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Las ‘trad wives’ mueven millones, pero sus maridos son casi invisibles: “En realidad esperan muy poco de ellos”

El fenómeno ‘tradwife’ (mujer tradicional) ha arrasado en las redes y en España tiene a RoRo como su estrella más reconocible. Mientras tanto sus esposos, los más beneficiados de sus horas en la cocina, permanecen en la sombra

“Las tradwives o esposas tradicionales de TikTok no existen: son un espejismo de las redes”, dice Mariola Cubells en un texto en el que advierte que esas creadoras de contenido en clave Betty Draper del 2025 posiblemente ganen mucho más dinero que “los esposos a los que dicen servir”. Pero, ¿quiénes son esos maridos? Mientras ellas se exponen, reciben halagos encendidos, críticas furibundas y se colocan en el centro del debate político entre derechas e izquierdas, de ellos, los que se comen esos platos deliciosos y disfrutan de esas casas impolutas, no sabemos nada. Como en tantos otros campos, el foco está sobre ellas.

Un ejemplo muy cercano: en España sabemos bien quién es Rocío López, conocida en las redes como RoRo y que el año pasado desató la polémica al convertir sus vídeos de recetas en todo un alegato al exhibicionismo de clase con una pretensión de complacer los deseos de su pareja, Pablo, que raya en la sumisión. “El menú que le apetecía a Pablo” era el lema que acompañó al menú creado por la influencer para una conocida cadena de hamburguesas. Porque los deseos de Pablo Santos eran órdenes y esas órdenes, recetas que podían llevar horas ante la cámara con la impoluta estética de quien puede dedicar tiempo no solo a limpiar y hornear, sino a cuidar su aspecto. Ella, además, ha tenido tiempo de participar en talent shows de cocina o en las veladas de Ibai.

El mensaje que esas diosas domésticas lanzan es el de que las mujeres que cuidan su estética y priorizan la domesticidad consiguen un marido que las sustente. “Los esposos son personajes secundarios. Cuando aparecen en las publicaciones de sus mujeres, suelen ser una especie de figura de fondo benéfica, para mostrar lo feliz que puede ser el matrimonio tradicional sin llamar demasiado la atención”, dice Sara Petersen, autora de Momfluenced (Beacon Pr, 2023). “La idea de la tradwife no existe sin un esposo; él es el cabeza de familia, aquel a quien todos los demás deben someterse”, explica en Vox Anna North, que resalta que los maridos de esas mujeres es decir, los trad husbands, “son tan invisibles que incluso el término requiere comillas”. Señala que la invisibilidad de esos esposos refleja un vacío mayor en cuanto al papel de los hombres en los debates sobre política y cultura familiar. “En 2025, ¿quieren los hombres jóvenes ser trad husbands? Y si no, ¿Qué quieren hacer en su lugar?”, se pregunta.

Inés Echevarría, fundadora de Uttopy y experta en sensibilización corporativa, explica a ICON que lo interesante de este fenómeno es que incluso cuando ellas monetizan su rol (Rocío López Bueno, alias RoRo, por ejemplo, tiene casi cinco millones de seguidores en Instagram), el modelo sigue siendo rígido: él es la autoridad simbólica, ella la cuidadora amplificada para la cámara. “Lo realmente debilitante no es quién tiene más seguidores, sino que ambos terminan cautivos de un guion identitario. Cualquier relación basada en roles rígidos (él fuerte y ella dedicada; o ella estrella y él accesorio) genera dependencia y perjudica a ambas partes”, señala.

“Aunque las esposas tradicionales parezcan honrar a sus esposos, en realidad esperan muy poco de ellos. Los hombres casados ​​deberían aspirar a una visión de servicio, no a la vida cómoda y con derechos que parece ofrecer una esposa tradicional maestra”, matiza Felix James Miller, copresentador del podcast Truth, Beauty, Comics, en un ensayo en el que aclara que lo que le preocupa acerca del debate alrededor de las trad wives es “la visión negativa que el movimiento de las esposas tradicionales tiene de lo que significa ser esposo. Lo que me inquieta es que se presenta a los maridos como meros proveedores de apoyo financiero”, dice.

“Mientras que ellas hablan con otras mujeres sobre cómo vivir sus vidas, sus maridos no están hablando con los hombres o, al menos, los hombres no están escuchando”

Erick Pescador Albiach, sociólogo, sexólogo y especialista en desarrollo de la cultura del cuidado, asegura que esos maridos representan el rol tradicional de hombre encantado de tener a una mujer a su servicio y que piensa que con un agradecimiento, en el mejor de los casos, es suficiente para equilibrar la balanza de los cuidados. “Es un rol desmedidamente ausente del espacio doméstico pero también de la corresponsabilidad afectiva, relacional y hasta sexual. Representa lo peor del patriarcado opresor disfrazado de pareja satisfecha de la explotación de su pareja”, explica. Recalca que, al observar a su alumnado adolescente, lamenta comprobar que muchos hombres piensan que esos esposos son ídolos que “han conseguido controlar a su pareja en un mundo donde las mujeres se rebelan con las injusticias cotidianas”. También añade cuáles son los peligros de esta representación retrógrada de los repartos de las tareas y los cuidados: “Se paralizan los procesos de emancipación de muchas mujeres, aumentan las exigencias de los hombres de las relaciones desiguales como si fuera lo normal y deseable y ahonda la brecha de los cuidados frente a una sociedad que no termina de dar el salto a la igualdad en espacios públicos y privados. En 2025, las mujeres cargan con los cuidados y el 82% de las mujeres renuncian parcial o totalmente a su desarrollo laboral al convertirse en madres. Algo estamos haciendo mal”.

Como dice North, mientras que las tradwives son creadoras de contenido por derecho propio, sus maridos quedan relegados a un segundo plano. “Mientras que ellas hablan con otras mujeres sobre cómo vivir sus vidas, sus maridos no están hablando con los hombres, o al menos, los hombres no están escuchando”, matiza. Y ese es el problema, como recalca Pescador. “El tema central es para mí por qué en un universo social donde muchas de ellas están en movimientos-protesta contra la masculinidad hegemónica como el 4B de Corea o el volcel de Rosalía, tantos hombres siguen aferrándose al modelo relacional de sus bisabuelos”, dice.

Cuando las tradwives se convierten en las esposas perfectas que tantos jóvenes desean, una de las preguntas sería por qué a tan poca gente le interesa saber cuál es el papel de esos maridos. Pablo, el de RoRo, se abrió un TikTok el año pasado. Ha alcanzado casi dos millones de seguidores. Una cifra impresionante, pero ella tiene diez. En sus vídeos, Pablo habla de RoRo como su “princesa”, anima a sus seguidores a desmaquillar a sus novias si se quedan dormidas viendo una serie (mientras anuncian un agua micelar) y deja claro que a él le gusta el deporte y a ella la ropa. En la órbita estadounidense, ellos permanecen aún más a la sombra: son herederos o ejecutivos de aerolíneas que tienen un papel secundario en el estrellato de sus esposas. Probablemente, para el gran público, como dice en Vox Adam Stanaland, profesor de psicología de la Universidad de Richmond, podrían ser, sencillamente, aburridos. “Mientras que ellos van a trabajar, alguien como Andrew Tate está enojado, grita y se enfurece. El odio es súper atractivo para los clics”, asegura.

La teórica feminista estadounidense Betty Friedan dijo en su día: “Ninguna mujer tiene un orgasmo abrillantando el suelo de la cocina”. Lo que está claro es que, décadas después, muchísima gente disfruta de forma inexplicable viendo cómo lo hacen. A sus maridos, mientras, nadie los mira.

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