De ‘tardeo’ para ahorrar: así ha cambiado la fiesta madrileña tras dos años de pandemia
Aprovechar las horas del día para salir se ha convertido en un hábito consolidado por la hostelería y muy practicado por los jóvenes, que de este modo abaratan costes o alargan las horas de ocio hasta la noche
Los confinamientos, los toques de queda y el aislamiento experimentados a causa de la pandemia de la covid-19 en los últimos años han llevado a los españoles a cambiar su forma de ver el mundo y, en especial, su rutina. Entre estas nuevas perspectivas se ha consolidado el tardeo, que combina el concepto de la discoteca de siempre con la necesidad generalizada de aprovechar las horas de luz del sol. Un hábito ya adquirido, al igual que las imprescindibles reservas en bares y restaurantes. “El tardeo surge como una...
Los confinamientos, los toques de queda y el aislamiento experimentados a causa de la pandemia de la covid-19 en los últimos años han llevado a los españoles a cambiar su forma de ver el mundo y, en especial, su rutina. Entre estas nuevas perspectivas se ha consolidado el tardeo, que combina el concepto de la discoteca de siempre con la necesidad generalizada de aprovechar las horas de luz del sol. Un hábito ya adquirido, al igual que las imprescindibles reservas en bares y restaurantes. “El tardeo surge como una forma de intentar explotar las horas del día”, explica Martín Valero, promotor y creador de La Tropi, una fiesta que se celebra los viernes, sábados y domingos en Madrid y empieza a las cinco de la tarde, a plena luz del día.
Aunque no es lo único que ha cambiado en los últimos dos años. La crisis económica, el rechazo a los espacios abarrotados y el salto temporal que ha llevado a los jóvenes a cambiar sus costumbres han transformado las formas de vivir el ocio nocturno. A través de los tres diferentes casos en Madrid que se presentan a continuación, EL PAÍS se adentra en estos nuevos hábitos.
Caso 1. ‘Tardeo low-cost’ con piscina y ritmos caribeños
Lo primero que se observa en la entrada de La Tropi, en plaza Elíptica, es un bar de carretera. ¿Será allí donde se celebra la fiesta o es el local equivocado? Sin embargo, solo hace falta entrar para que la música que proviene de la terraza llegue a los oídos. Allí se extienden mesas y sillas alrededor de una pequeña piscina en la que los asistentes pueden mojarse los pies. El agua llega hasta un poco más arriba de los tobillos, lo suficiente para sentir un poco de refrigerio. Unos metros más adelante se encuentra la Terraza B, como se menciona en las redes sociales de La Tropi. Es, básicamente, una piscina olímpica.
“Antes siempre salía de fiesta por Huertas [una zona céntrica de salas de fiesta en la capital]. Ahora ni eso. Hay que buscarse las mañas para echar el día de fiesta por poco dinero”, contesta Andrea, de 29 años, cuando se le pregunta junto a su grupo de amigas la razón por la que han acudido un sábado por la tarde a la fiesta. “Es un concepto que combina dos espacios diferentes, la piscina y la terraza principal, ambas ambientadas con sonidos caribeños”, cuenta Martín Valero, el creador de esta idea que ha salvado las tardes de fin de semana de muchos jóvenes —y no tan jóvenes— que aprovechan no solo para salir de fiesta, sino para pasar la tarde en una piscina con DJ por siete euros. “Un día que estaba haciendo ejercicio pasé por aquí y vi que el local estaba completamente olvidado. Empezamos a hacer pequeñas fiestas y, como es un restaurante, el horario es el del tardeo”, confirma el promotor de la fiesta, en la que se puede ver gente de todas las edades.
Abiertos desde las cinco de la tarde hasta medianoche, es la opción perfecta para huir del calor —razón por la que se han viralizado en Tiktok—. “Aunque en invierno queremos seguir funcionando, pondremos estufas”, cuenta Valero. Para la temporada de otoño, ya han quitado los eventos de los jueves. Se puede comprar la entrada anticipada, o rezar para que quede un hueco en taquillas donde vale 10 euros. Además, en la misma terraza en la que se aglomeran decenas de personas cada fin de semana se aprovechan las mañanas para dar clases de baile. Pasos que, por supuesto, los asistentes ponen en práctica cuando cae la tarde.
