Kenneth Branagh, el superviviente que pasó de Shakespeare a ‘Thor’ y de los tabloides a los Oscar
El cineasta irlandés es uno de los favoritos para hacerse con la máxima distinción que otorga la Academia de Hollywood, de la mano de ‘Belfast’. Su otra película en cartel, ‘Muerte en el Nilo’, ha logrado también salvar los muebles en taquilla pese a las polémicas de su reparto
Lo tenía todo en contra: un actor (Armie Hammer) acusado de abusos sexuales y parafilias caníbales, dos intérpretes secundarios (Letitia Wright y Russell Brand) entregados a la difusión de conspiranoia antivacunas, una actriz (Gal Gadot) ...
Lo tenía todo en contra: un actor (Armie Hammer) acusado de abusos sexuales y parafilias caníbales, dos intérpretes secundarios (Letitia Wright y Russell Brand) entregados a la difusión de conspiranoia antivacunas, una actriz (Gal Gadot) relativizando las ofensivas de su país, Israel, contra Palestina, una pandemia vaciando las salas de cine… Y, sin embargo, Muerte en el Nilo no ha sido el fracaso en taquilla que llevaba anunciándose dos años, el tiempo que la película ha pasado en las estanterías de su distribuidora, Disney, como el elefante en la habitación. Rodada por encargo de 20th Century Fox en 2019, año en que el conglomerado Disney adquirió la compañía, e inicialmente programada para estrenarse en 2020, las sucesivas polémicas de su reparto convirtieron en herencia envenenada una producción de lujo que funcionaba, además, como secuela de la muy rentable Asesinato en el Orient Express (2017).
Curiosamente, a aquella tampoco le afectaron comercialmente las acusaciones de maltrato contra Johnny Depp, si bien la presencia del actor en pantalla era mucho más breve que la de Hammer. Disney llegó incluso a plantearse sustituirle con regrabaciones (al estilo de lo que ocurrió con Kevin Spacey en Todo el dinero del mundo), pero lo descartó por la complejidad de la operación y, finalmente, descubrió que el remedio contra sus dolores de cabeza lo había tenido siempre delante.
Con una fecha de estreno colocada estratégicamente tras las nominaciones a los Oscar, Muerte en el Nilo ha dejado de ser la película de los mil escándalos para transformarse en el nuevo trabajo del prestigioso cineasta y actor irlandés Kenneth Branagh, firme aspirante a los grandes premios de la temporada por su otro título en cartel, Belfast. En España, el pasado fin de semana, las dos películas de Branagh se colocaron entre las diez más vistas, con resultados buenos para los estándares de la pandemia (Muerte en el Nilo, con más de 800.000 euros, ha tenido el segundo mejor estreno en lo que va de año, mientras Belfast lleva recaudado más de un millón), especialmente teniendo en cuenta que ambas se dirigen al público que más está costando volver a llevar a las salas de cine: el adulto. Muerte en el Nilo ha recuperado a nivel global, en unos días, 75 de sus 90 millones de dólares de presupuesto, ha cosechado mejores críticas que Asesinato en el Orient Express y, en definitiva, ha dado la vuelta a las expectativas en la mejor tradición de la autora que adapta, Agatha Christie.
Pero se trata solo de la segunda gesta de Branagh en lo que va de año: gracias a Belfast, el director e intérprete se ha convertido en la persona con más nominaciones en distintas categorías de la historia de los Oscar, siete, una por encima de los anteriores dueños del récord, Walt Disney y George Clooney. Las tres que ha conseguido este año en mejor dirección, mejor guion original y mejor película (categoría a la que opta en calidad de productor) se suman a su nominación como mejor actor en 1990 por Enrique V (por la que ya fue nominado como director), mejor cortometraje en 1993 por Swan Song, mejor guion adaptado en 1997 por Hamlet y mejor actor de reparto en 2012 por Mi semana con Marilyn. Una hazaña en sintonía con el personaje. “Branagh ama a los héroes, desde Enrique V y Hamlet hasta Poirot [el detective de Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo] y de Thor a los niños de Belfast. Para él, el director es otra versión del héroe, que gestiona una forma de arte gigantesca y costosa y entrega el proyecto terminado a tiempo y por debajo del presupuesto”, reflexiona, consultado por ICON, Samuel Crowl, profesor emérito de Inglés en la Universidad de Ohio.
