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De la Primavera Árabe al 15-M: por qué las revoluciones ciudadanas no fueron un fracaso

Seis protagonistas intelectuales de las revueltas de la década de 2010 reflexionan sobre lo que falló y sobre la lección de imaginación política que ofrecieron

El 28 de enero de 2011 ardieron 90 comisarías en El Cairo. La policía se rindió ante una multitud de manifestantes nunca vista. Los insurgentes acabaron acampando en la plaza de Tahir. En aquel momento, los revolucionarios podrían haber tomado cualquier lugar, escribe ...

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El 28 de enero de 2011 ardieron 90 comisarías en El Cairo. La policía se rindió ante una multitud de manifestantes nunca vista. Los insurgentes acabaron acampando en la plaza de Tahir. En aquel momento, los revolucionarios podrían haber tomado cualquier lugar, escribe el periodista estadounidense Vincent Bevins en Si ardemos. La década de las revueltas masivas y la revolución que no fue (Capitán Swing, 2025). “¿No habría tenido más sentido atacar los centros de poder y hacerse con el control? ¿Qué habría pasado si hubiera habido una revolución completa en Egipto? Todo estaba listo para ser tomado”, argumenta Bevins.

El periodista reconoce el valor de la “política prefigurativa” de las acampadas que, replicando a Tahir, se expandieron por plazas de todo el planeta. El micromundo sin jerarquías de aquellas acampadas se erguía como una demanda en sí misma. Sin embargo, Si ardemos —que Bevins escribió tras haber cubierto revueltas en Turquía, Ucrania, Egipto, Brasil, Chile, Indonesia o Hong Kong— enuncia una tesis: aquellas protestas horadaron las estructuras y crearon vacíos políticos ocupados después por la extrema derecha. “Las protestas masivas estructuradas de manera horizontal, coordinadas digitalmente y sin líderes son en lo fundamental ilegibles. Las organizaciones son efectivas y la representación es importante”, concluye el autor. Pero ¿se puede afirmar que la oleada de protestas de la década pasada fracasó? ¿Cuáles eran sus principales ideas?

En 2002, el pensador John Holloway, inspirado por el movimiento neozapatista, describió en su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder una revolución que, en lugar de tomar el poder, construye mundos en la cotidianidad. El ensayo flotó sobre las protestas masivas de la primera mitad de los 2010, especialmente sobre el 15-M español. La antropóloga mexicana Rossana Reguillo, autora de Paisajes insurrectos (2017), explica por correo electrónico que en aquel ciclo de las revueltas globales existía una renuncia a la política partidista. “Donde algunos analistas leen una falla estratégica, yo alcanzo a leer una táctica: una forma de eludir el control sin confrontarlo. Estas nuevas formas no buscan instituir, sino interrumpir; no quieren tomar el poder, sino desarticularlo”.

La “política prefigurativa” a la que se refiere Vincent Bevins en Si ardemos —“los ingeniosos suministros de alimentos y sistemas sanitarios, los cables eléctricos enganchados y las tiendas de campaña” de Tahir— dialoga con el “paradigma del habitar” acuñado por Amador Fernández-Savater. En Habitar y gobernar (2020), el autor español contrapone dicho paradigma, “atento y a la escucha”, al “paradigma del gobierno”. Por su parte, Begüm Özden, profesora de Sociología de la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan en Estambul, asegura por correo electrónico que la ocupación del parque Gezi en Estambul en 2013 lanzó una nueva idea de “imaginación radical”, visible en las instituciones efímeras creadas, como bibliotecas, puntos de comida o talleres. “Años después, vimos huellas de Gezi en asambleas barriales y en la ocupación del espacio público. No eran meros gestos simbólicos: eran esfuerzos para reimaginar cómo vivimos y nos relacionamos más allá del Estado y el mercado”, afirma Begüm, una de las autoras de Art and Activism in the Age of Systemic Crisis (activismo artístico en la era de las crisis sistémicas, 2020). Para Jamie Kelsey-Fry, uno de los editores de la revista New Internationalist, involucrado en Occupy London en 2011, la idea principal de las revueltas fue la democracia real. “Era un movimiento que estaba creando innovaciones democráticas, nuevas estrategias de deliberación e infraestructuras de gobernanza para dar voz a los sin voz”, asegura al teléfono, con una tesis que desarrolla en Adventures in Democracy (aventuras en democracia).

