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Café Quijano: “Carlos Santana nos dijo que no hacía más de cuatro conciertos seguidos. 20 años más tarde lo entendemos”

El conjunto leonés se encuentra inmerso en la gira de presentación de su nuevo disco, ‘Miami 1990’, donde rememora su primera toma de contacto con una ciudad que se ha convertido en parte de su vida 

A pesar de la leyenda les precede, los integrantes de Café Quijano afiman que apenas recuerdan desmadres durante los casi 30 años que llevan en la carretera. El trío de hermanos formado por Manuel (León, 58 años), Óscar (56) y Raúl Quijano (54), cuya música es emblema español del canalleo, del talante disfrutón y de invitar a tomar la penúltima, aparenta, por un momento, guardar distancia con el mundo que representan en el imaginario popular. No se sabe si es una cuestión de memoria selectiva, de si lo que pasa en Café Quijano se queda en Café Quijano o de si realmente estamos ante un notable caso de separación entre artista y obra, hasta que, en otro momento, a propósito de la afición a la fotografía del mayor de los hermanos, surge en la conversación la siguiente historia.

“Estuve un año y medio acompañando a un detective de policía de Miami Beach y haciendo un reportaje fotográfico sobre el mundo de la policía. Era básicamente ir de patrulla, ser su compañero, con mi chaleco de policía, como si fuera un poli más”, cuenta Manuel a ICON, con la pasión con la que relatarías a alguien que ayer fuiste a tramitar el certificado de firma electrónica. “Fue por un amigo en común, que me presentó a un detective que había nacido en Alicante y se fue muy joven para Estados Unidos. Se crió allí, estuvo en los marines, entró al departamento de Miami Beach y nos hicimos muy amigos”.

¿No pasó nada que le impactase mucho? “Es que había cada historia… Ibas a un secuestro, a rescatar a alguien que habían secuestrado, o estabas en un tiroteo detrás de una esquina o ibas a un aeropuerto a buscar a gente que venía extraditada para llevar a las cárceles federales. Un poco de todo. Se convirtió en la normalidad”. La próxima vez que otro periodista intente sonsacar batallitas extraordinarias a los Quijano, que tenga en cuenta que su estándar de la normalidad es ese.

A falta de que tengamos una película tipo Arma letal (1987) donde uno de los dos compañeros policías canta en Café Quijano, el reportaje, para quien le interese, se publicó en 2011 y puede verse en la página web de Manuel. Otras vivencias en Miami, muy anteriores, son las que han conformado las letras de Miami 1990 (Warner Music Spain), el disco que el grupo ha publicado este año, una semblanza de aquellos “tiempos de Sonny Crockett, Ferrari blanco y traje beige”, como empieza describiendo en la canción que abre el álbum, La primera noche, basada, según lo prometido, en la noche en que el vocalista llegó por primera vez a Miami, el 2 de octubre de 1990.

“Es que imagínate, tu ciudad de origen es León y de repente estás en un sitio totalmente distinto, que está viviendo una explosión mundial muy fuerte, que está de moda, donde todo es novedoso, grandioso y pasan un millón de cosas”, recuerda, esta vez sí, con emoción.

“Ahora impresiona menos, porque uno está más acostumbrado a verlo en la tele, todo está más globalizado y es más parecido. Pero entonces todo era grande, los típicos coches americanos, los camiones grandes, las carreteras, las Coca-Colas, las palomitas, en el cine todo era grande”. Óscar, el segundo de los Quijano, cuenta que su hermano mayor hizo de avanzadilla, como “enamorado de los coches y las motos”, para “echar un vistazo y hacer unas compras”. “En cuanto empezamos a ir, nos encantó y nos quedamos. Miami es una ciudad que invita, con mucho sabor y mucha vida”, dice. “Fuimos muy jóvenes y encontramos ahí una segunda casa, tenemos familia allí”, añade Manuel.

