Una pelea entre genios y un enigma de 12 minutos de duración: cuando Meat Loaf cantó la última gran balada rock
‘I’d do anything for love (but I won’t do that)’ cumple 30 años como ejemplo de todo lo que un gran éxito no podría ser en la era de Spotify: larguísima, excesiva, misteriosa y cara
“He viajado por todo el universo a través de los años para encontrarla. A veces recorrer todo el camino es simplemente el comienzo”. El rugido de una potente motocicleta a toda velocidad, acechada por coches, motos y un helicóptero de la policía hasta un imponente mausoleo de estilo gótico donde una criatura de rasgos brutales se ha escondido. Así comienza el videoclip de I would do anything for love (but I won’t do that), (Haría cualquier cosa por amor, pero no haré eso) la canción de ...
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“He viajado por todo el universo a través de los años para encontrarla. A veces recorrer todo el camino es simplemente el comienzo”. El rugido de una potente motocicleta a toda velocidad, acechada por coches, motos y un helicóptero de la policía hasta un imponente mausoleo de estilo gótico donde una criatura de rasgos brutales se ha escondido. Así comienza el videoclip de I would do anything for love (but I won’t do that), (Haría cualquier cosa por amor, pero no haré eso) la canción de Meat Loaf (nacido con el nombre de Michael Lee Aday, Dallas, 1047-Nashville, 2022) que llevó al rockero a tener la canción más exitosa en las listas de éxitos globales de 1993 que alcanzó el número uno en 28 países. 30 años después, en plena era del minimalismo, de lo instantáneo, de los éxitos de trap que no llegan a los dos minutos, brilla como el último gran exponente de una manera de hacer música, espectacular, grandilocuente, más grande que la vida. Y que, en plena dictadura del algoritmo, difícilmente se repetirá.
I’d do anything for love (but I won’t do that) fue el primer sencillo de Bat out of hell II: back into hell, que supuso la vuelta al éxito de un artista que había debutado en 1977 uno de los discos más vendidos de la historia del rock, Bat out of hell, con 43 millones de copias despachadas en todo el mundo hasta la fecha. Los años que separan uno y otro disco estuvieron llenos de problemas de salud, disputas legales y un puñado de lanzamientos de discreto éxito. También habían visto como Jim Steinman, el compositor detrás del sonido épico y las letras arrolladoras del debut de Meat Loaf, se había ido distanciando en lo personal y lo profesional del que fuera su gran amigo.
La música de Jim Steinman ha sido definida como el resultado de una eventual colaboración entre Phil Spector y Richard Wagner y lo jugaba todo a la teatralidad y lo explosivo. El nombre de Steinman está detrás de éxitos como Total eclipse of the heart, de Bonnie Tyler o Making love out of nothing at all de Air Supply. Según conto Bonnie Tyler hace apenas meses, Loaf se puso furioso al descubrir que Jim Steinman había dado Total Eclipse of the Heart a Bonnie Tyler, y más cuando se convirtió en el éxito mundial que él necesitaba para levantar su carrera en los ochenta. Mantenía que esa canción había sido escrita originalmente para él, pero su discográfica se negó a aceptar las condiciones y honorarios de Steinman como exitosísimo compositor. Steinman (que también falleció en 2021) siempre mantuvo que Eclipse estuvo pensada, desde el principio, para Tyler. Su reconciliación con Meat Loaf, a principios de los años noventa, permitiría que triunfasen a golpe de power ballad tan solo dos años después de que Nirvana revolucionasen la manera de relacionar rock y éxito con su Nevermind.
El videoclip fue dirigido por un Michael Bay que ya empezaba despuntar por su espectacularidad en tanto en vídeos musicales como en anuncios poco antes de inaugurar una fructífera relación con el cine de acción y aventura con películas como Dos policías rebeldes, La roca, Armageddon o Pearl Harbor. Es un frenesí de siete minutos lleno escorzos, belleza y decadencia protagonizado por el propio Meat Loaf y la modelo Dana Patrick. Esta versión de siete minutos es la corta: la del álbum, o sea, la que los 14 millones de personas que se compraron Bat out of hell II: back into hell escucharon, duraba 12. Durante 12 minutos usted puede reproducir Bizcochito, de Rosalía, siete veces.
Una ópera rock en medio del grunge
A día de hoy quizás hay quien identifique 1993 con Creep, de Radiohead, Mr. Jones, de Counting Crows o What’s up?, de 4 non blondes. Pero lo cierto es que I’d do anything for Love (but I won’t do that), lanzada en agosto de ese mismo año, encontró su hueco en unas listas de éxitos en las que Bon Jovi, Def Leppard o Aerosmith no desentonaban al lado de Whitney Houston y Madonna. De entre todas ellas, la canción de Meat Loaf sí es, desde luego, la más excesiva. Habría que remontarse a Hey Jude de los Beatles para encontrar una canción tan larga que tuviese tanto éxito, y hubo que esperar a los casi diez minutos de All around the world de Oasis para encontrar sucesor.
