Ir al contenido

Lo que dicen las cartas que Mario Vargas Llosa le envió a Isabel Preysler: “Qué revolución has causado en mi vida, amor mío”

La ‘socialité’ ha querido desmentir en su recién estrenada autobiografía que el escritor no fuese feliz a su lado, publicando ocho románticas misivas que le envío durante sus ocho años de relación. “Pienso en la impagable dicha que será vivir toda una vida a tu lado”, le confesó el escritor

Se sabía que la autobiografía de Isabel Preysler (Manila, 75 años) iba a dar que hablar. Lo que no se esperaba es que la socialité hablase tanto de su vida y contase capítulos hasta ahora desconocidos —o, al menos, no tan públicos ni confirmados—. Su primera entrevista y las primeras noticias de este libro se han publicado a primera hora de la mañana de este miércoles 22 de octubre en la revista ¡Hola!; horas después, la protagonista se sentaba delante de los medios de comunicación en el hotel Mandarin Oriental Ritz, en una sala hasta arriba de periodistas, fotógrafos, cámaras y amigos, para presentar la historia de su vida narrada en primera persona.

Desde hacía varios días, los programas de televisión hablaban de la existencia de unas cartas que su última pareja, Mario Vargas Llosa, le enviaba y que iban a formar parte del libro. En total, son ocho misivas, escritas a puño y letra por el Premio Nobel de Literatura; y otras que ella también le envió y con las que dio por concluida su historia de amor. En la presentación, ha querido dejar claro que este libro lo empezó antes de que el escritor peruano falleciese el pasado mes de abril.

El último capítulo del libro recibe el nombre de Desmentidos y cartas de amor, donde el protagonista absoluto es Vargas Llosa. “Conocí a Mario y a Patricia [su exmujer y madre de sus hijos] en St. Louis en 1986. En aquel momento yo trabajaba para ¡Hola! haciendo entrevistas a personajes importantes y él, muy amablemente, me concedió la suya. A partir de ese momento, los cuatro [con Miguel Boyer] nos hicimos amigos y nos vimos con cierta asiduidad”, relata sobre los comienzos de su amistad, que acabó convirtiéndose en un romance.

En 2015, se besaron por primera vez: “A la salida de la fiesta, me besó en el ascensor. Ahí empezó todo. Conviví con él casi ocho años y pude conocer su parte más humana, más cotidiana, la del día a día, su verdadera personalidad, muy compleja, con aspectos que mucha gente ignora porque conseguía ocultarlos. Cuando pienso en él, solo quiero recordar nuestras épocas buenas, llenas de felicidad y risas”.

Estos primeros párrafos pretenden desmentir todo aquello que se ha dicho de su relación: “Pertenecíamos a mundos diferentes, pero tengo que desmentir rotundamente que él se sintiera desgraciado con el mío. Es imposible ocultar la infelicidad durante tantos años. Como se puede comprobar al leer las muchas cartas que me escribió a lo largo de nuestra relación, algunas de las cuales he decidido hacer públicas en mis memorias. Otras, las más íntimas y cariñosas, las guardo para mí”.

En total, las cartas recopiladas en la autobiografía son ocho: cuatro que Preysler recibió al principio de la historia de amor y otras cuatro que corresponden a los últimos años: “Que el lector saque sus propias conclusiones”. En el libro también aparecen imágenes y transcripciones de estas misivas. La primera corresponde al 21 de marzo de 2015, cuando Isabel Preysler estaba de viaje a México. “Procuraré llamarte en el día para darte la bienvenida al nuevo mundo y, sobre todo, saber que no hemos perdido el contacto. Una de mis pesadillas desde hace algún tiempo, es precisamente esa: que quedemos desconectados y no sepa dónde y cómo encontrate [...] Te echo mucho de menos y pienso todo el día en la felicidad que será volver a verte. Nunca imaginé que me harías tanta falta, que, en tan poco tiempo, te hubieras vuelto alguien tan imprescindible y querido en mi vida. [...] Te quiero mucho y te mando muchos besos y palabras bonitos para esas orejitas que parecen dos signos perfectos de interrogación”.

La segunda data del 11 de abril de 2015. “Al mediodía tuve que ir al carajo, con amigos lejanos y sentí una terrible angustia pensando en lo lejos que estás [...] Me acordé que, por primera vez, mientras me mostrabas la casa de Enrique, te vi mucho rato de espaldas y que me encantó tu manera de caminar. Ahí estaba tu linda silueta, tu cintura de avispa y tus pasos como de danza, balanceándote muy despacio, con mucha gracia, como una bailarina y acompansando todo el movimiento con el vaivén de los brazos [...] Me moría de ganas de acercarme a ti y besarte en el cuello y abrazarte por la cintura, pero no lo hice por no destruir ese maravilloso espectáculo que es verte caminar”. Y continúa: “Amor mío, cada vez que descubro en ti cosas bellas, delicadas, pequeños detalles que me llenan de admiración y de felicidad. Y pienso en la impagable dicha que será vivir toda una vida a tu lado, descubriendo cada día uno de los tesoros y maravillas que hay en ti [...] Te extraño, te quiero, el mundo parece vacío y sin vida cuando no estás conmigo”.

