Joan Collins, la madre feminista y luchadora que enseñó a su hija a serlo
La intérprete de ‘Dinastía’ relata los desencuentros con su hija a causa de su trabajo y explica que ahora son muy cómplices y que no tiene “nada” por lo que sentirse culpable
La dama del imperio británico Joan Collins tiene 87 años, cinco matrimonios (y cuatro divorcios), tres hijos, tres nietos y ni un solo pelo en la lengua. La exitosa actriz londinense, icono del glamur, el lujo y el exceso en los años ochenta, no se ha reconvertido en una dulce abuelita aburrida. Sigue siendo una mujer viajera, con casas en Londres, Nueva York y Los Ángeles, a la que le encanta salir a cenar y a tomar copas con sus amigos. Una vida muy distinta, sin embargo, de la que han elegido sus retoños, y en especial su...
La dama del imperio británico Joan Collins tiene 87 años, cinco matrimonios (y cuatro divorcios), tres hijos, tres nietos y ni un solo pelo en la lengua. La exitosa actriz londinense, icono del glamur, el lujo y el exceso en los años ochenta, no se ha reconvertido en una dulce abuelita aburrida. Sigue siendo una mujer viajera, con casas en Londres, Nueva York y Los Ángeles, a la que le encanta salir a cenar y a tomar copas con sus amigos. Una vida muy distinta, sin embargo, de la que han elegido sus retoños, y en especial su hija mayor, Tara Arkle.
Arkle, de 57 años, ha vivido el hecho de ser hija de una estrella mundial con lo que implica de ventajas y sufrimientos. Especialmente durante su adolescencia y juventud, cuando llegó para su madre el éxito global gracias a su papel de la vengativa Alexis Colby en el culebrón Dinastía, un papel a su medida —que rechazó Sofia Loren— y por el que estuvo nominada a grandes premios como el Emmy y el Globo de Oro, que logró.
En aquellos años, Collins tenía que enfrentarse a otro culebrón en su propia casa. Su relación con su hija mayor no era ideal. Nunca lo había sido, pero ahora confiesa que la adolescencia fue dura. Lo hace en un artículo que juntas, madre e hija, han publicado en el diario británico The Times. “No conozco a nadie con una hija adolescente que no haya tenido problemas. Es la naturaleza de las chicas. Tara era rebelde y tenía una idea muy anticuada de cómo debía ser una mujer. Yo podía estar en mitad de un rodaje y ella preguntaba: ‘¿Y entonces quién me va a recoger del colegio?’. Me llevó un tiempo que entendiera que una mujer tiene el derecho a hacer exactamente lo mismo que un hombre: trabajar y poner el pan sobre la mesa”.
De hecho, ahora la propia Tara lo reconoce. “Cuando crecía tenía una fantasía de cómo debía ser una familia. No me había convertido en la feminista que soy y quería que mi madre estuviera con un delantal cocinando tortitas”, confiesa, explicando que a menudo, con su madre “trabajando y en relaciones con hombres que no la apoyaban”, pasó por años duros y de inmensas decepciones. “Recuerdo conseguir una Polaroid de ella en un pantano luchando contra una enorme hormiga de papel maché, y ella había escrito: ‘Esto es lo que hace tu madre para poner comida en la mesa”. El divorcio también la afectó, así como volver de California a Londres y el siguiente matrimonio de su madre. Y su relación se enfrió.