Toda la imaginería que muestra el videoclip de Michael Bay es un reflejo ampliado de lo que ofrece la canción. La fantasía de un personaje a medio camino entre El fantasma de la ópera y La bella y la bestia, el gótico vampírico o las cargadísimas tintas de la historia de amor imposible con entrega más allá de lo mundano conectan a la perfección con los parámetros en los que le gustaba ubicar sus letras a Jim Steinman, cuya querencia por los musicales (llegó a sacar adelante varios, uno de ellos con Andrew Lloyd Weber) se nota, y mucho.
Steinman también habría sido, según sus propias palabras, el responsable de elegir a la intérprete de uno de los grandes aciertos de la canción: la coda a dúo con la que, en la parte final de la canción, el amor imposible de Meat Loaf le interpela. Pese a que en su momento se habrían barajado los nombres de Cher, Melissa Etheridge o Bonnie Tyler, fue una desconocida cantante británica de prodigiosa voz, Lorraine Crosby, quien acabó haciéndose con el encargo. Crosby trabajaba actuando junto a su banda de rock en bases militares norteamericanas repartidas por todo el planeta cuando Jim Steinman decidió ficharla para su efímera agencia de representación de artistas tras escuchar una maqueta. La cantante y su marido, Stuart Emerson, participaban realizando arreglos y coros en las sesiones de grabación Bat out of hell II: back into hell cuando surgió la oportunidad de esta grabase el dueto I’d do anything for Love (but I won’t do that). “La idea nunca fue que se utilizase, solo estaba ayudando en un momento puntual”, contaría Crosby años después. Seis meses más tarde, el propio Meat Loaf le propuso utilizar la improvisada grabación.
Su excepcional contribución a la canción no la llevó al estrellato, como podría pensarse en un primer momento. En el disco figura acreditada con el que iba a ser su nombre artístico, Ms. Loud, y en videoclip es la modelo Dana Patrick quien aparece “cantando”, lo que hizo que fuese ella quien recibió ofertas de varias discográficas mientras Crosby veía cómo su contrato discográfico se cancelaba tras la ruptura entre Jim Steinman y la discográfica MCA debido a los sobrecostes de Bat out of Hell II: back into hell, debidos a la espectacularidad del diseño del álbum y también a los larguísimos 22 meses que Loaf tardó en grabarlo. Lorraine Crosby nunca cobró por participar en la sesión de grabación y se enteró que tenía derecho a royalties cuando ya era tarde para reclamar lo acumulado durante los seis años siguientes al lanzamiento del single. Regresó a Reino Unido, donde se dedicó a actuar en cabarets, parques de atracciones, y no lanzó su primer disco, autoeditado, hasta 2008.
I’d do anything for Love (but I won’t do that) fue también el hito que permitió a Meat Loaf convertirse en algo más que un músico. “Hay poca gente que suene así y eso, en la música pop, es ya ganar media batalla”, destaca el experto en cultura popular José Viruete sobre el cantante estadounidense. Característica que, según el divulgador, combinaba con el hecho que fuese un tipo muy divertido de escuchar. “Hacía unas entrevistas muy buenas y se prodigaba mucho en late nights y otros programas de televisión, donde contaba muchas batallitas”, concluye. Una de las más recurrentes consistía en responder a qué se refería Meat Loaf con el “eso” que decía no querer hacer en I’d do anything for Love (but I won’t do that). El artista, a veces incluso haciendo uso de una pizarra, explicaba que la respuesta se repetía varias veces en la letra de la propia canción. Es sencillo terminar con este enigma: entre las cosas que el cantante afirma que haría por amor incluye algunas que no haría, como “dejar de soñar contigo”, “hacerlo mejor de lo que lo hago contigo”. Cuando la voz femenina le sugiere que debe darse cuenta de que es momento de dejarla y seguir adelante, él también aclara: “No haré eso”. Misterio resuelto.
A ritmo de la Guardia Real
Viruete, uno de los nombres detrás de veteranos podcasts sobre cultura pop como Tiempos Bizarros y Campamento Krypton y responsable de uno de los blogs históricos en castellano, tiene una vinculación especial con Bat out of hell II: back into hell (”el primer disco que compré con mi propio dinero, recuerda”), del que destaca que fue gran tarjeta de presentación de Meat Loaf en nuestro país. “I’d do anything for Love (but I won’t do that) la tenemos como referencia de Meat Loaf en España, porque su primer gran éxito, Bat out of hell, no sonó mucho por aquí”, cuenta. Viruete recuerda cómo el videoclip era una presencia más que habitual en la MTV y los diversos programas de videos musicales, aunque cree que la canción cobra verdadera entidad en su versión discográfica de doce minutos: “Si vas a escuchar una cosa así de grandilocuente, hay que escuchar la versión completa, la duración forma parte de esa majestuosidad”.
Finalmente, el divulgador destaca la trascendencia de un artista que supo adaptarse a los tiempos y jugar con su propia persona, ya fuese interpretando a personajes extremos en películas como El club de la lucha o dejando que Seth Rogen le convenciese para ser representado en forma de trozo de carne animado para un cameo en su película La fiesta de las salchichas. Una figura que, al conocerse su fallecimiento a principios de 2022, a los 74 años, trajo de vuelta I’d do anything for Love (but I won’t do that) a millones de personas (entre ellos la Guardia Real británica, que desfiló en Buckingham Palace al son de la canción como homenaje) y a decenas de artículos que analizan su genialidad. Este, 30 años después de la última gran balada rock más grande que la vida, es otro de ellos.
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