¿Y si ‘Atrapado en el tiempo’ habla sobre todos nosotros? Una investigación del bucle más famoso del cine
Los críticos Santiago Alonso e Isabel Sánchez publican un ensayo sobre la comedia protagonizada por Bill Murray cuyo legado no ha dejado de ganar culto, generar imitaciones y despertar dudas existenciales 30 años después de su estreno
Si hablar del Día de la Marmota como concepto lleva, automáticamente, a pensar en una jornada que se repite una y otra vez –aunque ese ni siquiera sea el significado de la fecha– es gracias a Atrapado en el tiempo (1993), una de las comedias más influyentes de las últimas décadas. La película seguía las desventuras de un arisco meteorólogo, interpretado por ...
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Si hablar del Día de la Marmota como concepto lleva, automáticamente, a pensar en una jornada que se repite una y otra vez –aunque ese ni siquiera sea el significado de la fecha– es gracias a Atrapado en el tiempo (1993), una de las comedias más influyentes de las últimas décadas. La película seguía las desventuras de un arisco meteorólogo, interpretado por Bill Murray, que era enviado a retransmitir desde la localidad de Punxstawnwey (Pensilvania) el gran acontecimiento local de cada 2 de febrero: el día en que, según el folclore autóctono, la marmota Phil predice cuán largo será el invierno en función de si observa o no su sombra al salir por la mañana de la madriguera. Acabado el trabajo, el protagonista se veía obligado a hacer noche en el lugar a causa del mal tiempo. Para su espanto, al día siguiente era otra vez 2 de febrero, sin que nadie más excepto él se percatase. Y al siguiente, otra vez. Y al siguiente. Y así una cantidad indefinida de veces.
Con dirección de Harold Ramis, Atrapado en el tiempo se convirtió en un clásico instantáneo y alumbró un buen número, todavía creciente, de películas con el mismo molde narrativo: Al filo del mañana (2014), Feliz día de tu muerte (2017), Palm Springs (2020)... Y se convirtió también en fuente inagotable de análisis, teorías y todo tipo de literatura, de la que ahora emana el recién publicado Prisioneros del bucle (Applehead Team), un ensayo donde los periodistas y críticos de cine Santiago Alonso e Isabel Sánchez profundizan en las claves que hicieron de aquella comedia todo un fenómeno cultural. “Da que pensar que una película de hace solo 30 años haya dado pie a tantas otras que la copian o se basan en ella. Había algo que investigar”, declara Alonso a ICON. Para el coautor, las razones de su vigencia son claras: “Se debe a la profundidad filosófica de su tema. Cualquier espectador se siente identificado y se engancha a su perspectiva existencialista. Y, sobre todo, a que la idea de su argumento es genial”.
En una de las escenas de la película, el protagonista compartía su aflicción con los parroquianos de una bolera y, tras preguntarles qué harían si su vida estuviera atascada en un lugar donde todos los días son el mismo y nada de lo que se hace importa, uno le respondía: “Es el resumen de mi vida”. “En la mediana edad, a menudo nos aburrimos de nuestras propias vidas, parece que estamos repitiendo una y otra vez el día que toca”, reflexiona Isabel Sánchez. La escritora admite que lo que más le interesaba de la comedia es su naturaleza de historia de amor fantástica a través del tiempo, en la órbita de películas clásicas como A vida o muerte (1946), El fantasma y la señora Muir (1947) o Jennie (1949). Al fin y al cabo, para la transformación del protagonista es esencial el papel de Rita, la productora a la que pone rostro Andie MacDowell. “Cuando Rita le cuenta cómo sería su hombre perfecto, sin saberlo se está convirtiendo en su guía y dibujándole un mapa”, explica la periodista. “Le hace darse cuenta de que es un gilipollas pero puede hacer un camino para llegar a ser mejor, para ver que la vida puede ser otra cosa y para aprender a disfrutarla en comunidad”.
Prisioneros del bucle se compone de una primera parte dedicada a la producción de la película, una segunda en torno a los antecedentes literarios y cinematográficos y a sus interpretaciones filosóficas y una tercera donde los dos autores dialogan en torno a otros títulos sobre bucles temporales. Jon Mikel Caballero, director de una de las películas aludidas, la española El increíble finde menguante (2019), participa en el libro con una entrevista final, así como el propio guionista de Atrapado en el tiempo, Danny Rubin. El dramaturgo californiano dice que la idea para la historia le vino de la novela Lestat el vampiro (1985), de Anne Rice. “El universo que Rice había creado incluía personas que eran exactamente como nosotros, excepto en algunas pocas cosas. Una de ellas, que tenían siempre la misma edad y vivían para siempre. Eso es en lo que me puse a pensar ese día”, aclara Rubin en el libro.
La película fue un gran éxito de taquilla en 1993 pero también marcó el fin de la amistad y de las colaboraciones entre Harold Ramis y Bill Murray. Ambos habían trabajado juntos en Los incorregibles albóndigas (1979), El club de los chalados (1980) o Los cazafantasmas (1984), películas que contribuyeron a transformar los códigos de la comedia estadounidense de su época. Sin embargo, el estrés de Murray por su divorcio durante el rodaje de Atrapado en el tiempo y las diferencias creativas entre los dos socios (aparentemente Murray, en busca de un giro para su carrera, abogaba por la más trágica versión original del guion de Rubin, mientras Ramis lo convirtió en una comedia romántica) crearon una atmósfera irrespirable. Según el libro Cómo ser Bill Murray (Gavin Edwards, 2016), el actor retiró la palabra a Ramis y contrató a una intérprete sordomuda para mediar entre ambos por lenguaje de signos. No volvieron a hablar hasta que Murray decidió visitar al cineasta, enfermo terminal, poco antes de su muerte en 2014.
