EE UU envía a su 'número tres' al encuentro UE-Irán

El gesto de Washington da un nuevo impulso a la vía diplomática para resolver el litigio nuclear

En medio de la incredulidad general, Irán y Estados Unidos parecen estar dando los primeros pasos hacia una solución negociada de la crisis nuclear. Aunque la desconfianza persiste, el anuncio de que Washington va enviar al número tres del Departamento de Estado, William J. Burns, a la reunión de hoy en Ginebra entre el mediador europeo, Javier Solana, y el negociador irani, Said Yalilí, no sólo ha satisfecho a Teherán, sino que da un nuevo impulso a la vía diplomática. Ahora la incógnita es saber si Yalilí llega con una respuesta clara a la oferta que Solana le presentó el mes pasado e...

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En medio de la incredulidad general, Irán y Estados Unidos parecen estar dando los primeros pasos hacia una solución negociada de la crisis nuclear. Aunque la desconfianza persiste, el anuncio de que Washington va enviar al número tres del Departamento de Estado, William J. Burns, a la reunión de hoy en Ginebra entre el mediador europeo, Javier Solana, y el negociador irani, Said Yalilí, no sólo ha satisfecho a Teherán, sino que da un nuevo impulso a la vía diplomática. Ahora la incógnita es saber si Yalilí llega con una respuesta clara a la oferta que Solana le presentó el mes pasado en Teherán.

"La participación americana es positiva", declaró ayer el ministro iraní de Exteriores, Manuchehr Mottaki. Hasta ahora Washington se había negado a sentarse en la mesa con los iraníes hasta que estos suspendieran su programa de enriquecimiento de uranio, algo que ni han hecho ni parecen dispuestos a hacer. Para desbloquear esa situación, Solana les propuso congelar su programa nuclear en el nivel actual a cambio de que la comunidad internacional haga lo propio con sus nuevas sanciones, a fin de crear las condiciones de confianza para poder negociar. Esa sugerencia acompañaba a la oferta de incentivos que EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania (el llamado G-6) han hecho a Irán para que suspenda el enriquecimiento.

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Cuando el pasado 14 de junio Solana entregó el plan de los seis a Mottaki, el ministro iraní abrió el portafolio de piel azul y buscó si en la carta adjunta estaba la firma de Condoleezza Rice. Para los iraníes, la rubrica de la secretaria de Estado norteamericana, en sexto lugar, justo antes de la del mediador europeo, era tan importante como todas las demás juntas, un signo de que Washington les toma lo suficientemente en serio como para negociar. Más difícil resulta determinar qué gesto de Irán ha animado a Rice a enviar a Ginebra a su subsecretario para Asuntos Políticos, que el jueves se reunión con Solana para preparar la cita.

Las señales que emite Irán son consistentemente contradictorias. Mientras uno de sus políticos más veteranos, Alí Akbar Velayatí, ha hecho declaraciones conciliadoras y advertido contra los "eslóganes provocadores" (supuestamente del presidente Mahmud Ahmadineyad), los mandos de los Pasdarán, el ejército ideológico, han seguido respaldando el discurso de la intransigencia exhibiendo su poderío bélico. El inusual debate público ha convencido a muchos, dentro y fuera de Irán, de que de las élites gobernantes están divididas sobre cómo responder a la presión internacional para que pongan fin a su programa nuclear.

"Ya sólo hay dos centros de poder en Irán, el líder y el presidente", resume el análisis de una empresa seguridad para una petrolera europea en Teherán. Los dirigentes iraníes lo niegan. "Bromeamos juntos sobre ello", respondió Ahmadineyad cuando un periodista local le preguntó el pasado domingo, a la salida del consejo de ministros, por sus presuntas diferencias con el líder supremo. El propio ayatolá Ali Jameneí, máximo responsable de la política nuclear iraní, trató de borrar esa impresión durante un sermón pronunciado el miércoles con motivo del aniversario del nacimiento del imam Ali.

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"Occidente debe aceptar nuestras líneas rojas", reiteró Jameneí en referencia a la negativa iraní a suspender el enriquecimiento de uranio. Aún así, el líder subrayó la disposición de su país a negociar con las potencias mundiales "siempre que ninguno amenace a Irán sobre su programa nuclear". La insistencia en ese punto, también repetida por el propio Ahmadineyad, que esta semana se ha mostrado dispuesto a hablar directamente con EEUU y a que ese país abra una sección de intereses en Teherán, parece indicar que algo más que la firma de Rice ha sacudido al establishment iraní.

No está claro si los dirigentes han escuchado la advertencia del comandante en jefe de los Pasdarán, Ali Yafarí, de que "se tome más en serio que nunca la posibilidad de un eventual ataque de Estados Unidos"; si las voces más pragmáticas se abren paso ante la cada vez más aguda crisis económica interna, o si los más conservadores han decidido suavizar su discurso ante las elecciones presidenciales del año que viene, con la esperanza de ganar tiempo y que el cambio de inquilino en la Casa Blanca les dé nuevas bazas.

En cualquier caso, empieza a haber signos de que el inicial rebufo a la oferta occidental presentada por Solana, sólo fue una puesta en escena. Algunos observadores estiman que Teherán podría aceptar en las próximas semanas frenar su programa nuclear a cambio de que Occidente también paralice sus sanciones. Eso crearía las condiciones que Solana busca para volver a sentarse a negociar. Más complicado parece que Irán acceda a suspender el enriquecimiento como le exigen cuatro resoluciones de la ONU e insisten todos los miembros del G-6, pero tal vez sea su comodín para lograr que Washington reconozca a la República Islámica después de tres décadas de negación.

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