Girl In Red: “Soy solo una chica de 22 años buscando su lugar en el mundo, no me siento un ejemplo para nadie”
Si Morrisey fuera una chica lesbiana de Oslo de 22 años sonaría como Girl In Red, el seudónimo con el que Marie Ulven escribe canciones íntimas sobre su vida diaria, sus sueños y sus temores
Marie Ulven (Noruega, 22 años) es solo una chica que escribe canciones en su habitación de Oslo con letras sobre la vorágine de sentimientos y situaciones que le asaltan, pero su proyecto Girl In Red le ha granjeado el título de artista revelación del pop mundial. Con casi dos millones de seguidores en Instagram, Ulven ha pasado de subir vídeos a YouTube cuando volvía del instituto a superar los mil millones de reproducciones. Ahora su primer álbum, If I Could Make It Go Quiet, supone su puesta de largo y una apuesta a lo g...
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Marie Ulven (Noruega, 22 años) es solo una chica que escribe canciones en su habitación de Oslo con letras sobre la vorágine de sentimientos y situaciones que le asaltan, pero su proyecto Girl In Red le ha granjeado el título de artista revelación del pop mundial. Con casi dos millones de seguidores en Instagram, Ulven ha pasado de subir vídeos a YouTube cuando volvía del instituto a superar los mil millones de reproducciones. Ahora su primer álbum, If I Could Make It Go Quiet, supone su puesta de largo y una apuesta a lo grande. “Es lo más vulnerable, sincero y crudo que he hecho hasta la fecha. Realmente creo que es la progresión natural que tenía que tomar como artista”, dice. Esta nueva referencia supone un cambio radical frente a sus primeras grabaciones, con un sonido más procesado, urbano y alegre. “Ya con Serotonina [el primer sencillo del LP] sabía que había conseguido algo bastante guay, algo que no se consigue todos los días”.
Aunque se trate de un trabajo principalmente autobiográfico, Ulven reconoce que parte de su contenido está basado en experiencias de otra gente “con las que yo misma me he sentido identificada”. Parte de esas vivencias provienen de dejar de girar por todo el mundo y estar confinada en casa de sus padres durante varios meses seguidos como consecuencia de la pandemia. “Creo que los artistas están altamente preparados para estar confinados”, bromea. “Tener todo este tiempo me ha dado la capacidad de sentirme más relajada y de poder hacer cosas nuevas”.
If I Could Make It Go Quiet habla más explícitamente que nunca sobre sexualidad, sentimientos reprimidos y salud mental. “Me alegra encontrarme en una posición en la que se me permite ser tan abierta y no sentir que tengo que censurarme o que hay algo que no debería estar haciendo, más aún si esto le ayuda a alguien, en algún lugar del mundo donde temas como la salud mental o la sexualidad sean un tabú”, reconoce. “Es genial si alguien puede identificarse de algún modo con mi música y encontrar algo de sentido, esperanza o consuelo”.
La elección de la portada del álbum (del artista noruego Fredrik Wiig Sorensen) también parece reflejar a la perfección esa capacidad para mimetizarse con los sentimientos ajenos. “Estaba en una galería y me encontré con este cuadro. Pensé que el sentimiento que desprendía la imagen describía muy bien el estado en el que me encontraba en ese momento, y también seguramente mucho de lo que intento decir en este álbum”, explica.
Marie reconoce no saber cómo encaja dentro de la cada vez más efervescente escena local (“quizá por estar bastante aislada”), escucha a Boy Pablo o Jakob Ogawa y tiene claro con quién le gustaría colaborar: “Taylor Swift y Post Malone”. Bautizada como uno de los iconos gais del año, este título no le quita el sueño. “No siento ninguna presión porque no sé qué se supone que estoy presionada a hacer”, confiesa. “Soy solo una chica de 22 años buscando su lugar en el mundo, así que no me siento como un ejemplo para nadie. Quizá solo siento la responsabilidad de ser una buena persona”. Esto incluye contestar a todas las stories posibles de sus fans. “Y hacer uso frecuente de Tik Tok e Instagram Live”, precisa.
Porque, al final del día, Girl In Red es “ella misma”; un proyecto “acogedor”. “No tengo la opción de una vida real en este momento, pero me muero de ganas por volver a girar y encontrarme con un montón de gente que ha venido a verme”. De momento, se ha comprado un violonchelo. “Aun no me he puesto a tocarlo en serio, pero de vez en cuando lo cojo y hago algún sonido”, confiesa. Una cotidianidad que, en su caso, pasa por llegar a millones de personas en todo el mundo
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