“Muchas víctimas no hablan por vergüenza”: el perturbador caso del hombre que sedujo y estafó a más de cincuenta mujeres
Francisco Gómez recorrió España cometiendo todo tipo de estafas. Un personaje tóxico que robó millones de euros utilizando su poder de seducción y abre el debate sobre cómo juzga la sociedad este tipo de delitos. Hablamos con el autor del libro que cuenta su historia
El periodista Guillem Sánchez acaba de publicar El estafador (Península, 2021), una crónica de la investigación que durante casi cuatro años realizó como parte de su trabajo como reportero para El Periódico y que le llevó a seguir los pasos de Francisco Gómez Manzanares, alias David, un vitor...
El periodista Guillem Sánchez acaba de publicar El estafador (Península, 2021), una crónica de la investigación que durante casi cuatro años realizó como parte de su trabajo como reportero para El Periódico y que le llevó a seguir los pasos de Francisco Gómez Manzanares, alias David, un vitoriano que a lo largo de más de 20 años de actividad criminal perfeccionó como un arte el timar a mujeres que se habían enamorado de él y estafó unos tres millones de euros. La cifra, tras leer el libro, se queda corta. Esa cantidad de dinero, aunque enorme, corresponde solamente a la suma de las cantidades que el estafador les sacó a las víctimas que decidieron denunciarlo. Probablemente la mayoría de ellas nunca llegaron a hacerlo. “Hay muchísimas personas que se han pillado los dedos con este hombre y que no dicen nada por vergüenza”, explica Sánchez desde Barcelona. “Quizás porque no ha sido mucho dinero o porque ha sido demasiado. Quizá porque se trataba de dinero negro, o quizá porque les da miedo denunciarlo debido a que los negocios e inversiones que les había planteado Francisco no eran del todo legales. Es como el timo de la estampita: el timado y el timador comparten la mala fe”.
En un principio, el caso de Franciso fue para Guillem Sánchez uno más entre los muchos sobre los que escribía para su diario, pero fue convirtiéndose en una pequeña obsesión. “Cuanto más sabía de él, más quería saber”, escribe en el libro. Poco a poco, el periodista fue sacando tiempo para viajar, investigar y hablar con personas que conocieron a Francisco y que fueron estafadas por él. Muchas más de las que finalmente accedieron a aparecer en el libro.
Un niño normal de un barrio normal
La historia de Francisco Gómez Manzanares comenzó en Vitoria en 1974. Hijo de un panadero y de un ama de casa que, años antes de nacer él, había sido ingresada por su marido en un hospital psiquiátrico debido a una grave depresión. Paquito, como lo llamaban, fue un niño normal, el menor de seis hermanos, que creció en un vecindario de clase media y que no destacó especialmente en el Samariego, el colegio concertado al que acudió y del que salió sin haber obtenido el graduado escolar.
Pero con 20 años recién cumplidos comenzaron a acumularse las denuncias contra él debido a las estafas cometidas en varios comercios de la ciudad de los que se llevó, presentando documentos bancarios falsos que indicaban que había hecho un ingreso en la cuenta corriente de la tienda, coches, motos o una videocámara. Con el paso del tiempo, Francisco fue estableciendo un sistema para engañar a sus víctimas que, aunque a veces pueda parecer chusco y casi ridículo, le proporcionó durante años unos resultados asombrosos.
Aparentaba llevar un elevado tren de vida: conducía coches caros, invitaba a comer a restaurantes de lujo y presumía del poder de su familia y de sus amigos. Fingía tener una profesión interesante. Al principio de su carrera criminal en Vitoria, a mediados de los años noventa, les confiaba a sus víctimas que era escolta, un Ertzaina de paisano en una de las épocas más duras del terrorismo de ETA. Años después, se empezó a presentar como piloto de Iberia. Consiguió uniformes, tarjetas identificativas, maletas oficiales y toda la parafernalia que se supone que rodea a un aviador comercial. Hasta que, de un día para otro, les dijo a sus conocidos que había pedido una excedencia en Iberia y que a partir de entonces sería probador de coches en la escudería de Fernando Alonso (que en aquella época, mediados de los 2000, el asturiano arrasaba en los circuitos de Fórmula 1).
Su penúltima encarnación fue como supuesto miembro del cuerpo de Salvamento Marítimo en Galicia y, finalmente, antes de ser detenido en 2017 y recluido en la cárcel donde actualmente cumple condena, Francisco Gómez afirmaba ser miembro del staff técnico del Fútbol Club Barcelona, donde había trabado una gran amistad –cómo no– con Leo Messi.
Estos trabajos de fantasía le permitían dos cosas: ausentarse durante largo tiempo sin dar explicaciones (lo cual le resultaba imprescindible para gestionar todos sus engaños) y entrar en contacto con personajes interesantes. Millonarios y empresarios que, según él, le ofrecían negocios y oportunidades que él les confiaba a las personas de su entorno y les ofrecía participar. Francisco, allá donde iba, tejía redes de contactos y conocidos. Por ejemplo, le encantaba ir a comer siempre a los mismos restaurantes, que lo conocieran por su nombre, ganarse la confianza de los habituales y aprovechar para proponerles sus chanchullos: pisos a bajo precio, acciones a punto de subir, viajes baratos, participaciones en empresas que buscaban capital, electrodomésticos con descuentos increíbles… Los negocios y las gangas siempre se acababan retrasando, los viajes se tenían que suspender en el último momento, y Francisco solía dar largas a sus víctimas hasta que un día, cuando la mentira ya no se podía sostener, desaparecía.