“Siempre se decía que, de los dos, Bill Murray era el que tiraba el mapa por la ventanilla y Harold Ramis el que buscaba la manera de volver a casa”, dice Isabel Sánchez. “Por eso funcionaban tan bien como dupla, uno era el caos y otro era el orden”. Para Santiago Alonso, “no merece la pena” pensar en cómo habría sido la película de haberse impuesto esa visión más dramática por la que abogaban inicialmente el guionista y Murray: “Lo que importa es lo que fue. Si una de las piezas de la conjunción hubiera sido otra o entrado de otra manera, a lo mejor no estaríamos hablando de la película”. Sanchez también reivindica a Ramis y su sentido de la ligereza: “Consiguió un equilibrio muy difícil entre la comedia, el romance y la profundidad temática. Curiosamente, dentro de lo liviana que aparenta ser, sí ha dado muchísimo más que hablar a filósofos, psicólogos y todo tipo de teóricos que otras películas más pretenciosas”.
La marmota es Jesucristo
Desde el estreno de Atrapado en el tiempo, muchos aficionados han intentado concretar cuántos años pasa el personaje de Bill Murray viviendo en el 2 de febrero. Aunque la película solo muestra 38 jornadas distintas, la información que el protagonista da sobre todo lo que ha hecho, unida al tiempo que le llevaría el aprender a esculpir hielo, hablar francés o tocar piano al nivel que demuestra, llevó recientemente al periodista Simon Gallagher a colocar sus estimaciones en 33 años y 350 días. Otros han ahondado en su presunto subtexto religioso. Danny Rubin recibió cartas de monjes o investigadores de la Cábala que pensaban que el guionista era uno de ellos. También hay quien ha visto en la transformación del personaje un reflejo del camino de perfección de Santa Teresa de Ávila, a partir de la idea de progreso desde la vida contemplativa. Y luego está el crítico y profesor universitario Michael Bronski, que en 2004 sostuvo: “La marmota es claramente Cristo resucitado, la renovación siempre esperanzada de la vida en primavera. Y cuando digo que la marmota es Jesús, lo digo con mucho respeto”.
El rabino Niles Goldstein opinó acerca del desenlace, cuando al protagonista se le concede vivir fuera del bucle una vez convertido en la mejor versión de sí mismo: “La película cuenta, como hace el judaísmo, que el trabajo no acaba hasta que el mundo ha sido perfeccionado”. En Prisioneros del bucle, Santiago Alonso e Isabel Sánchez se retrotraen a otras obras que han tratado el tema del tiempo, la automejora y la trampa existencial. Un referente que destacan es el de Sísifo, el personaje de la mitología griega condenado por los dioses a empujar una gran piedra cuesta arriba por una montaña, que volvía a rodar hacia abajo justo antes de llegar a la cima, lo que le obligaba a repetir el proceso infinitas veces durante toda la eternidad. Como recoge el libro, el filósofo Albert Camus invitó en El mito de Sísifo (1942) a imaginar que el condenado era feliz, porque, pese a que “los dioses pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”, todavía Sísifo experimentaba la libertad a cada hora que descendía otra vez la montaña.
“La película refleja un modelo de cambio que consiste en abandonarse a lo cíclico”, explica Santiago Alonso. “Mucha gente tiene miedo de lo cíclico por la sensación de no moverse y de hacer siempre lo mismo, pero si consigues cambiar algo en ti y cabalgar el bucle, la perspectiva cambia”. Isabel Sánchez equipara el esquema de la película a la teoría del duelo: “Según Elizabeth Kübler-Ross, la pérdida de una persona se estructura en cinco fases, la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Son los pasos que da el personaje psicológicamente, alguien con el síndrome de Peter Pan, que no piensa nunca en nadie y hace lo que le da la gana, que progresivamente adquiere una nueva percepción”.
El evocador influjo de Atrapado en el tiempo va más allá. En 2016, la directora Cynthia Kao proponía en el corto Groundhog Day for a Black Man (El Día de la Marmota para un hombre negro) una denuncia del racismo policial, al contar la historia de un hombre negro que, hiciese lo que hiciese en el día en que estaba atrapado, siempre acababa siendo asesinado por un policía.
Una premisa que tomó también el mediometraje Dos completos desconocidos (2020), ganador del Oscar. Por no hablar de otras películas también consagradas a explorar cómo una decisión tomada en un día puede alterar toda una existencia, temática que va del clásico español de Edgar Neville La vida en un hilo (1945), pasando por Las vidas posibles de Mr. Nobody (2009), hasta el reciente estreno en Netflix el pasado febrero de la serie Siempre el mismo día, adaptación del libro homónimo de David Nicholls de 2009, que muestra cómo es cada 15 de julio a lo largo de la vida de un chico y una chica que se conocen en su graduación y se gustan, pero que toman rumbos diferentes.
“A mí me gustan mucho las historias que transcurren en un solo día, con o sin bucle. También en literatura, como La señora Dalloway [1925], de Virginia Woolf. Es una manera de concentrar toda una vida y toda una persona en cómo vive un día”, afirma Isabel Sánchez. “Tú no puedes ver cómo sería tu vida cada vez que eliges hacer una cosa u otra, pero el arte sí te abre esas posibilidades. Esa frase tan tópica de ‘vive cada día como si fuera el último’ tiene algo de cierto porque, por azar o por decisión, cualquier día puede cambiar tu vida”. Por cierto, la marmota Phil ha predicho que este año la primavera se adelanta.
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