Enfocado académicamente en la obra de William Shakespeare, Crowl ha investigado, a lo largo de los años, las diversas adaptaciones que Kenneth Branagh ha realizado a partir de los textos del Bardo, una constante en su carrera: “Tiene una habilidad asombrosa para unir Shakespeare y Hollywood, no teme apropiarse de los géneros cinematográficos establecidos: la épica en Hamlet, la película musical en Trabajos de amor perdidos, o la comedia de enredo en Mucho ruido y pocas nueces. Se atreve a lucirse con la cámara, como en el largo plano de seguimiento tras la batalla de Agincourt en Enrique V y los cuatro minutos sin cortes rodados con Steadicam al final de Mucho ruido... Al prestar la misma atención a la palabra y a la imagen, Branagh hace que Shakespeare cobre vida en el cine”.
Al igual que los personajes de la parcialmente autobiográfica Belfast, la familia de Kenneth Branagh emigró a Inglaterra cuando él tenía 9 años para escapar del conflicto norirlandés. Aunque su característico y casi engolado acento lo adoptó, según ha declarado en diversas ocasiones, para hacer frente al acoso escolar que sufría por no hablar como los demás niños, Shakespeare no llegó a su vida como parte de un proceso para convertirse en el más inglés del mundo: para Branagh, al principio no estaba Shakespeare, sino Derek Jacobi. “Acudí al teatro [a la representación de Hamlet] porque había visto a Derek Jacobi en la tele haciendo Yo, Claudio y me encantaba. Leí un anuncio que decía que actuaba él y fui, pero yo no tenía ni idea de Shakespeare”, contó Branagh en una entrevista de 1997 de su descubrimiento a los 15 años del más grande autor en lengua inglesa. “Me sentí absolutamente abrumado por la energía de la obra. Salí pensando que tenía una especie de fuerza vital”.
Desde entonces, Derek Jacobi ha actuado en cinco de las películas dirigidas por Branagh, además de haber coincidido con él como actor en más ocasiones tanto en cine como en teatro. Emma Thompson, que estuvo casada con el irlandés en los noventa, su también expareja Helena Bonham Carter o Judi Dench son los otros rostros recurrentes que aportan unicidad a una filmografía frecuentemente criticada por dispersa. Aunque el Dr. Samuel Crowl cree que sí hay una coherencia interna, y esa coherencia puede encontrarse, de nuevo, a través de Shakespeare. Para el académico, las resonancias shakespearianas marcan el patrón de sus narrativas: “Las obras de Shakespeare se estructuran en torno a familias fracturadas y reparadas en las comedias y familias fracturadas y destruidas en las tragedias. Las películas de Branagh siguen un patrón similar, tanto cuando las familias son reales, como en Belfast, como cuando son creadas, como en En lo más crudo del crudo invierno”, explica a ICON.
No es difícil rastrear tampoco cómo, además de los modelos clásicos a los que remiten sus blockbusters aparentemente más impersonales para Marvel y Disney, en Thor o Cenicienta se encuentra el quintaesencial recorrido de unos personajes que tienen que adquirir las cualidades de los buenos gobernantes, igual que el protagonista de Enrique V. Para el Dr. Crowl, estas incursiones de Branagh en el cine popular resultan, de hecho, consecuentes: “Sus películas destruyen los límites entre el cine de autor y de multisala, al igual que las obras de Shakespeare lo hicieron entre el público de la Corte y el Globe”.