La tercera está escrita tres días después que la anterior, cuando Vargas Llosa se encuentra en Lima: “Cuando vivamos juntos, te sorprenderé de tanto en tanto con una cartita de amor que descubrirás bajo tu almohada, o en las servilletas a la hora del desayuno, o en sitios todavía más inesperados. Quiero que tengamos una larga y hermosa conversación y tomemos una decisión sobre nuestro futuro, amor mío. Nunca he estado tan seguro sobre nada como lo estoy contigo. Te quiero y nada me haría más feliz que pasar todo lo que me queda de vida a tu lado, adorándote y procurando hacerte feliz. Sé que no es una tarea fácil, pero sí es posible si dos personas se quieren y se empeñan ambas en conseguirlo”. El Premio Nobel continúa: “Qué revolución has causado en mi vida, amor mío. Cuando menos lo esperaba, ocurrió lo que ocurrió y fue como si empezara a vivir de nuevo. Desde la noche maravillosa de la peletera, mi vida se llenó de juventud, de sueños, de deseos y fue como si por fin empezara a vivir con una vida que secretamente soñé desde que te vi por primera vez. Es una historia tan bonita que tiene que tener un final feliz”.

La cuarta y última misiva de esos comienzos data del 26 de mayo de 2015. “No será fácil esa reunión familiar, pero me ayudará a sobrellevarla pensar que a partir del 6 de junio volveremos a vernos y ya sin las dificultades del pasado. Empieza otra etapa en mi vida y de la tuya y tenemos que hacer todo lo posible para que sea una aventura extraordinaria, que nos enriquezca, que nos haga gozar y de alguna manera nos vacune contra el infortunio”.

Tres años después, el 18 de febrero de 2018, le escribe la quinta carta publicada: “Tres años pueden ser una eternidad o el tiempo de un suspiro, y estos tres años que hemos pasado juntos han sido ambas cosas, una larga felicidad, que yo no había conocido hasta ahora, y una experiencia veloz, que a mí me hubiera gustado inmovilizar, eternizar [...] Sé que vamos a vivir muchas aventuras más, y espero que sean tan intensas y felices como las de estos tres años maravillosos a tu lado”.

En su cuarto aniversario, se escribe la sexta misiva: “Cómo pasa el tiempo cuando uno es feliz. Y yo lo he sido y lo soy a tu lado, como no creo haberlo sido nunca antes. No recuerdo un periodo comparable, en el que, gracias a ti, he sentido que la vida tenía sentido, era bella, y valía la pena gozar de ella y aprovecharla. Nunca antes he escrito con tanto entusiasmo, y sentido que todo, incluso las cosas más triviales, valían la pena y tenían un sentido”.

La séptima carta corresponde al 18 de febrero de 2021. “Gracias a ti, he sido muy feliz, más, creo, que en el resto de la vida. Ha sido mucho más fácil de lo que pensaba acostumbrarme a tu casa, a tu familia, y ha sido posible gracias a ti, a tu cariño, a tu delicadeza y a tu amor [...] Llevamos ya un año de coronavirus y estamos vivos. ¿Tiene algo que ver el amor con esta supervivencia? Seguramente sí. Te quiero mucho, te querré siempre, hasta el último día. Feliz cumpleaños, amor mío”.

En febrero de 2022 escribiría su última carta a la socialité. “Somos felices hasta donde la felicidad es posible en esta vida y creo que lo seremos los años que nos faltan por vivir [...] Lo único que tengo claro para ese incierto futuro es que quiero pasarlo contigo, a tu lado, queriéndote cada día más. Siento que las fuerzas me van abandonando poquito a poco, pero espero que no se vayan del todo”.

Aunque esta es la última carta de Vargas Llosa, también se incluye otra de Isabel Preysler con la que puso fin a su relación de ocho años: “Después de unos años en los que hemos sido muy felices, la situación entre nosotros se ha ido deteriorando. Estarás de acuerdo conmigo en que nuestra relación no se parece en nada a la que teníamos al principio. Hemos perdido ilusión, complicidad, alegría y se ha hecho más difícil la comunicación entre nosotros. Y como, afortunadamente, no estamos casados porque no acepté tus proposiciones durante el tiempo de felicidad, ni tenemos hijos ni intereses en común que nos obliguen a permanecer juntos cuando ya no estamos bien el uno con el otro. Lo mejor es que demos por terminada esta relación ya tan cargada de costumbre y de rutina”. A partir de ese momento, Preysler relata una escena de celos de su hasta entonces pareja durante un evento público. “Lo que de verdad hace imposible la convivencia es la mala educación y tú estás muy mal educado. Por favor, manda a alguien a recoger todas tus cosas”.

Sobre la firma

Más información

Archivado En