Bienvenido al chat
En el año 2000 llegó a España la primera tarifa plana de internet. También fue la época en la que el uso de teléfonos móviles comenzó a democratizarse. Este cambio fundamental en la forma que hasta entonces habíamos tenido de comunicarnos representó una tremenda oportunidad para los delincuentes. Francisco se dio cuenta enseguida de que a través de los chats y las webs de contactos que acababan de crearse le resultaba tremendamente sencillo conocer a mujeres, la mayoría solitarias y deseando hablar con alguien.
“Desde el año 2000, Francisco vive para encarnar a su personaje”, dice Guillem Sánchez “Se entrega a él las 24 horas del día, siete días de la semana. Se convierte en un gran trabajador, una persona muy, muy comprometida con su cometido”. Gómez empieza en su Vitoria natal, pero pronto se le queda pequeña. A finales de los noventa emprende un viaje que le lleva por media España: Sevilla, Algeciras, Jerez de la Frontera, Ourense, Madrid, Barcelona, Castelldefels o el pueblo vasco de Soraluze, uno de los destinos en los que residió más tiempo. Para reconstruir este itinerario, el periodista catalán tuvo que seguir el rastro de las denuncias presentadas ante las autoridades.
No tan fascinantes
El libro reflexiona sobre la capacidad de seducción de algunos criminales y la facilidad con la que los medios sucumben al atractivo de este tipo de estafadores. “Lo más fácil es dejarse arrastrar por la fascinación que provoca un timador como este, que es excepcional. Francisco, como delincuente, es magnífico”, nos explica el periodista. “Pero si compramos este relato, acabamos haciendo artículos a mayor gloria de su actividad criminal. Cometemos el error de agravar el dolor de las víctimas. A Francisco se le ha presentado en algunos medios de comunicación como un Don Juan, como un gran seductor. Y eso es un error muy grave. No solo porque esto daña todavía más a sus víctimas, sino porque es mentira. O sea, Francisco no es un mujeriego, ni un gran seductor que ama mucho a las mujeres, es alguien que las odia”.
“Yo mismo me acerqué muy interesado por el estafador, influido por la película Atrápame si puedes y por la capacidad que tenía de impostar sin ningún tipo de nerviosismo ni vergüenza: que si ahora soy piloto de aviones, luego piloto de Fórmula 1 con Fernando Alonso, luego me visto del Barça… Esto me interesaba muchísimo, me apasionaba”, relata el autor. “Pero después, hablé con las víctimas descubrí con horror el daño que les había causado. Entonces, se me planteó un conflicto al preparar el libro. Yo quería que la lectura fuera interesante para la gente, pero también que quedara claro el aspecto negativo. Por muy apasionante que sea meterte en la piel de un camaleón y de un gran mentiroso, lo importante tiene que ser dejar claro que Francisco actuó como un psicópata e hizo un daño terrible”.
Otra de las cuestiones que el libro aborda es por qué Gómez comenzó a estafar. “Para mí era una prioridad intentar explicar por qué alguien es capaz de intimar con alguien sin sentir nada, de estafar a sangre fría”, afirma Guillem. “Sin empatizar ni un poco con la víctima. Francisco se implicaba sentimentalmente (o más bien les hacía creer que estaba implicado), se iba a vivir con ellas, algunas familias lo adoptaron como a un hijo. Y en el libro intento averiguar por qué. Finalmente descubrí que todo estaba conectado con su infancia y con una situación de abandono. Lo que era más previsible es lo que se acaba confirmando”.
Francisco Gómez Manzanares fue detenido en 2017 en Barcelona mientras conducía un coche de alta gama en las inmediaciones de la ciudad deportiva del Barça, donde fingía que estaba trabajando en aquella época. Cumple condena en el Centro Penitenciario de Nanclares de Oca. Estará allí hasta 2030. Sobre su futuro una vez fuera de prisión, Sánchez es tajante: “Todas las personas que lo han conocido, las víctimas que lo han sufrido, están convencidas de que volverá a estafar”.
“Lo que espero de este libro es que sirva para para hablar en genérico de las estafas sentimentales y que eso sirva para concienciar y replantearnos como sociedad cómo habíamos estado tratando a las víctimas de estos delitos hasta ahora”, explica Guillem. “Que nos pongamos en su piel en verdad y nos demos cuenta de lo que significa que la persona de la que estás enamorado te estafe. Que entendamos las secuelas que eso deja. Después, ojalá alguien se plantee que estos no son solo delitos económicos, sino que van mucho más allá. A la ley parece que solo le interesa la parte final de la historia, cuando cristaliza la estafa, y tiene en cuenta el dinero que has perdido y el modus operandi. Esto tiene que cambiar. Tarde o temprano tendremos que asumir que hay que revisar exactamente cómo estamos investigando estos delitos, cómo los estamos juzgando y cómo lo estamos condenando”.
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