‘Dogma’, la controvertida comedia religiosa que ya no se puede ver en ningún sitio
Hace 25 años, el cineasta independiente Kevin Smith dio el salto al gran presupuesto con una comedia llena de estrellas cuya temática religiosa causó controversia antes de que nadie la viese. Hoy no está disponible en ninguna plataforma
“Este film es de principio a fin una obra de fantasía cómica que no debe tomarse en serio. Insistir en que cualquier cosa que vean es incendiaria o incitante es perderse nuestra intención y dar un juicio no merecido, y juzgar está reservado a Dios y solo a Dios. Así que por favor, antes de herir a alguien por culpa de este film idiota, recuerden que hasta Dios tiene sentido del humor. Basta con mirar al ornitorrinco. Gracias y disfruten del espectáculo.”
Con este descargo de responsabilidades comienza Dogma, el cuarto film de Kevin Smith, una sátira sobre la religión que, como él...
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“Este film es de principio a fin una obra de fantasía cómica que no debe tomarse en serio. Insistir en que cualquier cosa que vean es incendiaria o incitante es perderse nuestra intención y dar un juicio no merecido, y juzgar está reservado a Dios y solo a Dios. Así que por favor, antes de herir a alguien por culpa de este film idiota, recuerden que hasta Dios tiene sentido del humor. Basta con mirar al ornitorrinco. Gracias y disfruten del espectáculo.”
Con este descargo de responsabilidades comienza Dogma, el cuarto film de Kevin Smith, una sátira sobre la religión que, como él y su productora suponían, iba a levantar ampollas pese a estar dirigida por un cristiano devoto. La crítica la recibió con menos entusiasmo que el público, que la convirtió en la que todavía es la película más vista de Smith. Pero el mayor disgusto no se lo dio la prensa especializada, sino un sector del cristianismo que no estaba entusiasmado con el mensaje de la película. El director recibió amenazas de muerte y grupos de fieles se manifestaron a las puertas de los cines en los que se proyectaba. Dogma se unía así a un nutrido club de películas que habían soliviantado a la Iglesia y en el que se encuentran propuestas tan diversas como La vida de Brian, Yo te saludo, María o La última tentación de Cristo.
Casi 25 años después de su estreno, resulta difícil comprobar si su supuesto nivel de blasfemia sigue vigente, ya que no está disponible en ninguna plataforma (aunque sí en YouTube). No es un castigo divino: si nos atenemos a las palabras de Smith sobre el tema, tiene más que ver con “el diablo”. ¿Por qué la cuarta película del hasta entonces inocente y simpaticón Smith soliviantó a tantas personas? Refresquemos su argumento.
Dogma cuenta la historia de Bartleby y Loki (Matt Damon y Ben Affleck), dos ángeles caídos que buscan volver al cielo aunque eso cause el fin del mundo. En su camino por la Tierra se cruzarán con Bethany (Linda Fiorentino), una descendiente de Jesús (ya que José y María habrían tenido más hijos) que trabaja en una clínica que practica abortos. También con Rufus (Chris Rock), el apóstol número 13, borrado de la Biblia debido al racismo de los evangelistas. Y con Serendipity (Salma Hayek), una musa incapaz de inspirarse a sí misma que ha acabado trabajando en un striptease. Y con el cardenal Glick (George Carlin, cómico célebre por sus diatribas contra la religión), que harto del “deprimente” Cristo crucificado, pretende sustituirlo por un Cristo en modo colega que guiña el ojo y saluda con el pulgar hacia arriba. Y con el mismísimo Dios, interpretado por la cantante Alanis Morissette, que solo aparece en el último momento porque había descuidado sus labores celestiales para ir a Nueva Jersey a jugar a los recreativos. Por allí pululan también dos improbables profetas fumetas, los habituales Jay y Silent Bob (Jason Mewes, verdadera estrella de la película, y el propio Smith), y otro imprescindible del universo Smith, Jason Lee, como el malvado Azrael.