Hay otra dimensión en el personaje de Branagh hoy olvidada en favor de su profesión, pero que en la década de los noventa obsesionó a la prensa británica y a gran parte de la mundial: su condición de galán. Branagh y Emma Thompson, que estuvieron casados desde 1989 hasta 1995, fueron saludados como la pareja de oro de la industria británica. En 1993 ella ganó un Oscar por Regreso a Howard’s End. La estrella de Thompson empezaba a oscurecer la de Branagh. En 1994 él respondió con una personalísima versión de Frankenstein en la que se gastó 40 millones de dólares, se machacó en el gimnasio y se llevó las peores críticas de su carrera como actor y como director. También comenzó un romance con la estrella femenina de la película, Helena Bonham-Carter, que provocó el divorcio de Thompson. Esa relación terminó también en 1999. Desde entonces, Branagh se ha casado con la directora de arte Lindsay Brunnock y se ha mantenido a salvo de la prensa sensacionalista. Hoy, para su solaz, aparece en las de cultura.
Boris Johnson entra en el canon
Como actor, Kenneth Branagh ha hecho de los acentos todo un arte. En las dos películas en las que encarna al famoso detective Hércules Poirot, Branagh compone una versión excéntrica del personaje creado por Agatha Christie, no solo a través de su desproporcionado bigote (al que en Muerte en el Nilo reserva todo un prólogo para narrar su historia y orígenes), sino de su extremada pronunciación belga, que confiere a las adaptaciones un tono bufo. Aunque nos quedamos sin saber cómo hubiera sido su asimilación del sueco en la serie de BBC Wallander, donde se decidió mantener las referencias locales escandinavas de los libros de Henning Mankell, pero no el habla, Branagh también exhibió acento teutón en Valkiria y, más recientemente, acento ruso como villano en Jack Ryan: Operación Sombra y Tenet. Esta última película, dirigida por Christopher Nolan, motivó a la dramaturga Ang Collins a escribir una encendida defensa del actor, al que consideraba “merecedor del mismo estatus de culto que Nicolas Cage”.
“Tenet es espectacularmente mala. Tanto que la amé. Y una de las principales razones fue Kenneth Branagh”, empezaba Collins en su artículo para The Guardian. “Por muy dispares que sean sus papeles, por muy fuera de onda que parezcan sus gustos cinematográficos, por muchas veces que considere aceptable sacarse ese horrible acento ruso de la manga, cuando veo a Branagh en pantalla, realmente tengo la sensación de que ama su trabajo. (...) Puedes pedirle que ponga acento ruso, que salga en Wild Wild West o que se deslice por la cubierta de un yate embadurnado en crema solar. Su actuación siempre será íntegra, incondicional, apasionada y exagerada. Es tu tío divertido de Hollywood, si tu tío tuviera una afición por los bigotes postizos, los tintes de pelo y los acentos inexactos”.
El último eslabón del camaleonismo de Branagh ha sido el primer ministro británico, Boris Johnson, al que interpreta en la aún inédita serie de televisión This Sceptred Isle, de Julian Jarrold y Michael Winterbottom. Con estreno previsto para otoño, la serie reconstruye los primeros días del impacto de la pandemia del coronavirus en Reino Unido, que tuvo al propio Johnson en la UCI. Las primeras imágenes del shakesperiano intérprete maquillado y peinado como el primer ministro fueron recibidas en la red entre cierto estupor y sorpresa por el parecido.
Al estar ya rodada, parece improbable que This Sceptred Isle vaya a recoger el recientemente destapado escándalo de las fiestas en las que que participó Johnson durante el confinamiento, aunque después de que este se comparase a sí mismo con Otelo y a su exasesor Dominic Cummings (el ideólogo del Brexit) con Iago, o que se supiera que el mandatario contactó a académicos para que le escribieran en la sombra un ensayo sobre Shakespeare bajo su autoría, todo apunta a que Branagh, una vez más, no ha dado ningún paso en falso.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.