautado de su puesto de frutas y verduras, su único medio de subsistencia en una ciudad, un país, golpeados con fuerza por el paro. Ese día Mohamed Buazizi compró un bidón de gasolina de cinco litros, se roció con su contenido y se prendió fuego. Murió en el hospital de Sfax 18 días después. Para entonces, su inmolación se había convertido en la chispa que ...

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El 17 de diciembre de 2010, un hombre de 26 años, informático de formación, se acercó a la plaza del ayuntamiento de Sidi Buzid, una capital de provincia de menos de 40.000 habitantes en el centro de Túnez. Días antes, la policía se había incautado de su puesto de frutas y verduras, su único medio de subsistencia en una ciudad, un país, golpeados con fuerza por el paro. Ese día Mohamed Buazizi compró un bidón de gasolina de cinco litros, se roció con su contenido y se prendió fuego. Murió en el hospital de Sfax 18 días después. Para entonces, su inmolación se había convertido en la chispa que necesitaba Túnez primero, y el mundo árabe después, para lanzarse a derrocar regímenes que habían durado décadas. El primero en caer fue el propio presidente tunecino, Zine el Abidine Ben Alí, que llevaba en el poder desde 1987: diez días después de la muerte de Buazizi, huyó a Arabia Saudí.

Tres años después, la primavera árabe que brotó de esa plaza se ha vuelto otoño en Egipto, asfixiada por el golpe de estado de julio, y crudo invierno en una Siria devastada por la guerra civil. Pero en la cuna de la revolución, a pesar de la persistente crisis económica y la inestabilidad política, los tunecinos parecen empeñados en darle una oportunidad a la democracia. Este sábado, tras dos meses de negociaciones, 21 grupos políticos han llegado a un acuerdo para nombrar a Mehdi Jomaa, un ingeniero de 51 años que hasta ahora ocupaba la cartera de Industria, como nuevo primer ministro. La tarea de Jomaa es mantener la estabilidad del país hasta las elecciones de 2014.

Pero para eso el nuevo primer ministro necesita la colaboración de los islamistas de Ennahda, el mayor grupo de la Asamblea Constituyente elegida en 2011. Tras el asesinato en julio del líder opositor Mohamed Brahmi, la presión por parte de la oposición para descabalgar a Ennahda del Ejecutivo no ha cesado. La primera medida de presión fue detener la elaboración de la nueva Carta Magna, en agosto. Por un momento, pareció que Túnez iba a caer en la misma crisis de ingobernabilidad que debilitaría al Gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Pero en octubre, Ennahda cedió y firmó un pacto con la oposición por el cuál cedería el poder a un Gobierno técnico hasta las nuevas elecciones. Al acuerdo le han seguido otros dos meses de negociaciones hasta llegar al Ejecutivo formado el sábado.

Pero aún quedan problemas por delante. El nombramiento de Jomaa no ha recibido el respaldo de toda la oposición. El principal reto es aprobar una Constitución y una ley electoral definitivas. Ennahda ha repetido en varias ocasiones que sin la aprobación de ambas leyes, el Gobierno de Jomaa no podrá entrar en funciones. Mientras, la amenaza del terrorismo islamista continúa. El grupo Ansar al Sharia, calificado de "terrorista" por las autoridades, ha convocado una manifestación este martes, aniversario de la revolución, frente a la sede del Gobierno. Pero, pese a todo, la revolución sigue: la calle principal de Sidi Buzid, tres años después, se llama Mohamed Buazizi.

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