Cuenta la intérprete que ya estaba embarazada de Tara cuando se casó en 1963 con su segundo marido y padre de la niña, el actor y músico británico Tony Newley. “Tenía 29 años y llevaba actuando 10 , estaba empezando a estar algo aburrida y quería tener hijos. Quería una niña y llegó Tara, el centro de mi mundo. Sacha [Alexander] llegó a los 13 meses, así que tenía dos hijos de menos de dos años”, cuenta en su relato en primera persona. Entonces se convirtió en “madre a tiempo completo”. Pero los niños crecieron, empezaron la escuela, la familia se mudó a Beverly Hills y a Collins empezaron a lloverle las ofertas para papeles en televisión. Además del placer de actuar, se vio en la necesidad de hacerlo. “Me di cuenta de que amaba actuar y ese negocio. Volví a trabajar. Jamás sentí culpa ni celos. Son dos emociones que no entiendo. No tengo nada por lo que sentirme culpable. Tenía derecho a trabajar, y después de que Tony y yo nos divorciáramos cuando Tara tenía siete años, necesitaba trabajar. Todo el que me conozca te contará que era una buena madre, pero trabajaba muchísimo y adoraba las fiestas. Entonces no había redes sociales y tenías que dejarte ver. Así conseguí el papel de Alexis en Dinastía. Y cuando las cosas se pusieron complicadas, hice la cola del paro. No fue mi experiencia favorita y nunca lo repetí”.
La fuerza de Collins hizo que la familia saliera adelante y que ella ayudara a su hija a forjarse una personalidad y un destino. No le dio tregua a caprichos ni a llantos. Cuenta en esa carta que “cuando tenía 13 o 14 años decidió irse a vivir con su padre, cuya novia cocinaba espaguetis y estofados cada noche”. Ella no se lo tomó como algo personal: “Ni rompió mi corazón ni fue un alivio porque, como yo tenía claro, no duró: según se casó, se mudaron a una casa más grande en Hollywood y a Tara se le cayó la venda de los ojos”. A partir de ahí, la joven empezó a estudiar, a labrarse una carrera, donde trató de ser cantante y después trabajó en radio y como columnista, además de haber escrito recientemente una novela, Radio Heart, basada en sus propias vivencias.
“Mamá y yo estamos tan unidas que me emociono de pensarlo. Podemos ser honestas hasta sonrojarnos”, dice ahora Tara. “Uno de los mayores cambios de nuestra relación llegó cuando dejé de esperar que fuera otra persona más allá de quien es. Estoy orgullosa de ella y del precedente que ha sentado para mujeres de todo el mundo se crezcan porque pueden ser guapas y fuertes, más de lo que ellas incluso pensaban. Es fácil criticar a las mujeres que lo tienen todo. Incluso cuando estaba casada se ha sentido como una madre soltera”, argumenta, asegurando que ambas son “flores tardías”: “Hemos luchado y pasado por muchísimas cosas para llegar a un sitio mejor”.
Las dos confiesan que las relaciones sentimentales de la una y la otra han marcado sus comportamientos. Tras separarse del padre de sus hijos, en 1972 Collins se casó con Ron Kass, con quien tuvo otra hija, y se divorció en 1983. Su cuarto marido fue el cantante Peter Holm, entre 1985 y 1987. Su quinto marido, el actual, es Percy Gibson, con quien lleva 18 años casada y que es 32 años menor que ella. “He experimentado los malos tratos. He dejado claro hasta al peor de los maridos que si me levantaban un dedo me iría”, relata, en lo que parece una probable referencia a su primer marido, el actor Maxwell Reed, que ella ha contado que la violó con 17 años, cuando era virgen, y con quien después se casó para divorciarse un par de años después.
“No he aprobado a algunos exnovios de Tara, igual que ella no ha aprobado algunos de los míos. Tara es una mujer que no aguanta tonterías y alza la voz”, dice ahora, recordando que en los ochenta y noventa un par de relaciones de la propia Collins “fueron francamente terribles para ella y para toda la familia”. “Fui estúpida y eso causó, si no exactamente una pelea, que no estuviéramos tan unidas como deberíamos. Fue triste que ambas estuviéramos en relaciones tóxicas y no conectáramos”, dice. Ahora, en cambio, afirma que ambas adoran a sus respectivos maridos e hijos. “Es una madre muy cariñosa. Tara tiene que ser fuerte porque ha tenido una vida difícil, pero no es tan fuerte como yo, siempre está cansada. Pero es fantástico ver lo feliz que es. Estoy tremendamente orgullosa de ella. No es fácil ser la hija de Joan Collins, estoy segura”.