Judith Butler: “Si Trump gana, destrozará la democracia tal y como la conocemos”
La filósofa estadounidense, estrella del pensamiento de nuestros días y abanderada de la teoría ‘queer’, carga contra los republicanos en EE UU y defiende los derechos de las personas trans
Como un interruptor planetario, el coronavirus ha arrojado una nueva luz a crisis como el calentamiento global, los populismos o las desigualdades económicas y sociales. En este escenario, los movimientos feministas, antirracistas, LGTBI+ y a favor de la justicia social claman por un futuro que no sea una condena.
La figura de la pensadora Judith Butler (Cleveland, 1956) es clave en este magma de luchas, porque sus reflexiones alimentan algunos de los debates que definen nuestro tiempo: l...
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Como un interruptor planetario, el coronavirus ha arrojado una nueva luz a crisis como el calentamiento global, los populismos o las desigualdades económicas y sociales. En este escenario, los movimientos feministas, antirracistas, LGTBI+ y a favor de la justicia social claman por un futuro que no sea una condena.
La figura de la pensadora Judith Butler (Cleveland, 1956) es clave en este magma de luchas, porque sus reflexiones alimentan algunos de los debates que definen nuestro tiempo: la necesidad de reconocer y respetar la variedad de personas que habitan el mundo, y la denuncia de la violencia institucional contra poblaciones enteras que no se ajustan a la categoría de lo normal: pobres, refugiados, migrantes, indígenas, las personas con sexo y género no normativo y las mujeres que suman dos o más de estas etiquetas.
Entre otras cuestiones, Butler es conocida por la tesis de su libro El género en disputa (1990), según la cual el sexo es una representación —un concepto desarrollado a partir de la afirmación de Simone de Beauvoir de que la mujer no nace, sino que se hace— y no una identidad inamovible. A partir de su noción del género, Butler dinamita otras supuestas verdades incuestionables, iluminando el andamiaje del poder que dan forma y discurso a lo que se considera natural o posible. Estos días publica Sin miedo. Formas de resistencia a la violencia de hoy (Taurus), un compendio de conferencias en las que denuncia las mil caras de la violencia institucional.
Profesora de Literatura Comparada de la Universidad de California, vive en San Francisco con su pareja, Wendy Brown, politóloga en la misma universidad. Un día ambas le preguntaron a su hijo cómo llevaba que sus dos progenitoras fueran queer (con una identidad de género y sexual diferente) a lo que respondió: “Esa no es la parte difícil. Lo difícil es que las dos sean académicas”. Corre el mes de septiembre y Butler responde al teléfono.
PREGUNTA. Ante la pandemia, la crisis económica y la polarización política, ¿cómo vivir sin miedo?
RESPUESTA. Lo que estamos viviendo no es un problema de ahora. Forma parte de nuestro modo de vida, y ahora se ha acelerado. Todos vivimos con miedo. El Gobierno de Trump no ha dado muestras de preocuparse por la epidemia, las personas o el clima, pero nuestro miedo común nos puede ayudar a sumar fuerzas y agilizar las acciones de todos los movimientos sociales para establecer prácticas de justicia social.
P. Michel Foucault afirmó que el poder decide a quién deja morir.
R. Hay que aprender a saber de dónde provienen todos los tipos de violencia. Muchas veces identificamos la violencia con las guerras, la brutalidad policial o las violaciones. Es un tipo de violencia en la que sabes qué grupo busca destrozar a otro. Pero la violencia tiene muchas otras formas y hay que aprender a identificarlas. Son, por ejemplo, las políticas que abandonan a los migrantes a su suerte o los encierra en centros de detención donde los deja morir por la covid-19, o las que permiten que haya regiones en África en situación de hambruna sin activar ninguna intervención internacional. Así se deja morir a personas sin bombardear o disparar. Es crucial entender cómo funciona la violencia política para desmantelar la idea de que unas vidas valen más que otras.
P. ¿La nueva ola de movimientos que cuestionan el statu quo está consiguiendo una transformación real?
R. Sí, creo que están liderando un cambio de verdad. En Latinoamérica, el movimiento feminista está siendo una fuerza de cambio muy importante. Y en Europa los activistas del clima están teniendo impacto real en las políticas de la UE. Pero hay que encontrar la forma de acercar los movimientos sociales a las políticas electorales. En EE UU, entre los demócratas, había personas progresistas socialmente hablando, como Bernie Sanders o Elizabeth Warren, pero perdieron, y lo que tenemos ahora es un centrista —Joe Biden— que toma distancias sobre derechos raciales o movimientos sociales porque a algunos de estos movimientos se los identifica falsamente como violentos. Si exceptuamos la figura de Alexandria Ocasio-Cortez, la brecha entre la política electoral y los movimientos sociales es muy grande, y eso es un problema. Hay que luchar para que eso cambie.
