Un gen dormido

En una cena en 1976, Fraga le dijo a Felipe González: “Recuerde que yo soy el Poder y usted no es nada”.

Díaz Ayuso, Casado y Martínez Almeida en un acto de campaña en 2019 en Madrid.Oscar Gonzalez/Getty Images

Me he propuesto no hablar de Isabel Díaz Ayuso, que en Madrid ya no se habla de otra cosa y hay hasta sesiones de vudú. A ver si me sale. Me iré lejos, cuando ella no había nacido (en 1978), ni Pablo Casado (1981), que es quien la ha puesto ahí, él sabrá por qué, los demás aún intentamos averiguarlo. En 1976, en una cena, Manuel Fraga, vicepresidente del Gobierno y ministro de Interior del gabinete formado por el rey Juan Carlos en los balbuceos de la Transición, conversó sin rodeos con Fel...

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Me he propuesto no hablar de Isabel Díaz Ayuso, que en Madrid ya no se habla de otra cosa y hay hasta sesiones de vudú. A ver si me sale. Me iré lejos, cuando ella no había nacido (en 1978), ni Pablo Casado (1981), que es quien la ha puesto ahí, él sabrá por qué, los demás aún intentamos averiguarlo. En 1976, en una cena, Manuel Fraga, vicepresidente del Gobierno y ministro de Interior del gabinete formado por el rey Juan Carlos en los balbuceos de la Transición, conversó sin rodeos con Felipe González. Le dijo que el PSOE no sería legalizado hasta que pasaran ocho años, y los comunistas, nunca. Y concluyó: “Recuerde que yo soy el Poder y usted no es nada”. Esto lo ha contado el historiador Paul Preston, referido por González. Aunque es una frase breve, hay tres cosas interesantes: una, que Fraga creía que el Estado era suyo; dos, negaba el derecho a existir al adversario político; y tres, que el Poder se equivocó en sus cálculos. Fraga pensaba que iba a mandar él, que sería el siguiente presidente del Gobierno, pero fue Suárez y las cosas fueron por otro lado. Tuvo que adaptarse.

El PSOE y el PCE se legalizaron en 1977. También Fraga hizo su partido, Alianza Popular, lleno de cargos franquistas, y acabó siendo padre de la Constitución. Aunque la mitad de AP no la apoyó en el Congreso. Votaron en contra cinco diputados de AP y uno de Euskadiko Ezkerra (EE), el partido de los poli-milis de ETA, unos proetarras. Otros ocho votaron a favor y tres se abstuvieron (con PNV y ERC, los que quieren romper España). Pero no reabramos viejas heridas, luego hicieron un esfuerzo por corregirse. Fraga, con AP, esperaba captar el llamado franquismo sociológico, la gente de derechas de España, la “mayoría natural”. Contra natura, AP no pasó del 8% de los votos en 1977 y 1979. No obstante, con el fin de UCD, logró ser el partido de la derecha en 1982. Pero siguió sin ganar. AP se transformó en el Partido Popular en 1989, y aun así le llevó siete años vencer unas elecciones. Por el camino, como dijo un fugaz líder que tuvieron, Antonio Hernández Mancha, había que convencer a la gente de que no era un partido “de carcas y de momias”. Eso fue posible con un viaje al centro y un líder, José María Aznar, y sobre todo por la corrupción galopante del PSOE. Para entonces, aquellas ideas de Fraga, que el poder era suyo y la negación del adversario, parecían cosa del pasado. Ya éramos todos muy modernos. Aznar, lo recuerdo agradecido, hasta quitó la mili.

Ahora bien, parece que era un gen dormido que salta una generación y reaparece en la siguiente, como el de los gemelos. Y ahí tenemos a Casado y Díaz Ayuso (maldita sea, no lo he conseguido, ¿cómo he llegado hasta aquí?). Yo no sé en qué mundo han vivido o qué han oído en casa estos chicos de ahora para tener esta emotiva conexión con aquella derecha de Fraga. Quizá lo han oído en el partido, o a Aznar en la intimidad. Vox, de hecho, sale del PP, estaban hartos de disimular que no eran tan de derechas. Lo cierto es que ya vivimos con normalidad en lo mismo: la negación del rival político, que no debería estar ahí, y a quien se le supone toda maldad, la taimada astucia del bolchevique, nada menos que un golpe de estado bolivariano, o una conspiración para acabar con la Constitución. De momento a los únicos que han pillado conspirando, con la policía patriótica, es a los que ven conspiraciones por todas partes, del 11-M para acá. Ahora bien, con una epidemia montar una realidad paralela ya cuesta más: en Madrid la gente de derechas de toda la vida despotrica como el que más contra Díaz Ayuso (nada, lo dejo).

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