Los líderes políticos y el gusto por las sorpresas
Sánchez mantiene a medio país sin aliento en relación con una hipotética amnistía que muchos se empeñan en dar por hecha, pero de la que él no ha dicho palabra
Muchos escritores piensan que cualquier trama necesita alguna sorpresa, porque así es la vida, llena de sorpresas. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, parece un entusiasta seguidor de esta idea y no hay por qué suponer que la aparición de Óscar Puente como portavoz socialista en la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo vaya a ser la última de esta temporada. Un verdadero líder, decía alguien tan aparentemente predecible como ...
Muchos escritores piensan que cualquier trama necesita alguna sorpresa, porque así es la vida, llena de sorpresas. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, parece un entusiasta seguidor de esta idea y no hay por qué suponer que la aparición de Óscar Puente como portavoz socialista en la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo vaya a ser la última de esta temporada. Un verdadero líder, decía alguien tan aparentemente predecible como Charles de Gaulle, siempre guarda un elemento sorpresa bajo la manga que mantiene a su público entusiasmado y sin aliento. Entusiasmado, seguramente no, pero sin aliento mantiene Sánchez a medio país en relación con una hipotética amnistía que muchos se empeñan en dar por hecha, pero de la que él, sin embargo, no ha dicho todavía ni media palabra.
La sesión de investidura de Núñez Feijóo ha servido poco para asentar los usos democráticos, que hacen tanto por el sistema como la norma y que, lamentablemente, en España parecen cada día más debilitados, pero ha ayudado al dirigente popular a fortalecer su liderazgo interno. Feijóo piensa durar y la investidura no ha perjudicado su imagen frente a sus votantes. Otra cosa es la gran dificultad del juego que intenta: mantener al mismo tiempo a Vox fuera y dentro de su proyecto. Es un equilibrio difícil porque está ya casi dentro del terreno de Vox; si se mueve un milímetro más, caerá de lleno en ese pantano, y si intenta una pequeña línea aperturista, es posible que se lo coman en la cocina de Génova. De momento, parece que no será tan fácil moverle la silla y que ha ganado tiempo hasta las elecciones europeas, en junio de 2024.
A la espera de que, fracasada la propuesta del aspirante popular, el Rey proponga como nuevo candidato al dirigente socialista, y que lo haga con la rapidez aconsejable (la solemne jura de la Constitución por la princesa de Asturias está prevista para el 31 de octubre y la Casa Real debió recibir mal que Feijóo se apropiara del discurso del jefe del Estado en 2017), hay nuevos elementos que se suman al panorama político.
Primero, un comunicado de ERC y Junts exigiendo a Sánchez un compromiso para “trabajar en hacer efectivas las condiciones para la celebración del referéndum”, contestado inmediatamente por otro del PSOE/PSC explicando que ese compromiso está descartado e instando a seguir el diálogo. El comunicado de ERC/Junts no tiene mucho sentido porque viene a decir “o consigo avances en el referéndum o me quedo sin nada”, sin referéndum, por supuesto, pero también sin indultos, sin amnistía, sin financiación, sin nuevo Estatut y sin nuevas competencias. Una manera muy extraña de acudir a unas eventuales nuevas elecciones: vótenme porque no soy capaz de ofrecerles nada.
Segundo, en realidad, Sánchez tiene ahora al alcance de la mano el voto favorable de Coalición Canaria (basta con asumir su agenda), lo que implicaría que le bastaría la abstención de Junts, y no su voto afirmativo, para superar la investidura.
Tercero, ERC tiene perfectamente claro todo lo que se juega. En el debate sobre política general celebrado en el Parlamento catalán el mismo día 27, Salvador Illa dio un paso serio: no votó a favor de exigir la amnistía y explicó con detalle que está dispuesto a apoyar los nuevos presupuestos catalanes y a sostener la acción del gobierno. No hacía falta ni mencionarlo, pero ese apoyo sería totalmente imposible si ERC impidiera la investidura de Sánchez.
Cuarto, el problema de conceder una amnistía parece cada vez menos un problema jurídico (unos respetables expertos consideran que la Constitución no lo permite, y otros, igualmente respetables, que sí) y cada vez más un problema político. Es perfectamente posible evitar que pierdan su patrimonio o acaben en la cárcel los varios centenares de personas que participaron en segunda fila en los hechos del procés, con una ley que garantice indultos y una especie de “notario” que de fe de ese proceso, y sería muy duro para todos ellos perder esa oportunidad por una discutible decisión de sus dirigentes. Tan duro como para muchos ciudadanos catalanes y españoles presenciar el regreso triunfal de Carles Puigdemont y la amnistía de sus delitos.
Así que nada está dicho, nada está escrito… y las sorpresas, elecciones incluidas, son la sal de la vida.
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