José Enrique Ruiz-Domènec: “La cultura mediterránea se sostiene por la esclavitud doméstica”

El reputado medievalista aborda la historia total del Mediterráneo, pateras incluidas, e ilumina territorios ocultos tras el sol y las playas

José Enrique Ruiz-Domènec, historiador y escritor, fotografiado en la playa de la Barceloneta.Vicens Gimenez (© Vicens Gimenez)

“Confieso que soy algo optimista, creo en la humanidad”, dice José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948) con el talante y buen humor que le caracteriza. El escritor y académico, uno de los grandes historiadores europeos, publica El sueño de Ulises. El Mediterráneo, de la guerra de Troya a las pateras, editado por Taurus en castellano y en catalán por Rosa dels Vents. Una historiografía que lle...

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“Confieso que soy algo optimista, creo en la humanidad”, dice José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948) con el talante y buen humor que le caracteriza. El escritor y académico, uno de los grandes historiadores europeos, publica El sueño de Ulises. El Mediterráneo, de la guerra de Troya a las pateras, editado por Taurus en castellano y en catalán por Rosa dels Vents. Una historiografía que llega tras 50 años de estudio y que abarca desde la Grecia antigua a la actualidad. En el libro también se descubren fenómenos poco documentados, como la Pornocracia del Vaticano en el siglo X —así se denominó la influencia política que tuvieron mujeres como la emperatriz Teodora— o por qué los historiadores árabes fueron los que mejor entendieron las Cruzadas.

Discípulo de Fernand Braudel, deconstructivista de espíritu y reputado medievalista, Ruiz-Domènec ha escrito un libro “para que seamos mejores”.

Pregunta. ¿Existe ese “mediterráneamente” al que apela con éxito un famoso anuncio de cervezas?

Respuesta. El Mediterráneo no es una marca. Es una realidad histórica y un sujeto de civilización muy complejo y fascinante. Lo que conviene al historiador es narrar cómo se llegó a esa conclusión. Destacar las bases de nuestra dieta o que el azul mediterráneo lo pintó Cézanne no desmerece a los publicistas. El problema es cuando se cae en el error histórico del leitmotiv, como por ejemplo, el que ha creado un falso imaginario del medievo como una época oscura y bruta.

P. ¿Qué caracteriza entonces a lo mediterráneo?

R. Desde luego no es solo la sociedad que toma el sol en una playa. Si quieres entenderlo, debes conocer sus segmentos solares, pero también los lunares. Son muchos, algunos están ocultos y han sido muy desagradables: la piratería, la destrucción por sistema, el mundo de las vendettas. Su historia también es la de cómo se puede descomponer una cultura. Y esto lo hemos vivido en los Balcanes.

P. ¿En qué se ha convertido el sueño de Ulises y la mística de su viaje?

R. Los viajes en el Mediterráneo siempre son de ida y vuelta. Para Ulises la importancia no está en la ida, sino en el regreso a casa después de una experiencia positiva y triunfal. Los peregrinos, tanto cristianos como islámicos, tenían como objetivo Jerusalén. Hasta el siglo XIII no cambia la idea de viaje con un objetivo cultural y en la segunda mitad del siglo XX se normalizó el turismo masivo, también invasivo. Fue el que ha revivido la idea de la cultura mediterránea, como la exportación del aceite de oliva frente a la cultura de la mantequilla.

P. Con las pateras, ¿ahora es un viaje por pura supervivencia?

R. Sí. Debemos apostar por un proyecto político educativo frente a este reto. No nos podemos enfrentar a una sociedad cerrada, encallada, incapaz de decir no a sus privilegios. El legado del Mediterráneo tiene que ser integrador: una sociedad de sociedades.

P. Cuenta que en la Antigua Roma nadie quería hablar de esclavos como hoy nadie quiere hablar de los migrantes. ¿Siempre ha imperado esta retórica del silencio?

R. El sustrato que sostiene y ha sostenido a la cultura mediterránea ha sido la esclavitud doméstica. Sin ella, el Mediterráneo como tal es impensable. Pasó en Roma, pasó en los siglos XIV y XV, en momentos tan estelares como el Renacimiento y está pasando ahora. Siempre hay alguien sometido que mantiene el sistema natural, como ha pasado históricamente en la estructura familiar. Debemos evitar esa retórica del silencio. La migración es una realidad y un motor histórico social.

P. Contradice a Weber y dice que el origen del peso moral del dinero no es calvinista, sino que nació con los hombres de negocios del Mediterráneo.

R. En la postura de Weber hay dos errores. Uno muy grave que me afecta como historiador es cronológico: ese planteamiento no afecta al siglo XVII y a la ética protestante, sino que se enmarca en el XII y XIII en el Mediterráneo, donde la ética es católica porque aún no ha habido una escisión religiosa. Después está el principio filosófico y sociológico. Weber lo une a un tipo de moral específica, cuando el sistema en realidad estaba unido a un tipo de concepción del mundo. Es diferente.

P. Si el Mediterráneo lleva casi mil años siendo capitalista, para enfrentarse a la crisis de confianza en el sistema actual, ¿qué debería cambiar?

R. Dejar de entregarse al capitalismo puritano, que nos ha llevado a un territorio imposible. Si sigue así tiene los días contados. Ese sistema no es aceptado en muchos lugares del planeta, ¿por qué refugiarnos en una fortaleza como intenta hacer el mundo anglosajón? La idea del Mediterráneo ha de ser integradora, depurar su sistema como hizo en los siglos XIII y XIV.

P. Dice que “el legado de Cristóbal Colón fue una nueva lectura del sueño de Ulises”, pero hoy el mundo se quiere descolonizar.

R. Lo afirmo porque su idea era crear una gran unidad en el Atlántico, aunque se quedó a medias. Se ha culpabilizado a Colón de algo que no hizo. Se asume que el paso que él dio fue el desencadenante del drama. Y no es así. Colón cometió grandes errores de bulto, como cuando en su tercer viaje sabía que la embarcación que llevaba se había infectado en Cabo Verde y decidió no hacer cuarentena. Ahí fue negligente, los genoveses las hacían desde hacía 150 años pero siguió y casi extermina a la isla de las Antillas. Eso es una cosa, pero como fue el impulsor del movimiento, se le ha dado heroicidad. La mala manera de entenderlo deriva del cuarto centenario, en 1892.

P. ¿Qué pasó?

R. Su figura se hizo presentista. Los historiadores querían suscitarlo en favor de una Europa que se había vuelto colonialista, sin darse cuenta de que el colonialismo era una lacra para su sociedad. Ahora que conocemos la historia, no nos podemos asustar con las lacras del pasado. Hay que combatirlas.

P. Opina que la superioridad del hombre blanco es un mito a revisar.

R. La historia de la humanidad es una historia de superación, de tópicos que han funcionado durante un tiempo porque probablemente funcionaban en el momento oportuno. Pero nosotros tenemos el derecho a revisarlos, porque si no, y si miramos a cualquier disciplina, yo podría ser un médico diciendo que las epidemias son un castigo de Dios. Hoy en día, si tú estás pensando que el legado de la historia te dice que el hombre blanco es superior, te estás equivocando.

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