Holanda expone ante sus ciudadanos su Carroza Dorada, complejo símbolo de la monarquía y el colonialismo
Tras cinco años de restauración, un museo de Ámsterdam exhibe el famoso carruaje real, decorado con unas polémicas pinturas del siglo XIX, y busca abrir “un diálogo nacional” sobre su pasado
Todas las monarquías tienen sus símbolos, esos que refuerzan su imagen de poder, que les dan pompa y boato ante el mundo. Cetros, coronas, capas de armiño o, en el caso de los monarcas holandeses, su famosa Carroza Dorada. Todo un símbolo que recibió la reina Guillermina como un regalo de la ciudad de Ámsterdam en 1898, por su coronación. Entonces la soberana tenía 18 años y decidió estrenarla poco después, en su boda en 1901. Pero en los últimos años, ha generado más disgustos y polémicas que alegrías a la casa de los Orange...
Todas las monarquías tienen sus símbolos, esos que refuerzan su imagen de poder, que les dan pompa y boato ante el mundo. Cetros, coronas, capas de armiño o, en el caso de los monarcas holandeses, su famosa Carroza Dorada. Todo un símbolo que recibió la reina Guillermina como un regalo de la ciudad de Ámsterdam en 1898, por su coronación. Entonces la soberana tenía 18 años y decidió estrenarla poco después, en su boda en 1901. Pero en los últimos años, ha generado más disgustos y polémicas que alegrías a la casa de los Orange por el pasado colonial que refleja.
La Carroza Dorada llega ahora al centro de Ámsterdam para quedarse, aunque sea unos meses. Millones de ojos ya la han visto, porque es la encargada de llevar al monarca a la inauguración del Parlamento cada año, o porque en ella hicieron el paseíllo nupcial Guillermo y Máxima de Holanda en febrero de 2002, pero ahora la contemplarán más cerca. Una exposición homónima, El Carruaje Dorado, se inaugura en la ciudad holandesa este viernes 18 de junio y se podrá ver en el Museo Histórico de la ciudad hasta el próximo 27 de febrero de 2022. Después de una restauración que ha tardado más de cinco años y que ha costado dos millones de euros, holandeses y —todavía pocos— visitantes podrán ver la joya de la corona de la familia real del país en directo. Lo que no podrán es tocarla, porque está expuesta dentro de una inmensa cristalera que la protege.
La pesada carroza de madera de teca y pan de oro ha estado en el punto de mira durante los últimos años. Se empezó a restaurar en 2016, y ahí ya hubo polémica para saber quién se iba a hacer cargo de la factura. Entonces la casa real explicó que la pagaría con sus más de 40 millones de euros de presupuesto anual y que por tanto su coste no repercutiría sobre el contribuyente. Entonces el gobierno de Mark Rutte reclamó que su coste, al ser pagado por los Orange, no debía hacerse público, al tratarse de cuentas personales. La oposición explicó que temía que, si el coste era demasiado elevado, al final recayese sobre el ciudadano. Al final, el coste se ha hecho público.
Pero su mayor problema llegó hace poco más de año y medio. En septiembre de 2020 se dio a conocer que Guillermo de Holanda no acudiría al solemne acto de apertura del Parlamento sobre ella. Una de las excusas era que, al estar en pleno proceso de restauración, podría sufrir algún desperfecto. Algo que le pasó a la anterior reina, Beatriz, en 2010, cuando un hombre atacó la carroza causando desperfectos.
Pero el verdadero problema estaba en uno de sus paneles, situado en el lado izquierdo. Uno de ellos, pintado por Nicolaas van der Waay, muestra una figura de la llamada Doncella Neerlandesa —una alegoría del país usada desde hace 500 años en multitud de representaciones artísticas— sentada en el trono. Hacia ella se dirigen varios hombres negros, semidesnudos, que le entregan tributos provenientes de las colonias: de Indonesia, las Antillas Holandesas y Surinam. Están inclinados, arrodillados, demostrando sumisión.
Aunque en el siglo XIX, cuando se pintó la acuarela, la imagen no generaba debate, ahora sí lo hace. La casa real lo sabe, y fue uno de los motivos para dejar de usar el carruaje. Y el museo también lo tiene en cuenta, y da buenas explicaciones al respecto en el folleto de la exposición y en su página web. “La Carroza Dorada es mucho más que un vehículo, simboliza algo más grande: la casa de Orange, la democracia, la capital, Ámsterdam, segura de sí misma, el cuento de hadas (o la jaula dorada) de la existencia real, el reino de los Países Bajos y el pasado colonial”, aseguran, explicando que esta “exposición polifónica” da cabida y discute todos estos significados.
Además, el museo reconoce el debate generado por ese panel, llamado Tributo desde las Colonias. “Personas de las colonias entregan productos y diversos obsequios a una joven blanca que representa a los Países Bajos. Cada vez más gente encuentra esta representación del colonialismo fuera de lugar en las celebraciones nacionales”, reflexionan. “¿Es deseable que el carruaje siga en circulación tras la restauración, y durante las bodas e inauguraciones de Orange? ¿Merece la pena que el carruaje se ajuste [para circular] o ahora es propiedad de un museo?”, plantea la exposición, que relata que a lo largo del recorrido da “diversas perspectivas sobre este controvertido patrimonio” y que invita al visitante a compartir su punto de vista sobre el mismo.
En un escrito en la web creada especialmente para esta exhibición, el jefe de prensa del museo, Maurice Seleky, asegura que “una exposición sobre una herencia con tal carga emocional es un reto”, y que el equipo siempre supo que no podía evitar el debate sobre el carruaje, sino que de hecho debían jugar un “papel activo en la conversación pública, como moderadores o líderes de opinión”. Por tanto, con esta exposición, aseguran, quieren “abrir un amplio diálogo nacional acerca de la Carroza Dorada”.
El pasado colonial de los Países Bajos es un tema recurrente para su actual soberano, Guillermo. En marzo de 2020, y por primera vez por parte de un jefe de Estado neerlandés, el rey pidió perdón públicamente. Lo hizo en un viaje a Indonesia (que celebraba el 75º aniversario de su independencia) y además frente al presidente de la nación. Entonces se disculpó por “el abuso de la violencia” protagonizado por las fuerzas coloniales de su país “durante la lucha por la independencia” de Indonesia, entre 1945 y 1949. Los Gobiernos del país se habían disculpado, pero nunca los reyes. De hecho su madre, Beatriz, estuvo a punto de hacerlo en 1995 pero el gesto no convenció al Gobierno. “El dolor y desconsuelo de las familias afectadas perduran hasta hoy”, dijo el rey.
Pocos meses después, en su posado de verano, en julio de 2020, al hilo de la restauración del carruaje, ya explicó que “la Constitución prohíbe la discriminación, y no vamos a reescribir la historia durante la restauración [de la carroza]; forma parte de nuestro patrimonio cultural”. No parece probable que la Carroza Dorada se siga usando de forma habitual, aunque la decisión se tomará en 2022, cuando acabe la muestra. Pero los Orange siempre podrán usar la algo más sencilla Carroza de Cristal.