‘Haaretz’, el diario que resiste y defiende la democracia israelí y los derechos de los palestinos

Ni siquiera en estos días de gran sufrimiento dejan los editoriales del periódico de considerar a Netanyahu responsable de lo ocurrido

Patricia Bolinches

Manuel Chaves Nogales (1897-1944) habría trabajado muy a gusto en el diario israelí Haaretz. Fue siempre un periodista independiente cuya crítica adquiría todo su valor porque no coincidía con el sentir mayoritario del momento (la Guerra Civil española) y porque su mirada no se desvió nunca cuando tropezó con la crueldad y con la obcecación de los seres humanos, estuvieran del lado que estuvieran. ...

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Manuel Chaves Nogales (1897-1944) habría trabajado muy a gusto en el diario israelí Haaretz. Fue siempre un periodista independiente cuya crítica adquiría todo su valor porque no coincidía con el sentir mayoritario del momento (la Guerra Civil española) y porque su mirada no se desvió nunca cuando tropezó con la crueldad y con la obcecación de los seres humanos, estuvieran del lado que estuvieran. Chaves murió joven sin que este oficio le hubiera rendido el homenaje que se merecía. Pero todos estamos a tiempo de rendir homenaje al extraordinario trabajo que realizan los redactores, colaboradores y directores de Haaretz. El diario israelí lleva años defendiendo los derechos humanos y civiles de israelíes y palestinos, sin desviar ni un instante la mirada sobre la crueldad y la obcecación de los gobernantes, propios y ajenos. Ni aun ahora, en estos días de gran sufrimiento, los responsables de Haaretz flaquean, y siguen exigiendo que el Gobierno israelí acabe con la catástrofe humanitaria que está provocando en Gaza.

El equipo editorial llevaba 28 semanas apoyando a los miles de manifestantes israelíes que protestaban contra el Gobierno de Benjamín Netanyahu y su intento de suprimir el derecho de la Corte Suprema a examinar la racionalidad de las medidas ejecutivas. “El nombramiento de Ben Gvir como ministro de Seguridad Nacional —afirmaba un reciente editorial— es suficiente para llegar a la conclusión de que las vidas de los ciudadanos árabes no valen nada para Netanyahu”. Convertir Israel en un Estado teocrático, argumentaba Haaretz, en el que nadie más que los judíos pueden reclamar derechos, condena a sus dos millones de habitantes árabes y aleja cualquier esperanza de negociación con los palestinos de los territorios ocupados.

El ataque perpetrado por Hamás esta semana, con su terrible cifra de víctimas civiles, no ha debilitado la crítica del diario israelí, pese a la angustia que sufren sus periodistas. Su primer editorial empezaba así: “El desastre que se ha abatido sobre Israel es responsabilidad de una persona: Benjamín Netanyahu. El primer ministro, que se enorgullecía de su vasta experiencia política y su irremplazable sabiduría en asuntos de seguridad, fracasó completamente a la hora de identificar los peligros a los que llevaba a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión, con Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir en posiciones clave, al tiempo que se embarcaba en una política exterior que ignoraba abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos”.

Haaretz ha abierto un debate en varias ocasiones sobre uno de los grandes problemas que plantea el análisis del conflicto palestino-israelí. ¿Reconoce la ley internacional el derecho de los palestinos a la resistencia? ¿Por qué medios? Obviamente, el terrorismo, cuyo objetivo fundamental es provocar víctimas civiles, no puede ser nunca uno de ellos. Hámas lo practica, sin lugar a dudas. Pero ¿es lícita la resistencia armada frente a un ejército que hace menos de 50 años ocupó un territorio por la fuerza, ocupación que ha sido rechazada por Naciones Unidas? Algunos colaboradores de Haaretz han explicado que, si se niega a los palestinos la posibilidad de obtener por vía pacífica un Estado y el respeto a sus derechos humanos y civiles en un eventual Estado binacional, no se les puede exigir que renuncien a su derecho a la resistencia, siempre que no incluya el terrorismo. Por eso es tan importante que no se califique como tal todo tipo de acción de protesta, como muchas organizaciones no gubernamentales denuncian que sucede hoy día en Israel. Si todo es terrorismo (y no exclusivamente “el daño intencionado a inocentes por parte de un actor no estatal”, según la aceptada, y curiosa, definición del embajador estadounidense Richard Haas, que deja fuera el daño intencionado a civiles provocado por un Estado), el concepto y su condena se debilitan y desaparecen.

El talón de Aquiles de Occidente en el plano internacional ha sido siempre la acusación de que practica el doble rasero. Chaves Nogales nos contaría que Israel tiene derecho a defenderse, pero no a bombardear sistemática e intencionadamente a civiles, y Palestina, a organizar su resistencia, sin caer en el terrorismo. Y como estaría sobre el terreno, en Gaza, escribiría que lo importante ahora es salvar a los heridos hacinados en hospitales palestinos, sin agua ni electricidad, y evitar que los rehenes israelíes sean asesinados. Y quizás citaría a Shakespeare: “El infierno está vacío y todos sus demonios están aquí”.

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