La lista de estrellas era destacable para un cineasta que cinco años antes hacía películas por menos de 30.000 dólares. Casi todo el mundo aceptó subirse al carro del nuevo niño prodigio de Hollywood. Affleck había aparecido en Mallrats y era la estrella absoluta de la anterior película de Smith, Persiguiendo a Amy, la reinvención de la comedia romántica pasada por el tamiz del indie. Y si estaba Affleck no podía faltar Damon, su compañero inseparable. Ambos estaban en la cresta de la ola gracias al éxito de El indomable Will Hunting, que había enriquecido y posicionado a Miramax. Pese a que su propietario, Harvey Weinstein, pretendía que hicieran honor a su amistad con Smith y cobrasen el salario mínimo, Affleck lo llamó para decirle que o recibían un millón de dólares cada uno o no promocionarían la película ni volverían a trabajar con él.
Según el actor le contó a Peter Biskind en Sexo, mentiras y Hollywood, Weinstein cogió un avión, se presentó en el rodaje y les lanzó una bolsa llena de billetes a la cabeza. Los billetes eran del Monopoly, pero no se puede negar que la puesta en escena fue grandiosa. “No pienso daros un solo dólar en efectivo, so mamones”, les gritó antes de extenderles un par de cheques de un millón. ”Seguro que cargó ese dinero al presupuesto de la película de algún pobre idiota”, reconoció Affleck, conocedor de las tácticas del dueño de Miramax.
Alan Rickman llegó después de que Smith descubriese que era un gran fan de Persiguiendo a Amy y solo puso dos condiciones: que las alas de su personaje fuesen reales y no efectos digitales y que no cambiasen el guion. El papel de Dios, en un principio, estaba destinado a la también británica Emma Thompson, pero un embarazo la alejó del proyecto. Como gran seguidor de Expediente X, Smith ofreció el papel de Bethany a Gillian Anderson, pero “se enteró de que ella realmente lo odiaba”. No quiso ni oír hablar del proyecto y el papel acabó en manos de Fiorentino.
”Cuando leí el guion pensé que era extremadamente inteligente y tenía respuestas muy imaginativas a todas las preguntas de mi infancia sobre los ángeles, los demonios y los apóstoles”, declaró ella. La relación entre la actriz y el director no fue fluida. En la edición en DVD, Smith lamentó no haberle dado el papel a Janeane Garofalo, que aparece brevemente en la película. “Es el mayor dolor en el trasero con el que he trabajado”, dijo de Fiorentino. Según su versión, la actriz, que aparece en casi todas las secuencias, se había quejado de tener que pasar demasiado tiempo en Pittsburgh alejada de la civilización mientras el resto iba y venía a sus casas. Sin embargo, lo que trascendió es que su enfado se debía a que su papel se había reducido en beneficio de los en ese momento más populares Damon y Affleck. Tampoco le sentó muy bien que para promocionar la película se recurriese al cuerpo de otra mujer. “Cuando Linda vio el cartel se volvió loca. Pusieron su cabeza sobre otro cuerpo, porque ella nunca hizo la sesión de fotos. El cuerpo tenía un escote más grande que el suyo y se enfadó y no hizo promoción de la película”, desveló Smith. Algo que hoy sería un escándalo y traería consigo un sinfín de disculpas, en 1999 no importó a nadie más que a la actriz. Quejarse de que sus pechos fuesen sustituidos por unos más grandes la mandó directamente al cajón de las actrices “problemáticas”.
Lo cierto es que en sus diarios Alan Rickman también incluyó comentarios sobre lo dispersa que Fiorentino estaba durante el rodaje y las veces que hubo que repetir secuencias por sus olvidos, algo que le repercutía porque él llevaba encima unas alas de casi 40 kilos que le provocaron una hernia. Cuando se leen estas historias acerca de la actriz, conviene no perder de vista que aquel rodaje tuvo encima a Harvey Weinstein, un nombre que aparece con frecuencia en las historias de mujeres especialmente atractivas de Hollywood que repentinamente adquieren fama de “difíciles” y poco después desaparecen misteriosamente de la primera fila. Tras sufrir un infarto en 2014, Smith recibió un mensaje de Florentino y aprovechó para disculparse con ella por sus palabras: “Estaba agradecido por saber de ella y también me dio la oportunidad de decirle que sentía mucho haber dicho eso hace años”, explicó el director.
