La lucrativa vuelta de la escritura manual: cómo la tecnología que la mató quiere recuperarla
Con el paso de los años y la ubicuidad de los teclados, escribir a mano se ha convertido en un acto artesano, casi fetichista. Pero los mismos actores que arrinconaron la escritura a mano quieren vendernos ahora productos para recuperarla
En 1980, una inspectora del Ministerio de Educación visitó un colegio de Cuenca y flipó. Los niños leían y escribían mejor que en el resto de colegios de España. Según recordaban sus profesoras en este artículo, también “bailaban, cantaban y eran felices”, que igual era ya un poco venirse arriba. En cualquier caso, la inspectora animó al equipo docente a publicar su método de aprendizaje de lectura y escritura. Y así nacieron las cartillas de los gatitos Micho, muy populares en España durante los años ochen...
En 1980, una inspectora del Ministerio de Educación visitó un colegio de Cuenca y flipó. Los niños leían y escribían mejor que en el resto de colegios de España. Según recordaban sus profesoras en este artículo, también “bailaban, cantaban y eran felices”, que igual era ya un poco venirse arriba. En cualquier caso, la inspectora animó al equipo docente a publicar su método de aprendizaje de lectura y escritura. Y así nacieron las cartillas de los gatitos Micho, muy populares en España durante los años ochenta y noventa. Puede que aquella fuera la última generación del país que aprendió a escribir bien a mano. Pero los culpables no fueron tres gatitos salidos de un colegio de Cuenca, sino decenas de aparatos que se estaban creando en ese momento en garajes de Silicon Valley.
Escribir a mano ha pasado de ser un acto cotidiano a una rareza. En las universidades y oficinas se ha sustituido el rasgar del lápiz sobre el folio por el repiqueteo mecánico del teclado. Es más rápido. Es más práctico. Es mejor. Pero a medida que vamos abandonando la escritura a mano nos damos cuenta de lo que hemos perdido con ella. “Al escribir a mano, de forma espontánea, se ponen en marcha una serie de mecanismos cognitivos complejos”, explica en conversación telefónica Marcelo Berthier, catedrático de Neurología en la Universidad de Málaga especializado en lenguaje. “Además, están los aspectos motores de la escritura, lo que sería el grafismo, que hace que alguien tenga su caligrafía y su estilo personal de escribir, que su letra sea reconocible por otras personas”.
El doctor Berthier explica que la escritura manual permite mejorar el lenguaje oral y viceversa. Por lo tanto, abandonar el lápiz y el bolígrafo podría acabar empobreciendo el lenguaje. Y en este sentido no cree que los teclados y la mecanografía sean un sustituto. Para entender lo que su uso puede hacer a nuestro cerebro, lo compara con otra herramienta tecnológica. “Esto es como con el cálculo, cuando se utiliza mucho una calculadora, el cálculo mental se vuelve más lento, más ineficiente. Con la escritura es igual, o la usas o la pierdes, o al menos se debilita”, advierte.
La lucrativa vuelta de la escritura manual
Los vinilos no suenan mejor que Spotify, de la misma forma que una Moleskine no es más práctica que un Google Drive. Pero son mucho más monos. Con el paso de los años y la ubicuidad de la tecnología, escribir a mano se ha convertido en un acto artesano, vintage, casi fetichista. Este motivo también ha ayudado a traer de vuelta la escritura tradicional. La nostalgia vende, la pose vende y además la vuelta al cuaderno tiene una ventaja añadida: no hay notificaciones.
Cuando iba a la universidad, Magnus Wanberg estaba cansado del abuso de notificaciones que conllevan los aparatos tecnológicos. Por poner el problema en contexto: los estadounidenses consultan la pantalla del móvil unas 352 veces al día, según este estudio. Una vez cada 2 minutos y 43 segundos. Pero el bueno de Wanberg no. Y no porque fuera noruego, sino porque iba a la facultad sin móvil ni ordenador, solo con una libreta. La experiencia fue tan satisfactoria que cuando terminó la universidad se empeñó en que muchos más lo imitaran. Wanberg es el creador de reMarkable, una tableta con tinta electrónica que digitaliza el trazo, convirtiéndose en un híbrido perfecto entre la escritura manual y la digital. Lleva despachadas más de un millón de unidades y va por su segunda versión.
Pero Wangber no es el único que ha entendido el filón que puede suponer este negocio. La reciente entrada de Amazon en el mercado ha terminado de consolidarlo. La empresa de Jeff Bezos supo imitar como nadie la experiencia de leer en papel con su Kindle. Ahora quiere hacer lo mismo con la escritura. El Kindle Scribe tiene un lápiz y puede funcionar como bloc de notas. Grandes jugadores del mundo analógico, como Moleskine o Montblanc, también han querido subirse al carro, con libretas que conjugan lo mejor de lo analógico y lo digital. Las tabletas también incorporan esa funcionalidad, con Apple y su iPad a la cabeza. Los mismos culpables de que nuestras pantallas se llenaran de notificaciones son ahora quienes pretenden librarnos de las mismas.
No todos apuestan por volver a la escritura manual. Hay empresas, como Freewrite que tiran de la nostalgia y abandonan las notificaciones con aparatos que recuerdan a las antiguas máquinas de escribir por un precio que oscila entre los 500 y los 1.100 euros. Las llaman máquinas de escribir inteligentes, precisamente porque no lo son. Prometen “multiplicar la productividad por dos y por tres” porque no tienen conexión WiFi. Como cualquier aparato electrónico al ponerlo en modo avión pero con una estética retro bien chula.
“Es un poco preocupante que cada vez se escriba menos”, se lamenta Iván Castro por Whatsapp. No es su caso. Es grafista especializado en lettering, tiene un libro al respecto, The ABC of Custom Lettering, e imparte clases en un retiro de caligrafía en Barcelona. Cree que el abandono de la escritura manual está relacionado con el ritmo de vida actual. “Que la sociedad teclee en lugar de escribir es un síntoma de la inmediatez que buscamos con todo: el fast food, el consumo masivo de series en Netflix, el fast fashion… todo tiene que ser inmediato”, explica.
Aun así, concede que hay un contramovimiento cada vez más consolidado. Por eso se niega a hablar de la moda de la escritura manual. Cree que los beneficios psicológicos harán que el retorno del bolígrafo sea definitivo. “Escribir es un acto intelectual, cuando escribes algo a mano, lo procesas de otra forma. Al trazar una A tienes que procesar y hacer un esfuerzo psicomotor mucho más grande que tecleando esta misma letra”.
Desde un prisma diferente, el doctor Berthier se muestra de acuerdo. Y de alguna forma, sin mencionarlos siquiera, reivindica la importancia de los tres gatitos Micho. “La caligrafía, hace muchos años, era una parte importante del proceso de aprender a escribir”, recuerda. “Al trazar letras en distintos estilos, en cursiva, en imprenta, en mayúscula, letra gótica, etcétera, usamos circuitos neuronales distintos. La práctica es fundamental, pero se ha abandonado. Bueno, sí, es parte de la modernización, ¿no?”
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