Mariano Alameda: “Tardé años en librarme de Íñigo”
El actor, que se hizo popular con la serie ‘Al salir de clase’, dirige un centro de yoga en Madrid y acaba de publicar un libro de haikus sobre su perro
Mediados de los 2000, Benarés (India), seis de la mañana. Mariano Alameda —postura de flor de loto y un punto de color en la frente— medita mientras amanece a orillas del Ganges. “¡Íñigo! ¡Es Íñigo!”. Unos turistas españoles gritan desde una barcaza el nombre de su personaje en la serie noventera Al salir de clase. “Me cabreé mucho y me di cuenta de que no bastaba con cambiar de escenario, con huir; tenía que cambiar… por dentro”. Alameda lo cuenta con la leveda...
Mediados de los 2000, Benarés (India), seis de la mañana. Mariano Alameda —postura de flor de loto y un punto de color en la frente— medita mientras amanece a orillas del Ganges. “¡Íñigo! ¡Es Íñigo!”. Unos turistas españoles gritan desde una barcaza el nombre de su personaje en la serie noventera Al salir de clase. “Me cabreé mucho y me di cuenta de que no bastaba con cambiar de escenario, con huir; tenía que cambiar… por dentro”. Alameda lo cuenta con la levedad risueña de una anécdota, no con el peso de una epifanía. Y, sin embargo, lo fue, tras más de una década en papeles de televisión, cine y mucho teatro, en 2010 acabó dejando su carrera como actor para dedicarse por completo al centro Nagual, donde imparte clases de yoga y sesiones de autoconocimiento en un barrio residencial de Madrid. Acaba de publicar su primer libro ilustrado, Las enseñanzas del perro Zen (Editorial Kyrie), en el que cuenta en forma de “pequeños haikus” cómo su “maestro natural” le enseñó a perder el miedo a la muerte, “a ser auténtico” y “estar en el presente” en interminables paseos por La Pedriza, paraje al que el exactor se confiesa “adicto”.
Pregunta. A los 50 y ya sin flequillazo. ¿Le siguen reconociendo como el ligón de aquella serie?
Respuesta. Por suerte, ya casi nunca. Yo era un chico de barrio al que nadie miraba y de repente tenía masas enfervorizadas en la puerta del hotel. Tardé años en librarme de Íñigo y sentir el placer del anonimato. No deseo volver a esa locura. No he querido ir a especiales de la tele o programas tipo ¿qué fue de? He dado muy pocas entrevistas desde que lo dejé.
Pregunta. Lo dice dando una.
Respuesta. Es que tengo un librito que creo es muy útil. Hay muchísimos perretes y mucha gente que los ama. Puede venir bien para procesar el duelo de perderlos.
Pregunta. ¿Qué le pasó a Zen?
Respuesta. Murió hace cinco meses, a los 16 años. Desde cachorro me lo llevaba a los rodajes, dormía en los camerinos del teatro, lo llevaba de gira en una caravana. Al final estaba muy malito, hubo que decidir entre lo malo y lo peor: verle pasarlo mal o despedirse. Es una decisión horrible. La pérdida de un compañero así es como un duelo de familiar de primer grado.
Pregunta. La gente suele adoptar otro.
Respuesta. No hay que reprimir el dolor, hay que aceptar la pérdida, llorar lo que tengas que llorar, comprender la impermanencia de las cosas. ¿Un clavo saca otro clavo? Pues no. Una vez hecho el trabajo, creo que adoptaré un par, tengo hasta nombres: Sam y Frodo.
Pregunta. Personajes de El Señor de los Anillos... A usted, ¿le costó dejar de ser actor?
Respuesta. No me costó nada. Ya no disfrutaba. Iba enfadado a trabajar. En mi última época de actor me interesaba mucho más el yoga, el autoconocimiento o viajar para aprender las grandes tradiciones del mundo.
Pregunta. ¿Dónde fue a conocerse?
Respuesta. Viajé muchísimo entre series y funciones. Tenía dinero, cogía la mochila y me iba a experimentar las verdades de cada cultura. Picoteaba: estuve en la India aprendiendo yoga; en un monasterio zen en Japón; en Tíbet y Nepal, por la vía tántrica y el budismo; y en el Amazonas estudiando la vida chamánica.
