Triángulo de Amor Bizarro: “La industria del espectáculo es una trituradora de almas y de personas”
El grupo gallego celebra 15 años de una trayectoria ascendente que los ha consolidado como uno de los grandes referentes de la escena ‘indie’. Lo hará con reediciones de sus cuatro primeros álbumes y una extensa gira
“En la periferia no hay nada que hacer/ En la periferia no hay nada que perder”. Estas primeras líneas de Fukushima, una de las canciones más recientes de Triángulo de Amor Bizarro, podrían definir perfectamente cuál ha sido la fuerza motora de este grupo. Quince años después de su debut discográfico, la banda formada por Isa Cea (voz y bajo), Rodrigo Caamaño (voz, guitarra y teclados), Rafael Mallo (batería) y Rubén Muñoz ‘Zippo’ (teclados y guitarra) ha ido aumentando gradualmente su popularidad y prestigio hasta consolidarse como uno de los nombres de referencia en el ...
“En la periferia no hay nada que hacer/ En la periferia no hay nada que perder”. Estas primeras líneas de Fukushima, una de las canciones más recientes de Triángulo de Amor Bizarro, podrían definir perfectamente cuál ha sido la fuerza motora de este grupo. Quince años después de su debut discográfico, la banda formada por Isa Cea (voz y bajo), Rodrigo Caamaño (voz, guitarra y teclados), Rafael Mallo (batería) y Rubén Muñoz ‘Zippo’ (teclados y guitarra) ha ido aumentando gradualmente su popularidad y prestigio hasta consolidarse como uno de los nombres de referencia en el indie español. La inminente reedición en vinilo de sus cuatro primeros álbumes, todos ellos con el añadido de abundante material inédito, sirven como autocelebración de una trayectoria que nació de forma completamente fortuita, “A nosotros nunca nos había venido a la cabeza formar un grupo, nunca tuvimos el típico plan de adolescencia”, afirma Caamaño. “Surgió un día, tomando un cubata, y con 24 años, no con 16. No sabíamos ni tocar los instrumentos”, añade Cea.
Al refrendo de la crítica (son, junto a Rosalía, el único artista que ha obtenido en dos ocasiones el Premio Ruido, concedido al mejor disco de cada año según la prensa musical española) hay que añadir lo bien considerados que están entre sus colegas de profesión. Un buen indicador es la lista de artistas que este año intervinieron en su proyecto Detrás del espejo: variaciones y ecos, respondiendo a su invitación de remezclar o versionar los temas de su último álbum. Ahí estaban Los Planetas junto al británico Sonic Boom (Spacemen 3), Esplendor Geométrico, Soleá Morente, Carolina Durante, Sr. Chinarro, Biznaga… o el retirado Manolo Martínez (Astrud), con una curiosa intervención en la versión extendida de No eres tú.
No fue así al principio, cuando irrumpieron en una escena gallega muy distinta a la de ahora. “Había un ambiente muy endogámico y nosotros no encajábamos ahí, nadie apostaba por nosotros y había opiniones muy encontradas”, recuerdan entre Caamaño y Cea. Ellos dos son pareja y residen en Abanqueiro, una parroquia de 1500 habitantes en la comarca del Barbanza, en el sur de la provincia de A Coruña. Allí, en su casa familiar, tienen su local de ensayo, estudio y base de operaciones. Mallo y Zippo residen en A Coruña capital, y se hacen los 120 kilómetros de rigor para ir a ensayar. Pero fue en la ciudad herculina, donde la pareja estaba cursando sus estudios universitarios, el lugar en que el grupo se formó. Un amigo suyo, Blas, sugirió el nombre de la banda, traducción de un tema del grupo británico New Order, aunque no todo el mundo pillaba la referencia. “Yo cada vez que voy a un hotel me arrepiento de ese nombre. A veces me miran de una manera que digo ¡”no, no, no voy a rodar ninguna película rara ni nada de eso!”, bromea Cea. Blas nunca llegó a tocar en el grupo, pero, según sus cabecillas, tuvo el punto de locura necesario para animarlos a montarlo. “Sin él nada de esto habría pasado. Fue el dinamizador que nos ayudó a perder la vergüenza y hacer cosas creativas sin pedir permiso, ¡y si se aterrorizaba la gente, mejor!”, van lanzando entre ambos.
La formación inicial la completaban Miguel Prado y Antón Vázquez a las guitarras y Julián Ulpiano a la batería, junto a un grupo de amigos que se reunía y conspiraba contra la cultura dominante coruñesa en un local que era algo así como su mini Factory warholiana y al que denominaban El Taller Electrónico. “En nuestro primer concierto íbamos vestidos como de chaperos de los años setenta, para provocar. Estaba toda esa gente que nos tenía un odio visceral, que nos decía “vais de guais”, pero los que estaban con nosotros iban a muerte”.
A esa facción se adhirió el sello que habían montado dos gallegos en Madrid, Mushroom Pillow. En 2007 les publicaron su primer álbum Triángulo de Amor Bizarro. El primer día que salieron a la carretera, ya no miraron atrás. “Éramos ultramegaprecarios. Nuestros trabajos no nos daban para más, así que lo apostamos todo a esto”. Eso sí, no con pocas dificultades. “La peor decisión que tuvimos nunca fue comprarle una furgoneta de segunda mano a un pavo que nos dio el palo, porque el vehículo se comió la mitad de las ganancias del primer año. Estas cosas parecen una tontería, pero para nosotros fue un puto infierno”, recuerda Caamaño. Y como hermosa frustración, les queda su intento de que la carátula del disco se la hiciese Iván Zulueta, el autor del filme de culto Arrebato y también de muchos carteles históricos del cine español y de portadas para Vainica Doble. Fue la componente femenina del grupo quien llevó la negociación. “Él estaba muy mal de salud. Yo normalmente hablaba con su madre y ella me decía: “Pues hoy no puede salir de la habitación y tal”. Yo insistía mucho porque no quería renunciar tan fácilmente a la posibilidad de que nos hiciera una portada alguien a quien admirábamos tanto. Le mandamos el disco, lo escuchó y me dijo: “¡Es buenísimo!’, pero después empeoró mucho y, tras un mes o así, decidimos que lo íbamos a dejar tranquilo y ya no pudo ser”, recuerda Isa Cea. Zulueta falleció en 2009.