Que paren por casa es otro cantar. El día de la entrevista, en una terraza cercana a la plaza de Santa Bárbara en Madrid, les ha tocado por la mañana visita a RNE con actuación acústica incluida. La semana anterior estuvieron miércoles, jueves y viernes en salas de Berlín, Zurich y Bruselas, ante cientos de personas mayoritariamente hispanohablantes, aunque a veces se lleven sorpresas con gente que no habla “ni papa” y se ha enganchado a su música de manera casual. Tienen conciertos anunciados hasta mayo de 2026. “Antes llegabas a un pueblo de cualquier ciudad de España, luego salías, estabas ahí en la verbena y lo pasabas bien. Eso ya nos ocurre menos”, admite Raúl Quijano, el pequeño de los tres.

“En estas giras grandes, como no descanses dos o tres días, hombre, pues aguantas, pero no tienes voz”, explica Óscar. “Lo principal para tener voz es descansar y dormir. Si tienes mucha fiesta, con lo que eso conlleva, no haces giras. Me acuerdo, en 2005, que estábamos con Carlos Santana y nos decía que él nunca hacía más de tres o cuatro conciertos seguidos. Nos parecía raro, pero ahora tenemos veinte años más y lo vamos entendiendo. Nos sentimos muy bien, somos sanos, hacemos deporte y eso ayuda, pero va costando un poco”.

El de en medio de los Quijano interrumpe su exposición para advertir con gravedad al cantante de que un minúsculo trozo del pincho de tortilla que está paladeando se le ha caído al asiento y va a mancharse el pantalón. “¡Es que luego me toca a mí llevarlo al tinte!”, bromea (o no), una vez superada la crisis.

“¿Eso que he visto ahí es una croquetina?”, inquiere, por su parte, Manuel al camarero de veintitantos que, minutos después, aparte de traer croquetas, vencerá su timidez para confirmar que sus clientes son de verdad Café Quijano. Al tomar el retrato que acompaña este artículo, los hermanos también se ven asaltados por una chica jovencísima, entusiasmada, que les saca varias fotos con el móvil tras proclamar que les adora y que el primer concierto que vio fue de ellos.

“Muchos hijos que escuchaban la música del padre, que se la ponían en el coche o en casa, ahora vienen a vernos. Más gente joven de la que puedas imaginar”, asegura el cantante. “La nostalgia forma parte del ser humano y la música genera mucha nostalgia. Por eso, las canciones de los grupos que han marcado tu vida te traen de vuelta muchos recuerdos”.

Estado civil: miembro de Café Quijano

Por volver al quid de la cuestión: las canciones de Café Quijano, frecuentemente historias de experiencias nocturnas convulsas, romances imposibles o amantes en cada puerto, narradas en primera persona, ¿son realidad o ficción? “Los romances imposibles, ¡todos reales!”, responde con media sonrisa el cantante, antes de pegar un sorbo a su refresco. “Siempre hemos tratado de defendernos con gracia de que la gente piense que somos los protagonistas de las historias que contamos. Pero en este disco sí, la mayoría de lo que contamos son historias que hemos vivido”. Uno de los cortes más destacados de su nueva colección es Cumbia del soltero; sin embargo, los tres Quijano aclaran que están felizmente emparejados. Otro elemento de la leyenda que salta por los aires. Contradicción en Miami.

“Nosotros hemos sido solteros, lógicamente, como todo el mundo, pero hace mucho que no lo somos”, indica Óscar, casado con una mujer de Miami. Manuel, autor de la letra, se explica: “Cumbia del soltero habla en tono irónico de esa crisis, a veces existencial, que tienen tanto hombres como mujeres a determinada edad. Hay momentos determinados en los que uno no sabe muy bien lo que quiere. A veces dices “joder, con lo bien que se está en pareja”, pero luego estás en pareja y dices “con lo bien que se está soltero”. No deja de tratar sobre el inconformismo del propio ser humano”. No hay una receta mágica, reconoce el cantante, para esquivar esa frustración. “El equilibrio es difícil en cualquier cosa. Ahora, hay que llevar una vida ordenada y acertando, porque, al final, el objetivo de todo el mundo es vivir en armonía con lo que hace, con lo que piensa y con sus fundamentos de vida y sueños. Hay que esforzarse en eso, se esté soltero o en pareja. Todo el mundo cuando está en pareja quiere estar bien. Luego, las circunstancias de cada uno llevan al éxito la relación o no, pero depende de tantas cosas…”.

