Nostalgia de Marte
Libre de virus, Marte está para entrar a vivir, aquí dan ganas de salir corriendo
Hay ratos tontos, esperando el metro, cortando la lechuga, en que de pronto me acuerdo del vehículo espacial Perseverance, ahí solo dando vueltas por Marte, y que no es una película, sino que está ocurriendo mientras yo estoy haciendo cosas en la Tierra. Me entra una inquietud extraña al pensar que algo nuestro anda por ahí y no sabemos qué es de su vida, qué se encuentra, cómo pasa la noche a la intemperie marciana. Sentí una desolación interestelar, p...
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Hay ratos tontos, esperando el metro, cortando la lechuga, en que de pronto me acuerdo del vehículo espacial Perseverance, ahí solo dando vueltas por Marte, y que no es una película, sino que está ocurriendo mientras yo estoy haciendo cosas en la Tierra. Me entra una inquietud extraña al pensar que algo nuestro anda por ahí y no sabemos qué es de su vida, qué se encuentra, cómo pasa la noche a la intemperie marciana. Sentí una desolación interestelar, preocupado por él… hasta que lo imaginé al revés. Pensé qué se le pasaría por los circuitos al pobre robot si se conectara con un telediario o un informativo de radio y le soltaran un rollo sobre los apasionantes entresijos de la renovación del Consejo General del Poder Judicial. La Tierra le parecería la misión Soporance, o Depresionance. Se le colapsaría el procesador. Fantaseé entonces con las infinitas posibilidades de levantar un mundo nuevo en Marte, en el que el reparto de sillones de cualquier cosa sería la última de las preocupaciones. No sucedería por lo menos hasta 2.323 o por ahí. ¿República o monarquía? ¿Independencia de este o del otro? Todo parecería irrelevante. En fin, que irme a Marte cada vez me parecía mejor plan.
Es que aquello, si miras las fotos y no te dicen dónde es, te crees que es Almería, pero aún con menos gente, que en el Cabo de Gata ya te encuentras hasta el vecino que antes mitificaba Torrevieja. Si empiezan a poner urbanizaciones en Marte, con exenciones y facilidades de pago, en plan España vacía, los folletos serían irresistibles: “¿Se imagina usted poner la tele y que la sesión de control del Congreso, que ya están en otro mundo, esté realmente pasando en otro mundo? ¡Experimente un nuevo sentimiento de liberación nunca conocido por el hombre! ¡Venga a Marte!”. Los chalés serían enormes, el precio del suelo estaría tirado y además no nos darían la tabarra para que pusiéramos una alarma:
— Cari, ¿has visto que los vecinos han puesto una alarma? Me quedo más tranquilo si ponemos una.
— Pero bueno, Luis Fernando, que estamos en Marte, ¿también aquí te vas a creer lo que dicen los anuncios?
Además a este paso seguro que llega Internet al Marte vacío antes que a algunos pueblos de Soria. Y si pides cita para una operación te da tiempo a regresar a la Tierra y aún te sobra para pasar antes unos días con la familia. Uno se acostumbra a todo rápido, miren con el temporal de enero, que le pusieron un nombre rarísimo y a los pocos días ya todo el mundo como si tal cosa, Filomena esto, Filomena lo otro.
Te adaptas a cualquier lugar mientras puedas poner a Mozart y haya palmeras de chocolate. Libre de virus, Marte está para entrar a vivir, aquí dan ganas de salir corriendo, un poco por todo. La perseverancia aquí está en profundizar en el error, no en la búsqueda de agua. En el año 2077 todavía veremos titulares así: “PSOE y PP, a punto de lograr un acuerdo para RTVE”, colocando a amigos que están naciendo en este momento, destinados aún a un país así. Están dando ahora sus primeros pasos bebés que un día serán jueces serios con bigote y harán cosas para ganar puntos con un partido o el otro y sentarse un día en el CGPJ. Aunque por otro lado, igual que los jóvenes ni saben quién es ese que quiso romper España, el coronel Tejero, también en 2077 podremos leer: “Los niños españoles no saben quiénes son Sánchez, Iglesias, Torra, Abascal ni Cuca Gamarra”. Bueno, la verdad es que Cuca Gamarra ahora tampoco.