Al tiempo, ellos entraron en el circuito de los grandes festivales como un elefante en una cacharrería. En un evento de un día en la Plaza de Las Ventas de Madrid, compartieron escenario con Smashing Pumpkins y The Killers. Lo organizaba un joven multimillonario al que la vocalista dedicó, con poca sutileza, una de las canciones, la que dice en el estribillo: “Portaos bien, hijos de puta”. “Al principio nosotros chocábamos en muchos festivales. Mucha de la gente que estaba en las primeras filas, que venía a ver a otros grupos muy blanditos que tocaban después, tenían que chuparse lo que hacíamos mientras nos ponía mala cara. Era divertidísimo atormentar a ese público que no entendía nada”, recuerdan entre uno y otro. “Pero debemos agradecer a los promotores que apostaran por nosotros”, añaden.
En realidad, ahí se labraron una buena base de seguidores, y estuvieron casi tres años sin parar de tocar en directo mientras que el grupo casi se desintegra. Se pelearon entre ellos y se bloquearon creativamente. “Fue el momento más complicado de la historia de la banda”, afirma Caamaño. “Nos costó mucho salir de aquel limbo, hasta que nos fuimos a grabar con Paco Loco”. El segundo disco, Año Santo, se publicó en 2010. “Fue como volver a empezar de cero. Mucha de la gente que nos había ido a ver con el primer disco ya no estaba allí. Hasta el segundo año no empezaron a aceptarlo bien”. Luego llegaría Victoria Mística en 2013, el que considera Caamaño como el álbum que los consolidó como grupo, además de ser el primero que contó con su formación actual. “Fue todo muy fluido desde el principio. Lo grabamos aquí, en nuestro propio estudio, con nuestro técnico, Roberto Mallo, y aprendimos a hacer un disco controlando todo el proceso. Los dos siguientes -los Premio Ruido Salve Discordia, de 2016, y, oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ , de 2020- son fruto del método que encontramos ahí”.
Pero quizá, su mayor triunfo se plasmó en la Pandemia. oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ se publicó el 20 de marzo, solo seis días después de que se decretara el estado de alarma. “Llevábamos dos años haciendo el disco y se cayó toda la gira de un día para otro, con toda la incertidumbre que eso conlleva. Sentimos de repente el pánico a pararnos y a perdernos como grupo”. Decidieron entonces buscar formas de seguir ocupados, aprovechando también el contacto que mantenían con el exterior a través de Internet. “La gente escuchó el disco encerrada en su casa y nos hablaba mucho de las canciones”, apunta Caamaño. De ahí salió el mencionado Detrás del espejo: variaciones y ecos pero, también, el proyecto más bizarro de su trayectoria: la versión extendida de No eres tú, con una versión corta para Spotify y un vídeo en Youtube que dura 6 horas, 6 minutos y 6 segundos.
Dicen odiar también las redes sociales, pero, al mismo tiempo, son uno de los grupos que mejor las usan, interactuando mucho con su público o creando hilos de Twitter en los que cuentan cosas sobre la génesis de sus canciones y la historia de la banda. “Nunca ponemos cosas personales porque, como todas las personas normales, somos muy aburridos”, apunta Isa. “Pero como grupo sí que vemos que es una buena herramienta. Es un error ponerte de espaldas a la realidad, porque era lo que tú de joven criticabas a la gente mayor”. Ese estar en nuestro tiempo se refleja también en el videoclip de Fukushima, que cuenta con la participación de referentes de la Generación Z como los filósofos Elizabeth Duval y Ernesto Castro o la artista multidisciplinar María Forqué (bajo el alias Virgen Maria). “Ahora mismo el mundo es de esa generación, y los protagonistas del vídeo tienen un discurso del que aprendemos, porque es muy diferente del de nuestra época”, concede Caamaño. “Pero yo creo que hay algo que está por encima de las edades, un discurso que lo trasciende y que todas las generaciones entienden. Es una visión de futuro como la que podría tener, no sé, Velázquez, porque son cosas que fueron importantes entonces, lo son ahora y lo serán dentro de cien años”, matiza Cea, incitando una reflexión más extensa por parte de su compañero. “Nosotros no hemos estado de moda, nunca hemos sido representativos de lo que se hacía en nuestra época. Hoy día, por ejemplo, los algoritmos valoran mejor aquellas cosas que le gustan un poco a todo el mundo, pero… ¿Qué es gustarle un poco? ¿No amarlo ni odiarlo? El pánico a que haya una crítica devastadora es mayor a la idea de llegar a alguien. Para nosotros la música es un cauce para conectar con otras personas, significar algo en la vida de la gente. Preferimos eso que salir en El Hormiguero o tener un determinado número de escuchas. Pero cuesta abstraerse de eso cada vez más, porque la presión de las plataformas penaliza determinadas cosas, y cada vez hay más música que se acopla a eso. La industria del espectáculo es una trituradora de almas y de personas. Si consigues encontrar por ahí una rendija y vas haciendo tu movida, eso es lo importante”, concluye.
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