Lucas Verdura Monteiro, militante del Movimento Passe Livre (MPL) que convocó las protestas de Brasil en junio de 2013, confiesa en Si ardemos los límites del horizontalismo y la autonomía: “Los convertimos en un dogma, en una especie de religión que no pudimos convertir en una práctica política real”. Vincent Bevins llega a la conclusión de que “el poder de las calles puede usarse para obtener concesiones”, pero implica representación política. El filósofo brasileño Rodrigo Nunes, autor de Bolsonarismo y extrema derecha global (2024), considera que la crisis de representación es un elemento común de las revueltas de la primera mitad de la década de 2010 (más progresistas) y el posterior auge de la extrema derecha. “Ambas manifestaciones son una respuesta a una crisis de legitimidad del neoliberalismo tras la crisis financiera de 2008”, afirma por e-mail. El italiano Paolo Gerbaudo, autor de The Mask and the Flag (2017), sostiene también por correo que las dos fases de la indignación de la década pasada comparten un sentimiento de fallo de sistema. “El organización de partidos existentes ya no representa a la ciudadanía, se sospecha de las grandes organizaciones y los medios oficiales. Fue un curioso cruce entre sensibilidades libertarias (individualismo, autonomía) y aspiraciones populistas (poder popular y plebiscitario)”.

Para Rossana Reguillo, el “no nos representan” condensó un hartazgo extendido frente a partidos e instituciones desvinculados de la vida de la gente. “Mientras en los movimientos progresistas o autónomos ese grito buscaba experimentación —asambleas, ocupaciones, horizontalidad—, en movimientos neofascistas la crisis de representación es utilizada para invocar un líder fuerte, una identidad homogénea y una restauración autoritaria del orden”, matiza. “La extrema derecha se presenta como defensora de la gente común al mismo tiempo que su política económica solo aumenta la desigualdad y acelera la desintegración social”, añade Rodrigo Nunes.

En opinión de Paolo Gerbaudo, la idea más importante de la década de la “revolución que no fue” es la soberanía: “Significa reivindicar la política frente al mito neoliberal de que el mercado se autorregula. Para la izquierda, soberanía significa democracia, poder colectivo, solidaridad. Para la derecha, defender supremacía racial, aislamiento y sospecha hacia el mundo de afuera”. La catalana Guiomar Rovira, profesora del departamento de Derecho Público y la Administración de la Universidad de Girona y autora del ensayo Activismo en red y multitudes conectadas (2017), reconoce por correo electrónico que las protestas masivas respondieron a “la necesidad de escapar de un presente precario y humillante”. Rovira destaca las ideas “de la política de emancipación” de la década pasada aportadas por los ecos y transfeminismos. “El cuidado, la vulnerabilidad de la vida, la interdependencia, los ecosistemas diversos contra los monocultivos, las matrices civilizatorias no occidentales. Abandonar la razón instrumental que todo lo cosifica”.

Rossana Reguillo también resalta un legado de la revolución que no fue: “Formas de acción y de imaginación política, que ya no pasan por la épica ni por la calle, sino por el cuidado, la reconstrucción de vínculos, la defensa del territorio, lo interespecie, lo sensible. Es otro tipo de política que no busca representación, sino presencia, interdependencia y persistencia”.

¿Se puede afirmar que la década de las protestas masivas fracasó? El propio Vincent Bevins, contrariando su gran tesis, parece querer responder entre líneas en trechos de Si ardemos. Especialmente cuando describe la “minisociedad“ de la plaza Tahir tomada: “La vida allí parecía legendaria, mítica, como si perteneciera a un universo diferente, inolvidable pero difícil de creer. Un universo profundo e inimaginablemente hermoso”.

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