P. ¿Y cómo se consigue? ¿Es la tecnología una posible respuesta?
R. Quizás sí. Con la pandemia hemos visto cómo se han disparado las conversaciones transregionales para compartir conocimiento entre diferentes países, idiomas y culturas. Necesitamos figuras comprometidas que entiendan la importancia de escucharnos unos a otros. Tenemos que avanzar en el desarrollo de la tecnología, no como instrumento de vigilancia, sino de liberación. Necesitamos interconectarnos globalmente para frenar la violencia y la destrucción del planeta. Hay que formar un movimiento de solidaridad global.
P. Usted critica el marco académico que defiende que lo que se puede pensar ya está establecido.
R. La Universidad es un lugar crucial para la construcción de nuevas culturas políticas. Y me preocupa que en algunas universidades del mundo se den ataques contra ciertos estudios, como son los de género. Hay disciplinas académicas que quieren mantener sus cuotas de poder. Son como clubes cerrados que no aceptan ningún tipo de conocimiento que provenga de fuera. La Universidad debe promover un diálogo abierto con los movimientos sociales, salir de sus muros y llegar donde vive la gente. Si no, el mundo académico corre el peligro de perder contacto con el mundo real.
P. Usted denuncia la ficción de independencia individual y aboga por la noción de interdependencia.
R. El feminismo lleva mucho tiempo denunciando la falsa idea de autosuficiencia en el humano, como si pudiera funcionar, aprender o cuidarse por sí solo. Esa autosuficiencia y ese individualismo es una construcción. El ideal de individuo que vive en radical independencia es una ilusión de la cultura del individualismo, una cultura promovida por el capitalismo. Nadie puede sobrevivir sin la ayuda de los demás. Todos somos interdependientes, debemos ayudarnos unos a otros, y esta noción es extensible a nuestro propio planeta. Hay que asumir la responsabilidad de organizar nuestra sociedad para que todos tengamos las necesidades cubiertas. Es una proposición básica que busca la dignidad y la igualdad del valor de todas las vidas.
P. Hablando de dignidad, ¿qué opina del debate sobre el género de las personas trans en voces como la de la escritora J. K. Rowling?
R. Las declaraciones de J. K. Rowling me enfadaron. Con sus palabras niega la dignidad de las personas trans. Reniega de la realidad. Y las feministas que sustentan sus declaraciones siguen creyendo que la anatomía y la biología definen el género. Eso significa rechazar a Simone de Beauvoir, rechazar la segunda ola del movimiento feminista. El feminismo es una lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, pero también es una investigación sobre el género en sí mismo, más allá de las categorías de hombre o mujer, y ello no nos viene determinado a partir del sexo asignado cuando naces. Incluso cuando hablamos de sexo biológico, de lo que dictan las instituciones médicas y legales, son muchas las personas que no aceptan esta asignación, porque tratar de vivir dentro de los muros de esa asignación sexual impuesta les supone una fuente de sufrimiento enorme. Esas personas tienen derecho a vivir como ellas consideren, a ser y expresarse como ellas decidan, sea en cuestión de sexo o género. Y nadie, ni siquiera J. K. Rowling, puede arrogarse el derecho a negar esa realidad.
P. ¿Cree que el problema reside en que el sistema de pensamiento binario (masculino/femenino, el bien/el mal, tan anclado en nuestro subconsciente) es pobre?
R. Sí. No recoge cómo las personas viven en realidad, cómo piensan o cómo se consideran a sí mismas o cómo explican su propia experiencia de vivir en este mundo. Hay que aprender a escuchar. Si no aprendemos que no hay solo dos, sino múltiples realidades, estamos siendo crueles con millones de personas. Si imponemos compartimentos estancos en sus vidas estamos produciendo sufrimiento. Las instituciones deben escuchar lo que dicen las comunidades sobre su propia realidad.
P. ¿Cómo percibe el estado de la democracia en Estados Unidos?
R. Creo que Trump y muchos de sus votantes buscan destrozar la democracia en EE UU. Trump ya ha advertido de que tal vez no abandone su puesto aunque ganen los demócratas. También usa la ley para quebrar las propias leyes, y tiene problemas a la hora de aceptar lo que deciden los tribunales de justicia. Además, está tratando de quebrar la confianza en las urnas. Si gana, destrozará la democracia tal y como la conocemos, y si pierde y se niega a dejar su puesto, viviremos una situación revolucionaria en las calles.
P. ¿Qué cree que pasará en las elecciones de noviembre?
R. Creo que Trump perderá la votación. Otra cuestión diferente será el proceso de salida de la presidencia y lo que ello significará para nuestra democracia. Al menos no tiene el soporte de los militares, algo que sí tienen muchos dictadores. Convertirse en dictador es posiblemente una de las fantasías de Trump. Lo que sí tiene son abogados y personas en puestos clave del Gobierno. Hará lo que sea por mantenerse en el poder.