En uno de sus éxitos de hace veinte años, cantaban: “Qué grande es esto del amor / Poderse querer más de dos”. Ya que entre su público parece haber relevo juvenil, ¿está Café Quijano familiarizado con el poliamor, las relaciones no monógamas consensuadas y con conocimiento por todas las partes? “Esa canción que acabas de mencionar es poliamor en estado puro”, dice riéndose Óscar. “El poliamor, muy bien, como todo lo que sea socializar”, resuelve Manuel. En un registro más serio, Raúl interviene: “No practicamos el poliamor, pero lo vemos bien. Como decimos, estamos los tres con relaciones estables”. “Pero que no lo practiquemos no significa que no lo veamos muy bien, son cosas diferentes”, matiza la voz principal del grupo. “Vemos bien todo lo que sea relacionarse en buenos términos”.

Algo deben de saber sobre relacionarse sanamente para llevar con el grupo desde 1997. “Nos llevamos como hermanos que somos, con momentos buenos y menos buenos”, describe el pequeño, Raúl. “No llega la sangre al río, como en esos grupos que todos tenemos en mente”. Solo tuvieron un pequeño hiato, entre 2007 y 2010, algo que coinciden en que “tocaba”, sin dar más detalles. Lejos de apostar por un regreso cómodo y fácil, con un disco continuista o una regrabación de sus éxitos a dueto, Café Quijano volvieron al estudio con el proyecto más ambicioso de su carrera, una serie de álbumes a contracorriente del mercado: la trilogía Orígenes. El bolero (2012-14), que agrupaba 32 boleros originales con el sonido tradicional del género, sin la fusión rock o pop de sus otros trabajos. “Era una asignatura pendiente”, dice Manuel. “Un repertorio de treinta y pico boleros inéditos no era algo habitual ni que nos constase que se hubiese hecho en mucho tiempo. Lo hicimos y la gente lo reconoció, nuestros compañeros de la música y la industria le dieron el valor que tenía y nos nominaron a cinco Latin Grammy. En los conciertos de invierno, en teatros y auditorios, seguimos haciendo un apartado de boleros”.

Lo que no falta en sus conciertos de invierno ni verano son sus clásicos, especialmente los de La taberna del Buda (2001), su disco más célebre, que el año que viene cumple 25 años. “La taberna del Buda [la canción] es una versión edulcorada de lo que pasaba en el bar de nuestro padre hace 40 años”, cuenta Óscar. Ese bar de León sigue abierto y, desde el 2000, se llama La Lola, en honor a la canción que hizo saltar a la fama al grupo. Sobre la mujer que dio nombre a la canción, los hermanos prefieren preservar el misterio. “El mayor porcentaje de la canción lo protagoniza una mujer muy vitalista, cuyo nombre nunca hemos revelado ni vamos a revelar”, dice el cantante. “Es periodista”, ofrece Óscar como único dato. “Y tiene 98 años”, agrega Manuel. “No, todo es verdad menos lo de los 98 años”, opone el mediano. “Sigue viva y era una mujer como refleja la canción, muy echada para adelante, consecuente con su manera de pensar. ¡Una mujer ejemplar!”.

Artistas tan dispares como The Kinks, Los Suaves, Concha Piquer o incluso Cicatriz han dedicado versos a una Lola. ¿Qué tienen las mujeres con ese nombre? “Lola es muy altisonante”, reflexiona el líder. “Parece que una persona que se llama Lola tiene además mucho empaque. Es un nombre que crea personalidad”. O que preceden y crean carreras.

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