Ya desde la posproducción empezaron a llegar cartas de odio. Más de 300.000. También un par de amenazas de muerte creíbles. O más bien, dos y media. “Te voy a matar. Bueno, quizás no”, decía una de ellas. Hay una que a Smith le afectó especialmente: “Judíos, usen el dinero que nos robaron y compren chalecos antibalas porque iremos con escopetas” decía. Los “judíos” eran los hermanos Weinstein.
Durante el estreno en Cannes, Miramax contrató guardaespaldas. Los más beligerantes eran la Liga Católica por los Derechos Religiosos y Civiles, pero había otros 30 grupos que incluían desde Policías Nacionales para la Vida hasta Mujeres por la Fe y la Familia y los Hijos de Italia. Si no habían podido impedir que la película se rodase, intentarían que no se estrenase.
Y todo esto ocurrió antes de que nadie la hubiese visto. “Fuimos el medio para que la Liga Católica atacase a Disney y Miramax”, se quejó Smith. “Disney es el premio gordo, atacar a Disney da publicidad”. Disney temía que se reeditasen los escándalos que Miramax había sufrido con Kids y Priest, la historia de un cura homosexual. La cuestión es que Dogma era la clase de películas que habían convertido a Miramax en lo que era y por lo que Disney la había adquirido. Michael Eisner, el todopoderoso dueño de Disney, llamó a Weinstein: “Si alguien deja de ir a Disneylandia por culpa de esta película será demasiado, no quiero que la estrenes”.
De modo que Miramax tenía una película protagonizada por Damon y Affleck, los chicos de moda, y absolutamente nadie quería distribuirla. Los Weinstein compraron a Disney la película y se la vendieron a Lionsgate, conservando los derechos de distribución en el extranjero. Lionsgate había estrenado Dioses y monstruos y tenía en capilla American Psycho. Apostaba fuerte por ser la nueva Miramax. “La controversia es igual a la visibilidad”, declaraban desde la compañía.
A Smith le intrigaba tanto aquella reacción virulenta hacia su película que cuando supo que había una manifestación cerca de su casa decidió acercarse. Según la convocatoria, se esperaban 1.500 asistentes. Avisó a su amigo Bryan Johnson, que también aparece en el film, y se presentó allí con pancartas que decían: “Dogma es una mierda”. Cuando llegaron, apenas había 15 personas, casi todos que rezaban el rosario. Además de Smith, hubo alguien más interesado en aquella protesta: el Canal 12. Una reportera y un cámara llegaron y acabaron entrevistando al propio Smith sin saberlo. Aquella noche, cualquiera pudo verlo en televisión afirmando que no tenían ninguna intención de ver su propia película.
La cuestión es que Dogma no es irreverente. Es una película hecha por un creyente que se toma la religión lo suficientemente en serio como para molestarse en reírse de ella “como se reiría de un amigo”. A pesar de las protestas y los titulares, a Dogma le fue bastante bien: con un presupuesto de 10 millones de dólares, la película recaudó 44 millones en todo el mundo. Sin embargo, hoy es complicado encontrarla y el motivo lo explicó Smith.
“Desafortunadamente, para contar la historia, tendré que pronunciar ese nombre que ya nadie quiere escuchar”, declaró hace un par de años a The Wrap. “Pero, por supuesto, Harvey Weinstein figura en la historia”. Cuando los derechos de vídeo doméstico caducaron, el cineasta recibió una llamada de Weinstein para hablar sobre una posible secuela o serie de televisión de Dogma. “Me emocioné mucho porque pensé: ¡el tipo se acordó de mí! ¡Después de una década recordó que yo era parte de la familia Miramax! Y recordó que él había producido Dogma y que tenía un elenco genial”. Resultó que Weinstein simplemente estaba llamando a todo el mundo con el que había trabajado para saber quién había sido la fuente de The New York Times para contar su historial de abusos. Una semana más tarde, el rotativo publicó en portada la historia sobre los abusos sistemáticos del productor (de los que, por supuesto, Smith afirmó no saber nada) y su imperio se desmoronó.
Weinstein puso en venta los derechos de Dogma y Smith intentó comprarlos. “Nos sentimos muy sucios porque no queríamos darle dinero”, dijo, pero Weinstein “se burló” ante sus ofertas. “La tiene como rehén. Mi película sobre ángeles es propiedad del mismísimo diablo”.
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