Pregunta. Su centro se llama Nagual, entiendo que en referencia al chamán que se convierte en animal en la obra de Carlos Castaneda, un autor controvertido que para unos fue un antropólogo y para otros, un farsante.
Respuesta. Rodolfo Sancho me recomendó a Castaneda cuando le conté mi manera de ver el mundo. Para mí sus libros son novelas en las que mezcla cosas de diferentes culturas. Los primeros, más centraditos; en los últimos se le va un poco la pelota.
Pregunta. Como él, ¿probó las drogas iniciáticas en sus viajes?
Respuesta. Sobre todo con la tribu shuar en el Amazonas. Pero tiene mucho riesgo, no es para todo el mundo. Siempre digo: “Yo lo haría, pero no te lo recomiendo”. Y es importante subrayar que hay que hacerlo de forma estructurada, con la vigilancia necesaria, en el entorno adecuado.
Pregunta. ¿Qué opina de los retiros de fin de semana para tomar peyote o ayahuasca?
Respuesta. Pues como si haces espeleología submarina en una cueva, puede que te vaya bien o puede que te mueras. Necesitas ir muy bien equipado, un guía experimentado y asumir el nivel de riesgo. Hay estudios hospitalarios que demuestran que los enteógenos [plantas con propiedades psicoactivas] incluso pueden ser útiles en algunos procesos terapéuticos, pero también te pueden provocar un brote psicótico y que te quedes loco, perdido en el laberinto. Si algo me quedó claro en el Amazonas es que no quiero ser chamán, y en el monasterio zen, que no soy un monje.
Pregunta. ¿Demasiados sacrificios?
Respuesta. Es aburridísimo. Todo era muy rígido y normativo. Me di cuenta de que yo soy un actor del Mediterráneo, más acostumbrado a la vida de Zorba que a la de Buda. No es mi rollo.
Pregunta. Ha desarrollado una técnica propia, el árbol del Karma, para “acceder a los niveles superiores de la conciencia transpersonal”, según su web, a través de un cuestionario de unas 100 preguntas. ¿Cuál es la primera?
Respuesta. ¿Cómo se llama tu papá? Mi técnica combina la sabiduría del karma yoga con el análisis que hacen los actores para saber de dónde viene el comportamiento de sus personajes. Cuando actuaba empecé a aplicar estas técnicas del arte dramático en mi proceso personal. Me fui dando cuenta de que todos en realidad construimos un personaje que es la estructura del ego.
Pregunta. En su web especifica que no es una terapia.
Respuesta. No hay que confundir el desarrollo personal, lo evolutivo, con lo terapéutico. Si alguien necesita tratamiento psicológico o psiquiátrico, lo derivamos. Yo tengo una academia de yoga, principalmente damos clases de hatha, el yoga físico, a la gente del barrio. Pero el yoga tiene también prácticas más profundas, desarrolladas hace milenios, extraordinariamente útiles para la vida diaria.
Pregunta. ¿Usted es más feliz ahora?
Respuesta. Mucho más. Con el autoconocimiento tu vida es más real, tu comportamiento, más natural. Adquieres más “discernimiento”, que dice el yoga.
Pregunta. Algo echará de menos de su vida anterior.
Respuesta. Me gustaba mucho actuar y el mundillo social, los actores son gente superdivertida, muy emocionales, simultáneamente frívolos y muy profundos, rápidos e ingeniosos. Te ríes mucho. Pero detestaba lo que rodeaba a la profesión: el politiqueo, hacer pasillos, tener que estar, dejarse ver, ir a fiestas, relacionarte con no sé quién para conseguir papeles… Ahora, me cuentan mis amigos actores, es aún peor: te contratan dependiendo de los seguidores que tengas en Instagram. Siempre lo decimos, menos mal que en aquellas primeras series no había redes, ¡imagínate el hate!
Pregunta. Por no haber, no hay apenas entrevistas suyas de aquellos años en internet.
Respuesta. Pues hice como 14 portadas del Superpop, igual mi madre o mi abuela guardan algún incunable.