Caso 2. ‘Tardeo’ selecto en las alturas de Madrid
“Salir de fiesta por la noche ya no tiene gracia si no calientas un poco antes”, explica Carlos, un cliente habitual de la terraza Bianca, que se encuentra en la cúspide del edificio ABC Serrano. “Nosotros nos vamos luego a cenar a Marieta”, comenta una pareja que ha decidido subir allí para disfrutar de su segunda cita. “Aquí podemos hablar y tomar una copa con música de fondo antes de cenar”, señala él. La historia se repite con el resto de los presentes: recurren al tardeo para iniciar su jornada completa de fiesta, no como alternativa económica. Mientras que en La Tropi la copa cuesta ocho euros, en Bianca el precio, dependiendo del alcohol, puede ascender al doble.
Marieta, Torcuato y Arrogante son los tres restaurantes a los que los clientes de Bianca suelen ir después para continuar la noche. En todos ellos se puede comer por un precio medio de 40 euros por persona. Terminar la noche en una discoteca le suma unos 20 euros al plan. “Se paga la calidad y el buen ambiente”, cuenta Paula (33 años), que ha acudido a Torcuato para cenar con su pequeño grupo de amigas de la universidad y planean continuar la fiesta en el selecto Oh My Club hasta que aguanten los pies. “Hay sitios que se han vuelto más caros desde la pandemia, pero prefiero gastarme un poco más a estar a disgusto en un antro o en un mal ambiente”, confiesa.
Caso 3. ‘Tardeo’ en casa: “Si tengo que pagar para entrar en un club, no voy”
Para despedirse del verano, Roberta Dimundo (26 años) ha organizado una fiesta en casa con sus amigos y compañeros de trabajo. El plan es el de toda la vida: empezar de botellón y luego salir a la búsqueda de una discoteca barata, o en la que no haya que pagar por entrar. Cada uno lleva su bebida ―sobre todo cerveza en lata, vermut de marca blanca y ron para preparar tragos― y el presupuesto para esta primera parte de la noche no supera los cinco euros por persona.
Chiara Conigliaro, italiana de 22 de años, se mudó a Madrid seis meses antes del comienzo de la pandemia. Desde entonces, compagina los estudios universitarios con su trabajo en una agencia publicitaria. “Nunca he sido mucho de discoteca, habré ido dos veces antes de la covid y desde entonces nunca he vuelto”, reconoce mientras se sirve un vaso de cerveza de la litrona que trajo. A pesar de no acudir a los clubes de la capital, después del confinamiento recuerda haber empezado a salir mucho más de lo habitual, “para compensar” el tiempo pasado en casa. “Ahora ya no hago ni eso por cómo han subido los precios, prefiero las fiestas en casa o los planes muy low-cost”.
“Desde la pandemia he ido muy poco de discoteca, y las veces que estuve me pareció que la gente que me rodeaba era mucho menor que yo”, explica Cristina Fernández, ingeniera de telecomunicaciones de 28 años. Esta madrileña reconoce que desde que ha vuelto a salir de fiesta prefiere los espacios menos abarrotados, donde puede disfrutar de la música y de las copas sin tener que estar pegada a la gente que la rodea. “Si tengo que pagar para entrar en un club, no voy”, remata.
El suyo no es un caso aislado. Roberta, la anfitriona de la fiesta, conoció la capital en 2019 durante su Erasmus. Entonces, salía todos los fines de semana en las discotecas más exclusiva de la capital: el Teatro Kapital y el Barceló, “la discoteca que sale en Élite (la exitosa serie de Netflix)”, por un presupuesto que solía superar los 20 euros por noche. Sin embargo, este sábado quiere regatear precios para poder entrar en algún club. “Nos piden 16 euros con dos copas”, explica al grupo. Son las dos de la madrugada, y es necesario llamar al menos a tres taxis para llegar al destino. Finalmente, abandonan la idea de salir del piso, y siguen la fiesta a ritmo de reguetón en la terraza de casa.