Luego en junio hizo buenísimo
¿Quién es toda esa gente y qué hace ahí en una cumbre de la OTAN? ¿Vienen a socializar?
Los tiempos felices son páginas vacías en los libros de historia, decía Hegel. Debe de ser porque cuando somos felices no lo andamos reseñando, vives solamente. Pero no hay muchos saltos de página, siempre están pasando cosas. Después de reinar 50 años, el califa vasco-omeya ...
Los tiempos felices son páginas vacías en los libros de historia, decía Hegel. Debe de ser porque cuando somos felices no lo andamos reseñando, vives solamente. Pero no hay muchos saltos de página, siempre están pasando cosas. Después de reinar 50 años, el califa vasco-omeya Abderramán III admitía que había tenido todos los placeres y riquezas, y sin embargo: “Conté diligentemente los días de pura y genuina felicidad que me tocaron: ascienden a 14″. Pobre Abderramán III, pero eso es porque no le tocó ir a la cumbre de la OTAN en Madrid, si no, algún día más seguro que le habría salido porque ha estado genial. Su esposa, sobre todo, se lo habría pasado fenomenal, había todo un plan de señoras con visitas y paseos para tenerlas entretenidas, mientras los maridos arreglaban el mundo. A lo mejor hasta se escaparon un rato de compras a El Corte Inglés.
Pensaba que esto era algo anacrónico, pero puede que sea al revés, que antes no ocurriera. No recuerdo a las mujeres de Churchill, Roosevelt y Stalin en las fotos de Yalta. Es algo de ahora y no sucede en ningún otro trabajo, esto no lo ves en los congresos médicos o en la bienal de máquina herramienta. Será por la paulatina elevación de la pareja del gobernante a rango público, pero no puedo evitar pensar: ¿pero quién es toda esa gente y qué hace ahí en una cumbre de la OTAN? ¿Vienen a socializar? ¿Los jefes se consultan antes si lo hacen con o sin familias como en una quedada? ¿Qué más me da quién es la mujer del primer ministro de Malta? Todo por una casualidad, porque estas personas, y me da igual su sexo, se casaron con alguien que luego fue elegido para mandar, y de repente representan a su país en una cena en el Museo del Prado con espaldilla de cordero a baja temperatura y puré de limón.
Pero es que además me paso el rato pensando que es todo mentira. Que ni son tan amigos —Sánchez pasando la mano por encima del energúmeno de Orbán mientras le explica Las meninas—, y que es todo trabajo. Pero ha habido un gran despliegue para evitar toda gravedad bélica y que parezca lo que no es, un acto social. Más que una cumbre militar parecía un reality, con ese énfasis en el lado humano y hasta en el ambiente familiar. De hecho, está eso que llaman la foto de familia. Parecía más bien una boda, y como en las bodas se irán a casa diciendo que estaba todo muy bien organizado. Lo serio, los detalles, la resaca, lo veremos luego, porque, además del lío que tenemos en Europa, entre los emparedados oías cosas muy fuertes, como que China es el nuevo enemigo, y casi ni oías qué va a ser ahora de los pobres kurdos. Había demasiado buen rollo para lo que estaba en juego, y no dejaba de ser raro.
Ya hemos llenado las páginas de historia de esta semana, y veremos en qué quedan los titulares. Porque, por ejemplo, quiero dejar aquí constancia —y es lo que quería decir desde el principio— de que, si bien hubo una ola de calor horrorosa en junio, que sí, que es verdad, y fue totalmente anómala, e insoportable, y duró una semana, y parecía el fin del mundo, la posteridad debe saber que luego en junio hizo buenísimo, siguieron unos días deliciosos, increíbles, sin frío ni calor, con una ligera brisa, que daba gloria verlos y no se recordaban desde hacía años. No ha salido en la tele, no quedará ni rastro de ello, pero todo el mundo lo ha comentado. Fuimos un poco más felices, pero no le dimos mayor importancia.
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